lunes, 11 de febrero de 2008

Gastón Gaudio



"Autoexigencia, hipersensibilidad, negatividad y otra laguna mental que lo venció, lo doblegó y logró sacarlo del partido. Uno de esos estancamientos psicológicos que hacen que sufra y que al tenis le duela.
Una larga historia de amor entre Gastón y la raqueta que vuelve a interrumpirse ¿definitivamente? por un tercero: su propia mente."
(Fragmento extraído de una nota mía realizada para Deportea el 1ro de Junio del 2007. Aquel día, Gaudio fue eliminado por Lleyton Hewitt de Roland Garros pese a haber ganado los dos primeros sets del partido)



Que lejos queda Temperley cuando los gritos se oyen desde Francia, que lejos los cánticos en La doble visera si hoy, después del papelón, te vapulean en tu propio país, tus hinchas y tus compatriotas. Distante esa paz al son de la electrónica y el funk cuando ya no sos el diez del mundo y estás sumido en una profunda depresión tenística. Allá el 2005 y sus efímeras condecoraciones y acá esos 2008 insultos que propinó y propinará este felino en el siglo del cibercafé y la terapia.

Un personaje que hace tiempo se comió a su persona y con escarbadientes esparce restos de éste Gaudio versión "toda la vida jugando al tenis y no mejoré ni un poco", que no aprenderá jamás de los errores y tropezará demasiadas veces con la misma...pelotita



Un gato que de felix no tuvo ni el bigote y que decidió ser predecible por ese cascabel que Samaniego le colocó en un apagar de sueños. Que intentó que la impotencia no lo incitase a romper un pantalón en Qatar, que la ira no le sugiriera discutir contra la joven estrella europea en Montecarlo y que la resignación no lo hiciese quedar zapatero y ponerle brillo al zar del tenis indoor en Shangai, pero no pudo, no supo.

Con bronca y sin botas, este gatuno no admirará la sombra de su presente cautiverio ni creerá en el oráculo que ningún dios le baje desde el templo de Salomón. Tampoco se quitará la gorra ante nadie, ni aún creyéndose el cuento del más miserable, porque siempre tuvo presente en el fondo de su pesimista verborrea que, junto al gigante y a la enorme, fue el único que pudo batir la tierra en suelo galo y pincelar de drive el Phillippe Chatrier. Ah y llorar, de alegría.



Nunca tuvo el alma de hielo ni la cabeza fría, y es por aquello que no alcanzó a reconciliarse con su carácter, ni a dejar de sufrir en cualquier superficie que le diera batalla. Por esto y otro par de malabares con su cabeza, la trayectoria del catedrático de la doctrina “que mal que la estoy pasando” quedará signada como ese último tiro, con soplido de cubilete, en el que hasta los dados tiemblan y rezan por verse involucrados en su propia concepción de quintillizos. Generala o tachar la doble.


Una noche de éstas, como tantas otras en las que dio ventajas, pernoctará y contará ovejas de errores no forzados juzgando ese “game over” de revés que le costó su altar pagano y el despojo de su patrimonio deportivo. Y será la crónica de un retiro tan anunciado que valdrá su propio peso en oro. Así nomás se irá el micifuz de las cien mil y ningún sonrisas, entre insomnio, ronroneos y maullidos, sabiendo distinguir las dos caras que su raqueta le supo mostrar. Ésa en la que fue rey indiscutido del polvo y ésta en la que tiene que limpiarlo de su rostro cuando ese drop pegó en el fleje y la bomba de miedo se hundió para siempre de su lado y en su gorra, que finalmente se cayó.



Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso
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