viernes, 24 de julio de 2009

Entre Líneas


"Mil palabras valdrán más que una imágen"

El Juego


I

La galería era gigante. Inmensa. Con pisos de baldosa blancos y negros, dispuestos de tal manera que recordaban un tablero de ajedrez monumental. Sus largos pasillos se extendían en todas las direcciones y ramificaban otros senderos de longitudes desconocidas y formas laberínticas.
La procedencia de la luz era un misterio, pero cubría la totalidad del lugar dándole una luminosidad plena. La amalgama de colores se trenzaba en una incandescencia blanca, cristalina y amarilla. Rara.
Gruesos muros, sin ventanales, la cercaban e impedían observar el exterior, si es que había uno. Porque este lugar además de increíble, era inexistente. Al menos para la creencia y saber humanos. Pero tan real como las supersticiones, las cábalas y los remedios caseros. Una realidad a medias. Una realidad sin comprobación física.
A ella llegaba todo lo que se perdía. Todo lo irrecuperable. Todo lo que no era. Todo lo que dejaba de ser y lo que no fue.
Desde monedas caídas en almohadones de sofás hasta botones de camisas mal cocidos. Desde penales mal pateados hasta billetes de lotería con aciertos nulos. Desde caminos mal seguidos hasta momentos y situaciones irrepetibles. Desde besos arrebatados, inesperados y sin dueño hasta enfermedades sin cura. Desde las respuestas a todas las preguntas hasta las preguntas que jamás tienen respuesta. El lugar: un misterio, si es que era un lugar.

II

Nahuel apagó el televisor. La película había resultado malísima. Los créditos del final le hicieron preguntarse si era necesario involucrar a tanta gente para semejante proyecto bizarro, pero pronto olvidó el asunto y a tientas en la oscuridad se incorporó. El dormitorio era un desastre. Un basural. Las jeringas aún estaban sobre la mesita de luz. Las botellas medio vacías descansaban horizontalmente en el raído piso de parqué. Al pararse, las apartó con el pié y se dirigió al cuarto de baño. Abrió la canilla y mientras se lavaba la cara trató cuidadosamente de no tocarse las heridas. La noche había sido dura. Huir de ese casino con una deuda exorbitante le había dejado consecuencias en todo el cuerpo. Marcas. No había sido una buena idea. Tenía suerte de estar vivo. ¿Lo estaba?. No lo sabía. Las drogas, el alcohol y los juegos; ese cocktail peligroso. Lo hacían dudar.
Por unos segundos se contempló en el espejo. Estaba vivo, aunque la paliza había sido brava. De las peores que había recibido (estaba acostumbrado). Esbozó una sonrisa y se volteó para mirar su habitación. El viejo catre yacía desarreglado, rodeado de revistas y diarios viejos. Revistas de contenido erótico y suplementos de resultados de carreras de caballos. Su lectura de cabecera. Su vida. Su mundo y universo.
Casi tambaleándose regresó al catre, lentamente se acostó y cerró los ojos.

III

La oficina estaba impecable. Recién encerada y limpia. Un escritorio redondo de caoba lombarda se erguía imponente en el centro de ella, mientras que estantes asturianos que iban del piso al techo cubrían las paredes de libros de negocios, contabilidad, finanzas y alguna que otra literatura de género fantástico. Un Monet y un Picasso colgaban respectivamente de las únicas dos paredes desnudas de ese toque bizantino dándole al entorno una bocanada de aire barroco. Una oda al buen gusto. Una acertada combinación de estilos arquitectónicos.
Manuel dejó los papeles que estaba leyendo y se sentó en su mullido sillón de ejecutivo. Utilizando los pies, lo hizo girar hasta que estuvo de frente a la ventana que antes estaba a su espalda. Allá afuera, sobre la Avenida principal, gente de todas las clases corría de un lado para otro en diferentes direcciones. Manuel rió al compararlas con el traqueteo incansable de las hormigas. Para él, las personas no eran más que una colonia de hormigas que dividía su trabajo, tenía relaciones miméticas, comensales, parásitas y mutualistas entre sí. Ese paralelismo minucioso le dio náuseas. Asco. En su comodidad imperturbable y aburrida, nunca podría imaginarse entre ellos. Ni siquiera por un instante. Su nacimiento en cuna de oro, sus cuentas bancarias en diversos países del mundo y su gerencia general lo convertían en un dios, en su propio y único dios. Un dios numérico y cotizado, que carecía de sentimientos y que sumido en una frialdad suprema creció entre la avaricia y la soberbia.
Reclinó su portentoso sillón y entre Venecia y su campo de golf logró dormirse.

IV

La luz lo tumbó. La cabeza le daba vueltas y tenía la garganta seca. Sus adicciones le habían dado sensaciones similares pero esta vez era distinto. Se sentía raro y no recordaba nada de la noche anterior. Estaba en un lugar extraño y perturbador, pero incómodamente familiar. Lenta y sigilosamente comenzó a caminar por lo que parecía un largo pasillo cuya desembocadura se perdía en el mismísimo infinito. Al instante, su avance se vio interrumpido por cercanos y siniestros pasos que sintió desde atrás. Fingiendo seguridad y sabiéndose débil giró para enfrentar a su perseguidor.
El shock paralizó a Manuel. Delante de sus incrédulos ojos había una persona. Sosteniéndole la mirada y dentro de su estupefacción vislumbró en su hiperventilada retina el mismo miedo. La misma sensación de irrealidad estaba abordando a la persona que tenía enfrente: Nahuel.

V

En el extenso pasillo la incredulidad de ambos se mantenía, quizá para siempre. Quizá no. Ya no había otra salida. Nunca la habría o nunca la sabrían. La fosforescencia los elevó...

La galería era gigante. Inmensa. Increíble pero definitiva y científicamente existente para la creencia humana, porque se trató siempre de un juego. Un juego donde sólo se retrocede. Sin turnos, ni instrucciones. Con casillas de baldosa blancas y negras, dispuestas de tal manera que sin duda formaban un tablero de falso ajedrez para compulsivos y frenéticos. Para aquellos a los que sus propias reglas les otorgaron más desventuras que buena fortuna y no quisieron o no supieron verlo. Un retroceso por cada uno de sus excesos. Y mientras Nahuel y Manuel retrocedían rauda y repetidamente, un resplandor enceguecedor fue desvaneciendo sus pesadas piernas. Una luminiscencia plena. Brillante, blanca, cristalina y amarilla. Rara.

En construcción

Tengo el agrado de presentar "Entre líneas". Se trata de la nueva sección del blog que entrará en vigencia a partir del día de la fecha. El encargado: Federico Enriquez. Mi descriptivo amigo compartirá más de mil palabras semanales que transformará, como él solo sabe hacerlo, en nítidas imágenes para nuestras almas.

Cambiará tu día...


"Mil palabras valdrán más que una imágen"


















miércoles, 8 de julio de 2009

Prince Naseem Salom Ali Hamed


El encierro lo desconcertó. Jamás imaginó que una sensación tan usual en su vida, como la de sentirse atrapado, lo asfixiaría y lo perturbaría. Le haría perder la razón. Era un encierro diferente. Este no lo dejaría groggy contra un rincón del cuadrilátero, porque estaba sólo. Porque no había cuadrilátero, ni rival. Porque ese cuchitril destartalado como su andar le destapaba la única verdad: estaba preso.

El declive del subyugado príncipe tuvo origen en su única derrota y esa era su aflicción. Esa noche, la cárcel no le molestaba tanto como el fantasma de haber perdido su invicto alguna vez. Su poder le evitaría cumplir la condena por haber atropellado a un peatón con su opulento Mercedes, pero le quitarían y se quitaría la corona de la dignidad. Naseem Hamed seguía en el 2007 y ni insultando a la reina Isabel, como en sus boatos tiempos, podía recuperar su indestructibilidad, su honradez. Su vida.
La existencia del ex prodigioso púgil no aceptaba pastillas y las ojeras del profesionalismo mostraban la fatiga del doceavo round. Al sexto de nueve hermanos lo invadía la fragilidad y pernoctaba una vez más impactado por la crudeza de la antimaterialidad. Por las golosinas vendidas en el kiosco de su padre.
Y éste insomnio no lo dejará deleitarse noqueando argentinos (Sergio Liendo, Remigio Molina y Juan Gerardo Cabrera) y lo mantendrá bien alejado de su propio y aspero punch que con tanta malicia ególatra supo desparramar desde Sheffield al Madison Square. Desvelado, sin artimañas y jorobado de Notre Dame, este astuto Inglés sobrará al destino y no al derrotado de turno que ya no le permite hacer piruetas pre-K.O para coquetear con la TV.
Con lágrimas en sus victoriosos guantes de antología sentirá el vacío de su quietud. En la vigilia no hay rap, ni coreografías. No hay éxito ni Livingston, ni Wembley en su carrera. La trasnoche le cuadra perfecto. El bailarín de las caderas rotas y de los súbitos reflejos ya no driblea con la guardia baja presumiendo su rapaz estilo y sus títulos mundiales (Supergallo CMB, Pluma OMB y FIB).
Ya no se excede y no boxea, tampoco puede dormir. Ni en sueños se permite el tiempista de los invictos disfrutar de esos cinco madrugones boxísticos: Alan Ley, Laureano Ramírez Padilla, Daniel Alicea, Paul Ingle y Remigio Molina. Ni sufre pesadillas con mariachis que le sellan el destino por puntos, porque no puede pegar un ojo. No quiere.
Será entre jadeos utópicos y efímeros, como su fama, que le alzarán la derecha con sus 31 nocauts, con su dance al swing de "Thriller" y con ese touch and go contra cualquier peso pluma que quisiera hacerle cosquillas.
Balbuceará ante al abucheo de 14 mil personas que no verán burla ya en su prodigioso misil teledirigido y todo habrá pasado. Y en esa farfulla de yemen sentirá poco a poco el vértigo de sus párpados. Se dormirá...y será el mexicano Barrera quien lo despertará de un trompazo a su gloria que lo dejará sin Hall of fame, sin ego. Y sin registro de conducir.

lunes, 6 de julio de 2009

Bellos años



Los nombres por Roberto Fontanarrosa


Porque también la cosa está en los nombres, en cómo suenen, en las palabras, pero más, más en los nombres porque se puede estar transmitiendo agarrado al micrófono con las dos manos, casi pegado el fierro a la boca, y la camisa abierta, transpirada y abierta, los auriculares ciñendo las orejas y las sienes como un dolor de cabeza y ahí valen los nombres, tienen que venir de abajo, carraspeados, desde el fondo mismo del esternón, tienen que llegar como un jadeo, lastimarte, tienen que ser llenos, digamos macizos, nutridos, eso, nutridos.


Tienen que llenar la boca, atragantarla, que se los pueda masticar, escupir, como pueda ser digamos Marrapodi , viejo, Marrapodi, ¡ volóoo Marrapodi y echó al córner!, Marrapodi llena la garganta, sube, se puede arrastrar, no queda encía, muela, paladar sin Marrapodi, para deletrear casi con asco, con afonía. No. Marrapodi además volaba y se quedaba colgado en el aire con la pelota suya como un dirigible, remata, ¡vuela Marrapodi y atrapa! Roque Marrapodi, para colmo, nombre para reventarse las venas del cuello y que lloren los ojos por un solazo bárbaro de domingo a la tarde, lleno de gente porque entra Borello o quien sea y ¡tiraaa! y allá sale disparado Marra como un lanzazo, la boca abierta, más abierta, los ojos casi en blanco, el pelo exagerado en el aire, un pie aquí, el otro allá, un manchón verde, uno gris, ese golpe en la punta de los dedos como quien puede manotear un pájaro, una gaviota, caer hecho un manojo en el aire, los bigotes misturados de césped, el olor, relojear por bajo el brazo y la ingle dónde fue a parar esa bola y gritar sintiendo la garganta afiebrada de flema volóooo Marrapodi, medio arrastrando entre los dientes y la lengua la doble erre porque ya el flaco con el fulbo bajo el brazo va a buscar la gorra que quedó en el otro palo.





O quizás Carrizo, pero menos, no tiene tanta fuerza decir Carrizo, tal vez en la zeta está ese olor a naranja, a cigarrillo, pero por ejemplo Camaratta, otro, Camaratta, vamos viejo, Camaratta viene el centrooo... y son tenazas las manos de Camaratta, ¡dos garfios Camaratta!, cómo no va a tener tenazas Camaratta aunque no se debía tirar, a Camaratta le debían reventar pelotazos en el pecho desde medio metro y el ruido se debía escuchar hasta en la otra cuadra y viene el rebote, entró Pontoni, tiróoo, sacó Camaratta, de nuevo un balinazo en el tórax inmenso de Camaratta con el pelo mojado sobre la frente y una lluvia de sudor desprendida de su nariz y el sudor en los ojos, ¡cómo le debía picar! y se quedaría tirado tras el tercer rebote en el suelo como un cachalote con la media derecha caída , sangrante y terrosa la rodilla, porque Camaratta siempre debía jugar en cancha de Atlanta donde es pura tierra y cada entrevero era una polvareda tremenda, donde catorce hinchas se morían de calor y odio y miles pero miles de argentinos escuchaban succionados por la radio la voz porteña del balompié, pasión de multitudes, ¡Ca-ma-ra-tta!, salvó su arco de segura caída, Camaratta carajo, no Blazina por ejemplo porque Blazina es como decir felino o colina, algo plástico, estético, mirko volaba en treintaitrés revoluciones, ahora un brazo, después el otro, flexionar la rodilla, una gambeta blanca blanca pero todo en cámara lenta, muda, como un vacío que se hubiera chupado el rugido de la tribuna, sólo Blazina planeando, en blanco y negro para colmo, que eso no es para hinchas, es para artes visuales.





No, no se puede transmitir sin esos nombres, ojalá estuviera Marrapodi, o Camaratta , o Macarrata, o Camarrodi, Macarrata, ¡se tiiira Macarratta! ¡Voló!, el micrófono hecho un puñal, un puñetazo sudoroso, ¿cómo puede haber un arquero García por ejemplo, García, qué se va a decir?, volóoo garcía, si queda en la boca esa sensación desierta y adormecida de cuando uno come pastillas de menta, volóoo García, qué mierda va a volar ese boludo. Que se quede parado para eso.








Los nombres II por Matías Lebrante







Que no se mueva, que se quede estancado al piso. ¿ Qué sensación puede contagiar García? Ninguna. García no; y mejor no profundizar porque me duerme García. Me da modorra. García y otros más. Como esos de cotillón, esos que a priori te los venden, pero son engaña pichanga de patatúz. Porque los Lux o los Ayala nacieron para ser players con balón bajo pie, como Roberto o Javier, y no para agonizar embadurnados en lodo librando batallas en un área bajo los tres postes . Engancha De Blasis, lindo recorte del interior zurdo, que ve el hueco entre Ayala y el poste. Está para rematarrrrrr y Ayalaaaaaaa! ¿Ayala qué? Ayala seguro se lo morfa, es gol seguro. ¿O Lux? Hace la estatua Lux, no se tira. Lo aseguro: no se tira. Pero no entremos en esos porque se me cruzan los cables. No quiero ni pensarlo. Hablemos de los Bossio, porque hay sensaciones encontradas. Carlos "Chiquito" Bossio es una cosa, el apellido colabora, ese diminutivo asonante le imprime en verso un mesurado color de ocio, de astucia, de mito y está el otro Bossio, que le decían "maravilla elástica", se llamaba Ángel y además jugaba en Talleres de Remedios de Escalada, es otra cosa. Son palabras mayores: Ángel "maravilla elástica" Bossio sacando dos cabezazos desde el área chica. Un cabezazo que cabecean dos jugadores al mismo tiempo desde al área chica, ahí está mejor. Eso produce la fulgurante maravilla, brilla, se estira, se eleva, vuela y aletea porque además es Ángel. Es así, como Comizzo que además de Ángel tiene David, esa alma samaritana de jóven pastor que le ataja con una venda en los ojos un puntinazo al gigante y también lo mata. Lo mata por comizzo, por comisario, por cobrizo.



Los colombianos son marketineros. Son cabales, íntegros. Atestados. Tienen ese aroma a recuelo, a cafetucho, a Farid Camilo Mondragón Alí. Que tiene el truco en Alí, en lo breve. Diferente es Farid Camilo Mondragón sin Alí. No hay punch. No hay trompada de Mohamed. Aunque el Mondragón es mitológico, una mandragora, un dragón mundano hecho guasón. Un monstruo ilusorio, fantástico. Óscar Eduardo Córdoba Arce, un agente secreto de las redes, masticable y triturable aunque sin la tilde en Óscar queda vacía la olla, como De la Hoya o Navarro Montoya que es un "Mono" pronunciable, chistoso y de barro, de troya. Un fenómeno. Si, los colombianos gustan. Se disfrutan...Ahh y René Higuita, ese si. Una golosina de higo que mastica una rana y te anima el espectáculo. Prodigioso. Pero me quedo con esos nombres, nombrazos largos che, esos que son bien completitos, que te dejan repleto. Encima esos retienen, la atajan en un tiempo. No dan rebote. ¿Qué quieren que les diga? Para mí es así. Los que tienen estos nombres no dan rebote. ¿Germán Adrián Ramón Burgos en dos tiempos?. La muestra, la eleva con una mano José Luis Félix Chilavert para mostrarte que está mansita, segura. Porque pongo la firma donde sea, apuesto lo que sea, lo- que- sea eh... O acaso Sergio Bernabé "Superman" Vargas Buscaglia no ataja criptonitas desde el área chica. O no ceden ante la presencia del colosal Sebastián "Terremoto" Cejas, un verdadero fenómeno..meteorológico. Aunque está Puentedura que capaz por ser Leopoldo es bueno con las manos, pero es patadura, no te podes fiar. Y pensandolo bien...está Gullota, José Luís Martínez Gullota es contundente si, suculento pero tiene algo de bellota, de gula, de gol en contra.











Roberto López me enfurece. Roberto y López...ni siquiera le dicen "chupa", ni "piojo", ni "oruga", ni "abispón verde", ni "balcón", ni nada. No es nada, es López y ni siquiera Víctor o Eliseo o Isaac. López no corta centros. Y si corta uno, acordate: se le escapa. Disculpen exhabruptos pero me transformo con López, me irrita López y también Franco, brasilero como branco y manco, o Saja que se evapora, baja, decae y no ataja. Pero no entremos en esos porque hay uno...hay uno con el que no puedo. Me desanima. Me deprime y no quiero.







Está en eso viejo, en sentir el nombre. Porque está Noce. Enzo Leonardo Noce, que depende pura y exclusivamente de la pronunciación, porque Noce no sabe. Es goleada en contra, duda y miedo. Es un cagazo bárbaro; y Noche es oscuro, da miedo, a él le temen. Al que también le temen es a Rugilo y eso lo salva. Lo salva ser "El león de Wembley". Lo salva rugir y ser un buen pupilo.











Está en morder el apellido, en comerlo como a Poletti, Alberto Poletti es como un almuerzo con la "Chiqui" pero de polenta y fideos, él sale con los pies como Biasutto y Buticce. Juega para atras apretado en la salida el rústico Rodriguez y Poletti despeja fuerte y alto. !Que seguro está Poletti con los pies hoy, que dominio!. Pero hay otros que no. Son insulsos y no hay vuelta que darle. No como José "Vasco" Buruca Laforia. Que sabes que no tiene guantes, pero es vasco y atajó en Barracas. Buruca Laforia es relatado rápido, por los relatores viejos, de bigotes. No se prolongan sílabas. Buruca Laforia es goalkeeper como Botasso, cancerbero como Cozzi, Carnevali o Isola. Son goleros, no arqueros. Es un golpe corto, un pum, un Bacigalup. Eduardo Bacigalup, un gulp, técnico, recto y vuela tomando gaseosa. ¿El primer tiempo te dejó sin aliento? Bacigalup cola te refresca. Bacigalup cola, un glup de sabor.











Porque para prolongar están los Cristaaaaaaaaaaante, Brillante Cristanteeeeeeeeee! Donde debe estar. Siempre bien ubicado. Los silábicos son largos pero gomosos. Son chirlos como Yustrich, o lechuguinos como Cancelarich y Buljubasich.











Y es que la cosa está en los nombres, en como suenan, en el todo absoluto, pero mas en los nombres. Se va en velocidad Urrutia, no lo para nadie a Urrutia, el Flecha Urrutia queda mano a mano con el arquero, qué hará Urrutiaaaaaaa? Y...depende. Depende de quien es el guardián de turno, por qué si achica Julio Elías "El Gato" Musimessi, Urrutia la cuelga, le tiemblan las patas, se hace minúsculo. Visitante.







Después están los vip. Esos distintivos, ese toque de cogote, de recoleta, de alcurnia y de Laureano Tombolini o José Pablo Burtovoy. Son los menos, los Joaquín Irigoytía, son llamativos pero no de la gente. No son Scoponi. Scoponi es Copani y no canta, como Pogany. Lo escupís de lo lindo que sale. Norberto Hugo Scoponi. En parte es vomitivo, pero adictivo. Es un escocés sin pollera montado a un pony con jopo. No son Maltagliatti. Damián Alejandro Maltagliatti, un arquero cervecero, como Schulmeister, gatuno y malcriado...Que fuerza Maltagliatti, un remolino. Si fuera relator le diría remolino, no...torbellino. Tiro Libre crucial. Se para frente a la pelota Barrientos, última jugada. Maltagliatti espera agazapado. Agazapado? Maltagliatti? Por favor. Barrientooooooooos, Maltagliattiiii. Con lo justo alcanza a sacarla al córner. Fenomenal El "Torbellino" Damián Alejandro Maltagliatti. Que épocas las de Maltagliatti, que nostalgia...Por cosas como estas, por los nombres y la melancolía, es que termino diciendo cosas que no quiero, pero me salen solas. Boludeces, pero se terminan escapando, por cosas como estas afirmo que Pontiroli con todo su pantano y su chirola es mejor que Ustari, una uvita rica pero seca y que venga alguien a discutirmelo. Y dejemoslo acá, porque no quiero amargarme. ¿Para qué?. Es que no puedo conmigo, no puedo. Ya está... ¿Ignacio González? No quiero ser grosero, pero Ignacio González. Blanco, lábil...inodoro y todo su contenido: una mierda. Una verdadera cagada. Que ganas de pasarla mal, de pensar en negro, bah en marrón, en marrón caca, en marrón González, en marrón García, aunque siendo honesto González García suena noble, suena bien. Ma´ si, en marrón López.

miércoles, 1 de julio de 2009

Curiosidades


Igualito a Beckham

El guacho era igualito a Beckham. No digo como jugador, para nada. Un queso con la pelota. Era igualito de jeta, de facha, nada más.¿Cómo fue que cayeron de gira estos nabos a nuestro club? La verdad que nunca me enteré bien si los invitamos nosotros o se ofrecieron ellos.
Supongo que fue idea del Ronco Mansilla, el más entusiasmado con el asunto.


Ahora digo, ¿cómo no se le ocurrió organizar algo con un equipo brasilero, mexicano, o colombiano? Gente que juega al fútbol al menos. Si quería hacerse el raro o el moderno hubiera buscado un equipo holandés, pero no estos yankies rubiecitos que no saben lo que es una rabona ni nada que valga la pena.



Se armó flor de revuelo con la llegada de estos pibes. Unos días antes pintaron el club (las partes más visibles, claro); arreglaron de una vez por todas la caldera del vestuario visitante y hasta organizaron un comité de bienvenida que los fue a recibir a Ezeiza: diez giles que seleccionó el propio Ronco entre los pocos que sabían tres o cuatro palabritas en inglés. Digo giles porque el Ronco los hacía quedar después de entrenamiento como una hora practicando el idioma con la vieja de Braian que casi fue maestra de inglés.


Cuando llegaron los yankies no hablaban ni una gota de español. Bueno, sí, una palabra: “Gracias”. Era lo único que sabían. Después cuando se fueron ya habían aprendido unas cuantas y entre esas aprendieron, las infaltables, las básicas: “boludo”, “pelotudo”, “concha tu hermana”; que lo decían así, todo junto: “conchatuhermana”, como si fuera una sola palabra. Los guasos les enseñaron lo peor y se cagaban de la risa de la forma en que hablaban.


Ellos eran treinta, más o menos, trajeron gente para jugar contra la quinta y contra nosotros, la cuarta. Eran de Boston, Masa no sé cuanto y seguro que todos estaban cagados en guita. Ojo que no eran ningunos boludos, al contrario, algunos eran muy rápidos. Y el más rápido era el que le decíamos “Beckham”.


El chabón, feliz con el apodo. Hubo bastante gente para ver los dos primeros partidos. Arrancó la quinta ganando 2 a 0, tranquilos, y la rematamos nosotros con un 3 a 2 mentiroso. Mentiroso porque tenía que haber sido 5 a 0 mínimo pero el réferi alcahuete que nos pusieron nos anulo un par de jugadas de esas que son gol aunque te salgan más o menos y de yapa le regaló dos penales a los yankies que no existieron. En el primero cobró agarrón de Juancito Greco que sólo vio él, y en el otro me cobró falta a mí sobre Beckham cuando juro que nunca saqué tan limpia una pelota. Para colmo lo pateó el puto ese de Beckham y lo gritó como si fuera el gol de la final del mundo. Eso fue el viernes, el sábado hubo actividades de entrenamiento compartido, muy livianito, por la noche un baile en el club y el domingo la revancha.


Y así fue, justamente, la revancha. Porque lo busqué todo el partido y el marica se me escapaba. El área nuestra no la pisaba ni de milagro y cuando yo subía a cabecear algún corner, él se paraba de contra o esperando el rebote. Alguna iba a tener, pensaba tratando de mantener la calma, y ahí vino. Cuando el réferi marcó la falta, a unos 6 metros del área grande, salí disparado, decidido a patear el tiro libre. Pobre Rusito no entendía nada cuando le manoteé la pelota. Se quedó medio mudo, lo aparté con el brazo y no le quedó otra chance que salirse, que dejarme el tiro libre.




Acomodé la pelota, retrocedí unos cuatro pasos, los suficientes. Recién ahí levanté la mirada. Todos hubieran mirado el arco, yo no, yo quería asegurarme que Beckham todavía formaba parte de la barrera, que estaba ahí. Lo miré. Ya no tenía la sonrisa de ayer a la noche en el baile cuando todas las minitas revoloteaban a su alrededor, cuando todas le decían lo lindo que era, cuando lo encontré apretándose a Yamila, el ángel más lindo del club, tratando de meterle manos por aquí y por allá. Ahora con esas manos se protegía las bolas, se equivocó.




El puntinazo me salió fuerte, muy fuerte, como esos balinazos del "Petaco" Carbonari: fulminante. Todo el tiempo tuve mis ojos puestos sobre el rostro de Beckham, sobre esa linda carita. Pude ver cómo se transformaba mientras se daba cuenta de la dirección y el destino de la pelota. Pude ver su pánico en el instante antes de recibir de lleno el pelotazo en medio de la jeta. Un pelotazo seco, duro, inolvidable. ¿Igualito a Beckham dije? Ya no.




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