lunes, 23 de mayo de 2011

PATRIMONIO FEDERAL





Ricardo Alvarez es nuestro. No me interesa que su patronímico apellido con descendencia europea sea de la rama más antigua de Asturias, tampoco la versión de los Alvarez de León y muchísimo menos que su nombre sea de origen netamente germánico. No me interesa con este Ricardo Alvarez en particular, con el de Vélez. Con el desfachatado alfiler de "La Paternal" que no es argentino porque es "argento", que es lunfardo por atorrante y atorrante por papi fútbol. Ese que para llegar a primera, made in Caballito, Parque y Boca Juniors, padeció el síndrome Lio Messi, se bancó la pandilla canterana completa y debió encapsular su explosión hasta el 2011, luego de un partido para el desgarro contra Independiente en 2008.






El flaco desgarbado que tiene la rabona en el hipotalamo, el cuero en el esófago, el don natural de zigzaguear hasta su alma y...un pie afuera del país. Aquel que por el solo hecho de ser Ricardo es poderoso pero que se encarga de ratificarlo cada domingo con su alma de cafirulo caradura, manejando la orquesta velezana de Gareca al compás de algun que otro pícaro eslalon de muñecos. El p.b.t que no es ningun Pan Blanco Tostado, que mas bien por ser de Viena tiene futuro cogotudo en Europa y que, de hecho, ya habría firmado un precontrato bacán con el equipo inglés que lo quiere en su poderoso Arsenal. El diamante que en bruto suena ordinario con pasaporte en mano y destino de crack que nos quieren arrancar y adjuntar a la precoz lista de los entrañables no emancipados. Ese que no quiero que sea Real, ni Culé, ni pise el Camp Nou. Que no sea ni Red, ni Blue, ni White, ni Old, ni Young Trafford. Ni siquiera Internacional, romano o salame de Milán. Lo quiero acá, en Liniers y con escarapela. Lo quiero acá egoísta y argentino como yo. Por eso el arranque imperativo, el brote colérico, la exacerbación y la bronca, porque indudablemente su coraje tiene fecha de vencimiento federal y, con apenas 38 ingresos por el túnel y 23 porotos, el osado tiempo se atreve a pasar y se agota. Porque ese metro ochenta y ocho de fútbol sin chamuyos, ni triquiñuelas para lonyis abandonará el ocaso de Belgrano y dejará de compartir su polifuncionalidad, su exquisitez, su plasticidad y el endiablado uno contra uno del Siglo XXI para tan sólo regalarnos míseras y Monumentales exhibiciones esporádicas... y vaya a saber uno cuando y como lo devuelvan.




Por esta falta de exclusividad, por este drama que me quiero hacer y por el cuento que nos quieren vender lo plasmo por escrito, lo estampo con furia, con firma y sin tapujos, porque es lo único que puedo hacer: Ricardo Alvarez es nuestro. Lo leo, no me alcanza y me sobra nostalgia, porque por ahí sangra mi herida, la herida nacional de Ricky Maravilla, del que ni siquiera pudo aferrarse a la Celeste y Blanca que ya se la tuvo que sacar. Del cianta-puffi fanático de Sabina, de Román y de Zidane, que siendo coherente a su forma de vivir el fútbol y a los tiempos que corren nos duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.

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