jueves, 10 de mayo de 2012

RESIDUOS


  

Un hombre y una mujer se encuentran en el palier, cada uno con su bolsa de residuos. Es la primera vez que se hablan.
- Buen día.
- Buen día.
- Usted es del 610.
- Y usted del 612.
- Si.
- Todavía no lo conocía personalmente.
- Ajá.
- Disculpe mi indiscreción, pero he visto sus bolsas de residuos...
- ¿ Mis qué?
- Sus residuos.
- Ah.
- Note que nunca es mucho. Su familia debe ser chica..
- La verdad, soy yo solo.
- Hmmm. Vi también que usa mucha comida en lata.
- Es que tengo que hacerme la comida. Y cómo no se cocinar..
- Entiendo.
- Usted también...
- Tratame de vos.
- Vos también perdoná mi indiscreción, pero vi algunos restos de comida en tus bolsas. Champiñones, cosas por el estilo...
- Es que me gusta mucho cocinar. Hacer platos diferentes. pero como vivosola, a veces sobra...
- ¿ Usted... vos no tenés familia?
- Tengo, pero no aquí.
- En Espíritu Santo.
- ¿ Cómo sabés?
- Vi unos sobres en la basura. De Espíritu Santo.
- Sí. Mamá escribe todas las semanas.
- ¿ Ella es maestra?
- ¡ Qué increíble!¿ Cómo fue que adivinaste?
- Por la letra en el sobre. Me pareció letra de maestra.
- Usted no recibe muchas cartas. A juzgar por sus residuos...
- Y.. no.
- El otro día tenía un telegrama abollado.
- Sí.
- ¿Malas noticias?
- Mi padre. Murió.
- Lo siento mucho.
- Ya estaba muy viejito. Allá en el Sur. Hace tiempo que no nos veíamos.
- ¿ Fué por eso que volviste a fumar?
- ¿ Cómo sabés?
- De un día para otro empezaron a aparecer en tu basura etiquetas de cigarrillos.
- Es cierto. Pero conseguí dejar otra vez.
- Yo, gracias a Dios, nunca fumé.
- Ya sé. Pero he visto frasquitos de pastillas en tu basura.
- Tranquilizantes. Fue una etapa. Ya pasó.
- ¿ Te peleaste con tu novio, no es cierto?
- ¿ Eso también lo descubriste en la basura?
- Primero el ramo de flores con la tarjeta, arrojado afuera. Después, muchos pañuelos de papel.
- Sí, lloré bastante, pero ya pasó.
- Pero hoy todavía veo unos pañuelitos...
- Es que estoy un poco resfriada.
- Ah.
- Muchas veces veo revistas de palabras cruzadas en tus bolsas.
- Sí..., es que.. me quedo mucho en casa. No salgo mucho, sabés.
- ¿ Novia?
- No.
- Pero hace algunos días había una foto de una mujer en tus bolsas. Y muy bonita.
- Estuve limpiando unos cajones. Cosas viejas.
- Pero no rompiste la foto. Eso significa que, en el fondo, querés que ella vuelva.
- ¡ Vos ya estás analizando mis residuos!
- No puedo negar que me interesaron.
- Qué gracioso. Cuando examiné tus bolsas, pensé que me gustaría conocerte. Creo que fue por la poesía.
- ¡ No!¿ Vos viste mis poemas?
- Los ví y me gustaron mucho.
- ¡ Pero son malísimos!
- Si realmente creyeras que son malos, los habrías roto. Solamente estaban doblados.
- Si hubiera sabiado que los hibas a leer...
- No me los quedé porque, a fin de cuentas, estaría robando. A ver, no sé; lo que alguien tira a la basura, ¿ sigue siendo de su propiedad?
- Creo que no, la basura es dominio público.
- Tenés razón. A través d ela basura, lo particular se hace público. Lo que sobra de nuestra vida privada se integra en las sobras de los otros. Es comunitario, es nuestra parte más social. ¿ Será así?
- Bueno, ya estás profundizando demasiado con el tema de la basura.
Creo que...
- Ayer, en tus residuos...
- ¿ Qué?
- ¿ Me equivoco o eran cáscaras de camarones?
- Acertaste. Compré unos camarones grandes y los pelé.
- Me encantan los camarones.
- Los pelé, pero todavía no los comí. Quizás pordiíamos...
- ¿ Cenar juntos?
- Claro.
- No quiero darte trabajo.
- No es ningún trabajo.
- Se te va a ensuciar la cocina.
- No es nada. En seguida se limpia todo y se tiran los restos.
- ¿ En tu bolsa o en la mía?
(Por Luis Fernando Veríssimo)

viernes, 4 de mayo de 2012

LA SOLEDAD DEL BOXEADOR




 Nadie sabe mejor que un boxeador qué es la soledad. Solo al fin, único escudo de vida contra la topadora que amenaza con hacerlo papilla, quién puede decirle cómo es la noche a la hora de contar parientes ausentes, amigos esquivos, mujeres de humo o cronistas policiales devenidos en pontífices del humanismo.

No es necesario el témpano de un quirófano para hincarle las uñas a la soledad. El boxeador siempre responde al timbre cuando el banquito se esfuma, y ningún paracaidista con o sin micrófono podrá explicarle los sonidos del silencio, esos que él procesa en su interior como un líquido sin gusto mientras piensa en salvar el pellejo, ganar si puede, y conformar a los responsables del ruido, tan cómodos en la tribuna y tan lejos, tan inmensamente lejos de la soledad a secas que habita dentro del ring, a años luz de las butacas de primera fila.

Boxear tiene poco que ver con herir y mucho con ser herido, una de las formas más primitivas de comprobar que estamos vivos, que somos humanos, que se puede elegir el camino del sacrificio extremo, a veces cerca del delirio o de la ofrenda definitiva, a veces - las menos - golpeando las puertas de la gloria.

A pocos les interesa si un boxeador está fuera de peligro o si se repone para seguir luchando contra la pobreza y la marginación. A muchos les gustaría que lo enterrasen mojado con las lágrimas de diez mil cocodrilos con sangre de pato. Pero él ya pasó por ese trance. Porque sabe cómo es eso de sentirse solo.

(Enrique Martín) 

miércoles, 2 de mayo de 2012

VINDICACIÓN DE MATÍAS ALMEYDA

15 de Mayo 2011 (River 0 - Boca 2)

 
Labruna se tapaba la nariz al ingresar a la Bombonera. Eso era trash. Pero cuando expresar amor se convierte en sinónimo de violencia empiezan las confusiones. Quien se siente agredido porque otro besa una camiseta es un enfermo. Es casi como justificar una violación porque una mujer se puso una minifalda. No es Almeyda el problemático, es la dinámica semiológica del fútbol la que se apoya en una serie de supuestos erróneos. Una cosa es reconocer que dentro del sistema gestual de un partido la conducta de Almeyda genere una reacción ofensiva. Otra es compartirla. La pregunta es: ¿por qué los hinchas de cualquier equipo en vez de festejar un triunfo genial (como el que Boca lograba sobre River) se dedican a insultar a un jugador del equipo contrario? La gente que se preocupa más por las desgracias de los otros que por el porvenir de sí mismos arruina la vida. Ahí están, fijándose qué hacen sus ex novias, preguntando qué tan mal le va a algún tipo que no se bancan, etc.
El ataque de Almeyda está ampliamente justificado. Dejemos a los apólogos de la moral (ajena) considerar si estuvo bien o mal. Pensemos en el estado de su cerebro al momento de la expulsión. En sus terminales nerviosas. En el ritmo de su corazón. Se terminaba un partido muy parecido a una pesadilla. Perder 2 a 0 con el clásico rival y ser el capitán. Que tu arquero se haga un gol en contra. Que el árbitro no haya cobrado penales claros. Que Clemente Rodríguez te boludee. Que Funes Mori le quiera dar de volea y se la pase a un contrario. Que Ferrari nunca juega bien contra Boca. Que con ese resultado quedaban a un paso de la promoción. Que Palermo haga un gol histórico. Perder, aun con Boca jugando mal y con Riquelme cagándose de risa en el corner porque se acordó de la publicidad de las papas fritas. La situación se asemeja a lo que Roland Barthes describe, en Fragmentos de un discurso amoroso, como la figura de la "catástrofe". Almeyda, como el sujeto enamorado paradigmático del francés inteligente, debe haber pensado ¡¡¡"me lleva una ola poderosa, asfixiado de dolor; todo mi cuerpo, se resiste y se revuelve; veo, como, en un relámpago claro y frío, la destrucción a la que estoy condenado"!!!
 Por otro lado, despreciar la personalidad de Almeyda, es, a grandes rasgos y claramente, echar un velo sobre parte de la historia de la Humanidad, aquella de los que responden al llamado de Dionisos y mientras todos duermen la siesta, se sumergen en la oscuridad del abismo con los ojos abiertos. Sin Almeyda no existe el Marqués de Sade ni Nietzsche ni Rimbaud ni la generación Beat ni Eric Cantona ni Kinski ni Cristian U. ni Maradona ni Frank Begbie ni Janis Joplin ni Sofía Gala ni el Capitán Ahab ni Lennon ni Luca Prodan ni Miguel Abuelo ni Charly García después de 1994 ni Spinetta entre 1971 y 1973 ni Bukowski ni Virginia Woolf ni Daniel Johnston ni Fogwill ni Don Quijote ni Alejandra Pizarnik ni Tanguito ni Kate Moss ni Samid ni Juanita Viale.
Por último, reconozco que no pertenezco al gremio de los dionisíacos. Tardo bastante en animarme a dar el primer beso. En la Secundaria y en la Universidad siempre me senté al fondo. En los casamientos, mientras todos hacen el carnaval carioca, miro para otro lado. Sin embargo, secretamente, admiro a esos hombres y esas mujeres que transpiran la camiseta. Los que van al frente y se exponen al rechazo. Los que contestan la pregunta y se equivocan. Los que, tomados de la cintura, bailan entre su tía abuela y una prima lejana como si en ello se les fuera la vida. Sin estos tipos exagerados, insoportables, inquietantes, el mundo tendría menos gracia que un libro de Marcos Aguinis. Vaya mi reconocimiento, entonces, hacia Matías Jesús Almeyda. May the Force be with you.
 (Por Martin Zariello)
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