lunes, 27 de agosto de 2012

MESSI ES UN PERRO


Por Hernán Casciari

Escribí esto hace dos o tres meses. Pero bien podía haberlo escrito el sábado a la noche, después del cuatro a tres contra Brasil. Esta reflexión apareció en las páginas 128 y 129 de la revista Orsai número seis y, desde que se publicó, me moría de ganas de ponerla en el blog, de contrabando. Solamente esperaba el momento oportuno para que cada palabra tuviera, otra vez, el apoyo de lo inmediato. Y hoy es buen momento. Me reafirmo, entonces, en la teoría del hombre perro.

La respuesta rápida es por mi hija, por mi esposa, porque tengo una familia catalana. Pero si me preguntan en serio por qué sigo acá, en Barcelona, en estas épocas horribles y aburridas, es porque estoy a cuarenta minutos en tren del mejor fútbol de la historia.

Quiero decir: si mi esposa y mi hija decidieran irse a vivir a Argentina ahora mismo, yo me divorciaría y me quedaría acá por lo menos hasta la final de la Champions. Y es que nunca se vio algo parecido adentro de una cancha de fútbol, en ninguna época, y es muy posible que no ocurra más.

Es verdad, estoy escribiendo en caliente. Redacto esto la misma semana en que Messi hizo tres para Argentina, cinco para el Barça en Champions y dos para el Barça en Liga. Diez goles en tres partidos de tres competiciones diferentes.

La prensa catalana no habla de otra cosa. Durante un rato, la crisis económica no es el tema de inicio en los noticieros. Internet explota. Y en medio de todo esto a mí me acaba de pasar por la cabeza una teoría extraña, muy difícil de explicar. Justamente por eso intentaré escribirla, a ver si termino de darle vuelo.

Todo empezó esta mañana: estoy mirando sin parar goles de Messi en Youtube, lo hago con culpa porque estoy en mitad del cierre de la revista número seis. No debería estar haciendo esto.

De casualidad hago clic en una compilación de fragmentos que no había visto antes. Pienso que es un video más de miles, pero enseguida veo que no. No son goles de Messi, ni sus mejores jugadas, ni sus asistencias. Es un compilado extraño: el video muestra cientos de imágenes —de dos a tres segundos cada una— en las que Messi recibe faltas muy fuertes y no se cae.

No se tira ni se queja. No busca con astucia el tiro libre directo ni el penal. En cada fotograma, él sigue con los ojos en la pelota mientras encuentra equilibrio. Hace esfuerzos inhumanos para que aquello que le hicieron no sea falta, ni sea tampoco amarilla para el defensor contrario.

Son muchísimos pedacitos de patadas feroces, de obstrucciones, de pisotones y trampas, de zancadillas y agarrones traicioneros; nunca las había visto a todas juntas. Él va con la pelota y recibe un guadañazo en la tibia, pero sigue. Le pegan en los talones: trastabilla y sigue. Lo agarran de la camiseta: se revuelve, zafa, y sigue.

Me quedé, de repente, atónito, porque algo me resultaba familiar en esas imágenes. Puse cada fragmento en cámara lenta y entendí que los ojos de Messi están siempre concentrados en la pelota, pero no en el fútbol ni en el contexto.

El fútbol actual tiene una reglamentación muy clara por la que, muchas veces, caer al suelo es asegurar un penal, o conseguir que se amoneste al zaguero contrario es propicio para futuros contragolpes. En estos fragmentos, Messi parece no entender nada sobre el fútbol ni sobre la oportunidad.

Se lo ve como en trance, hipnotizado; solamente desea la pelota dentro del arco contrario, no le importa el deporte ni el resultado ni la legislación. Hay que mirarle bien los ojos para comprender esto: los pone estrábicos, como si le costara leer un subtítulo; enfoca el balón y no lo pierde de vista ni aunque lo apuñalen.

¿Dónde había visto yo esa mirada antes? ¿En quién? Me resultaba conocido ese gesto de introspección desmedida. Dejé el video en pausa. Hice zoom en sus ojos. Y entonces lo recordé: eran los ojos de Totín cuando perdía la razón por la esponja.

Yo tenía un perro en la infancia que se llamaba Totín. Nada lo conmovía. No era un perro inteligente. Entraban ladrones y él los miraba llevarse el televisor. Sonaba el timbre y no parecía oírlo. Yo vomitaba y él no venía a lamer.

Sin embargo, cuando alguien (mi madre, mi hermana, yo mismo) agarraba una esponja —una determinada esponja amarilla de lavar los platos— Totín enloquecía. Quería esa esponja más que nada en el mundo, moría por llevarse ese rectángulo amarillo a la cucha. Yo se la mostraba en mi mano derecha y él la enfocaba. Yo la movía de un lado a otro y él nunca dejaba de mirarla. No podía dejar de mirarla.

No importaba a qué velocidad moviera yo la esponja: el cogote de Totín se trasladaba idéntico por el aire. Sus ojos se volvían japoneses, atentos, intelectuales. Como los ojos de Messi, que dejan de ser los de un preadolescente atolondrado y, por una fracción de segundo, se convierten en la mirada escrutadora de Sherlock Holmes.

Descubrí esta tarde, mirando ese video, que Messi es un perro. O un hombre perro. Esa es mi teoría, lamento que hayan llegado hasta acá con mejores expectativas. Messi es el primer perro que juega al fútbol.

Tiene mucho sentido que no comprenda las reglas. Los perros no fingen zancadillas cuando ven venir un Citroën, no se quejan con el árbitro cuando se les escapa un gato por la medianera, no buscan que le saquen doble amarilla al sodero. En los inicios del fútbol los humanos también eran así. Iban detrás de la pelota y nada más: no existían las tarjetas de colores, ni la posición adelantada, ni la suspensión después de cinco amarillas, ni los goles de visitante valían doble. Antes se jugaba como juegan Messi y Totín. Después el fútbol se volvió muy raro.

Ahora mismo, en este tiempo, a todo el mundo parece interesarle más la burocracia del deporte, sus leyes. Después de un partido importante, se habla una semana entera de legislación.

¿Se hizo amonestar Juan exprofeso para saltarse el siguiente partido y jugar el clásico? ¿Fingió realmente Pedro la falta dentro del área? ¿Dejarán jugar a Pancho acogiéndose a la cláusula 208 que indica que Ernesto está jugando el Sub-17? ¿El técnico local mandó a regar demasiado el césped para que los visitantes patinen y se rompan el cráneo? ¿Desaparecieron los recogepelotas cuando el partido se puso dos a uno, y volvieron a aparecer cuando se puso dos a dos? ¿Apelará el club la doble amarilla de Paco en el Tribunal Deportivo?

¿Descontó correctamente el árbitro los minutos que perdió Ricardo por protestar la sanción que recibió Ignacio a causa de la pérdida de tiempo de Luis al hacer el lateral?

No señor. Los perros no escuchan la radio, no leen la prensa deportiva, no entienden si un partido es amistoso e intrascendente o una final de copa. Los perros quieren llevarse siempre la esponja a la cucha, aunque estén muertos de sueño o los estén matando las garrapatas.

Messi es un perro. Bate records de otras épocas porque solo hasta los años cincuenta jugaron al fútbol los hombres perro. Después laFIFAnos invitó a todos a hablar de leyes y de artículos, y nos olvidamos que lo importante era la esponja.

Y entonces un día aparece un chico enfermo. Como en su día un mono enfermo se mantuvo erguido y empezó la historia del hombre. Esta vez ha sido un chico rosarino con capacidades diferentes. Inhabilitado para decir dos frases seguidas, visiblemente antisocial, incapaz de casi todo lo relacionado con la picaresca humana. Pero con un talento asombroso para mantener en su poder algo redondo e inflado y llevarlo hasta un tejido de red al final de una llanura verde.

Si lo dejaran, no haría otra cosa. Llevar esa esfera blanca a los tres palos todo el tiempo, como Sísifo. Una y otra vez. Guardiola dijo, después de los cinco goles en un solo partido:

—El día que él quiera hará seis.

No fue un elogio, fue la expresión objetiva del síntoma. Lionel Messi es un enfermo. Es una enfermedad rara que me emociona, porque yo amaba a Totín y ahora él es el último hombre perro. Y es por constatar en detalle esa enfermedad, por verla evolucionar cada sábado, que sigo en Barcelona aunque prefiera vivir en otra parte.

Cada vez que subo las escaleras internas del Camp Nou y de pronto veo el fulgor del pasto iluminado, en ese momento que siempre nos recuerda a la infancia, digo lo mismo para mis adentros: hay que tener mucha suerte, Jorge, para que te guste mucho un deporte y te toque ser contemporáneo de su mejor versión, y, trascartón, que la cancha te quede tan cerca.

Disfruto esta doble fortuna. La atesoro, tengo nostalgia del presente cada vez que juega Messi. Soy hincha fanático de este lugar en el mundo y de este tiempo histórico. Porque, me parece a mí, en el Juicio Final estaremos todos los humanos que han sido y seremos, y se formará un corro para hablar de fútbol, y uno dirá: yo estudié en Amsterdam en el 73, otro dirá: yo era arquitecto en São Paulo en el 62, y otro: yo ya era adolescente en Nápoles en el 87, y mi padre dirá: yo viajé a Montevideo en el 67, y uno más atrás: yo escuché el silencio del Maracaná en el 50.

Todos contarán sus batallas con orgullo hasta altas horas. Y cuando ya no quede nadie por hablar, me pondré de pie y diré despacio: yo vivía en Barcelona en los tiempos del hombre perro. Y no volará una mosca. Se hará silencio. Todos los demás bajarán la cabeza. Y aparecerá Dios, vestido de Juicio Final, y señalándome dirá: tú, el gordito, estás salvado. Todos los demás, a las duchas.

TENIS YAMPEIN

Sean bienvenidos ustedes al desopilante show del Big Ben, al carnaval de Notthing Hill, que nada tiene que envidiarle a las comparsas de Gualeguaychu. Al tan temido holocausto de las costumbres en la hierba, que finalmente ocurrió. Si bien todo continúa malva, verde y casto en el Cerro Wynnman, el tenis mismo se hartó del protocolo, los señoritos ingleses y su 5 o´clock. Perdura sí, ese aroma a té de medioevo que supo teñir cada civilizado rincón de Merton durante aquellas dos eternas semanas de leyenda. Pero los veteranos saben que es una pantalla sobre césped. Porque fueron nada menos que los jugadores quienes escurrieron, trituraron y esparcieron las hebras del saquito Isabelino en cada court del Wimbledounyng, destrozando tradiciones y firmando un desarrollo moderno que entorpeció All England. La Catedral aún aparenta. Insiste con su tinte eclesiástica y su cultura clásica, pero es un hecho: la casa del tenis se convirtió en una fiesta poco elegante.  
Los invitados, preclasificados con criterio propio e independiente del ránking, se ríen del Lawn Tennis and Croquet Club, de Suzanne Lenglen, de Fred Perry, del “middle Sunday” y del Centre Court, que hoy sufre raqueta por raquítica y no por el bombardeo alemán de la Segunda Guerra Mundial. La zona residencial, el club y las disposiciones normativas siguen siendo impecables. Pero está claro que toda esa infraestructura, incluidas las casi veinte pistas de alfombra verde cortadas al milímetro con la misma medida, los soportes de las redes de madera barnizados y hasta la pulcritud de los árbitros y jueces del certamen, maquillan una realidad súbita, trastornada y, a ésta altura, imposible de omitir.
Los tabloides ingleses, escandalizados, desdibujan con resultados puestos y proezas sin tie break, las formas y los modales de los jugadores, que definitivamente se han perdido. Mientras el ABC detalla la atronadora ovación por el esfuerzo de Mahut e Isner, Miss Azarenka se pone auriculares y baila reggaetón en la previa de su postergado partido al compás del chicle que masca. Los 105 rugidos en decibelios de Sharapova  y la vuvuzela que se tragó Larcher de Brito fastidian a los rivales, a los comentaristas, a los telespectadores y a la elegancia de una celebración en caída libre.
El Dailly News se aferra a la eliminación de Nadal, sin reparar en que el número uno rompe raqueta por set, en un trueque poco afortunado y reiterado cada vez que Nole va bien. ¿Cómo no sumarse al boicot inconsciente? Cuando Miss Williams, una de las más experimentadas, no sólo opta por hacerse un "sartén shower" de aceite de milanganesa y salir a batallar con el pelo engrasado, sino que además lo hace con un microvestido encogido por Nishikori, el tintorero de turno. Tomando a Serena como parámetro, los tatuajes y las pintadas negras bajo los ojos de Bethanie Mattek-Sands son caricias reverenciales. La estadounidense creyó apropiado camuflarse para la guerra púrpura y copó la parada con un look de jugador de fútbol americano, devenido en guerrero espartano listo para disfrutar un recital de Lady Gaga.
Ni hablar de la madre de Andy Murray, su episodio red hot social y las repercusiones inmediáticas. Durante la pasada edición, Judy no tuvo mejor idea que twittear su cachondeo con Feliciano López, a quien llamó Deliciano. Todo esto, claro, mientras su hijo, el número 4 del mundo, se disputaba un pasaje a cuartos de final nada menos que contra su "toy" sexual.

 Como coronación para ésta fiesta de locos asoma la cortesía argenta del "king" Nalbandian, que sólo por pudor a la "queen" prefirió obsequiarle el puntinazo en la tibia al dolape en el torneo previo al cotejo de las vergüenzas y las desventuras, que finalmente alcanzó su climax amoral con el episodio del halcón Rufus. Porque hablando de argento, nada más argento que un robo pavo e inaudito. En este caso, algún vil malandrín se birló al halcón encargado de ahuyentar las palomas de las canchas, con jaula y todo. La compañía dueña del halcón dejó la ventana trasera del vehículo abierta para que el pájaro tuviese ventilación y chau Rufus galáctico.

Así está Wimbly. Suburbio de nobles, donde la nobleza ya no obliga. Obliga el blanco patrocinador que es historia y toalla. Tirar la toalla, perder la ética y ser despedido de un deporte que supo ser escuela de vida. Sean despedidos, entonces, del 125 aniversario del ex templo inmaculado y vayan espaciando la agenda para la invitación 2013 al festival del Church Road, el nuevo ATP de Castelar. Donde los jugadores batallan ilegalmente en la persistente búsqueda de encontrar alguna nueva manera de corromper alguna vieja tradición. Diganle hasta luego al legendario game británico, que se asemeja más a la previa de Tinelli con Charlotte Chantal que a un torneo profesional de tenis.


martes, 7 de agosto de 2012

LA DECLARACIÓN




Los espasmos arrancaron cuarenta y cinco minutos antes, cuando empecé las maniobras de distracción. Ninguna sirvió. Suelo temblar, sin pasar frío, cuando juego de Dionisio o algo verdaderamente me da julepe. A muchos le pasa. No soy de los que se esconden durante el carnaval carioca, pero tampoco de los que se abren la camisa y usan vincha-corbata, entre tías enajenadas. A esos insoportables y exagerados tipos los admiro... los respeto. Por corajudos, por sumergirse en la oscuridad del abismo con los ojos abiertos y putear en voz alta. Distante, entonces, de animarme a contestar la pregunta y errar, no resulta ilógico que el protagonismo me genere esa tensión en situaciones in extremis. Sin embargo, los temblores de anoche fueron extrañamente distintos a todos los anteriores y paradójicamente familiares. Asumí la irritante alarma de mi cuerpo como un aviso, comprendiendo lo difícil del asunto. Reconocí  los nuevos (viejos) síntomas, los asimilé y, luego de varios minutos de estampilla, logré identificar mi vieja (nueva) enfermedad. Dentro de mi obtusa y confusa exacerbación secreta,  emparenté finalmente estos ataques espasmódicos con la velada inolvidable que besé a mi única fémina de ensueño. La incertidumbre y la excitación fueron mellizas. Las puntadas nervudas un poco menos agudas, pero con equidad de duda. Aquella noche no jugó Boca, pero como humilde Romeo de mi amada Julieta, gané mi Libertadores. Anoche, Boca perdió y lejos estoy de una partida estratégica con objetivos de objetividad imposibles para un corazón sin Copa. Lejos estoy de arrepertirme de lo que suelto, porque para eso habrá un mañana. Un pesaroso mañana. Lejos estoy de secar lágrimas y creerlas en vano. Lejos estoy de comprender mi Prode errático, el de mi hermano y el de Papá. No lejos por perder...la cabeza, ni el partido, que quede claro. Lejos, geográficamente hablando. Lejos por cercano que parezca. Cerca por el cariño y por el valor de la enseñanza. Porque Boca fue la excusa perfecta y el desenlace una recta señal para comprender lo que, irremediable y naturalmente, me pasa también cuando juegan la Selección o Del Potro. La misma sensación que cuando compito en algo y por todo. Por todo, lo que sea y aunque no valga nada, incluso aunque pague yo. Como cada lunes de Penalty, cuando el frío helado se apodera de mí precalentando y me hago una pizarra de nervios. Ese adictivo frío, esa viciosa y reiterativa adrenalina que emerge en forma de espasmo sudoroso, de miedo pausado y de cita con fémina de ensueño. Prueba cabal de mí enamoramiento y, por sobre todas las cosas, de una auténtica e irrevocable declaración de amor al deporte.

jueves, 5 de julio de 2012

DE CABEZA (COMO DIONISIO Y APOLO)


Nunca lo olvido. La nochecita de ayer me lo recordó nuestro escudo en común, pero la historia se agolpa, con asombrosa vigencia, cada vez que te calentás. La reminiscencia se multiplica en cada una de tus parodias del berrinche huracanado, que me generan una confusa sensación de placidez. Cuando no pulseás contra el orgullo y espichas con la tuya. Cuando firmás el capricho y en tu cara se refleja esa mezcla explosiva de bronca y rencor. Ahí, cuando te siento auténtico y real, retrocedo doce años y me dibujo sólo en la canchita de San José, en el partido más folklorico de toda mi niñez. Me recreo diciéndote que sí, aunque sea que no. Ni vos ni yo lo hablamos mucho. Pero sé que en cada una de estas situaciones permisivas pensamos en lo mismo, confiamos en lo mismo y preferimos dejarlo así. Que el destino quede sellado en tu furiosa ceguera, en mis mentiras impiadosas y en el día que, por seguirte la corriente, consagramos una amistad eterna.
Estabas enojado, para variar. Las madres miraban los relojes, con ganas de terminarlo. Rodrigo se había vuelto a enredar, también para variar, y nos habían empatado sobre la hora. La pelota se había ido al lateral, y se prendieron las luces. Sed de venganza e ira, el combo cabreado  que ofrendaste siempre al manso sosiego aparecía una vez más, como una dádiva hacia la quietud de un equipo habitualmente parsimonioso. Como un presagio redundante. Chocante, misterioso y ajenamente pacífico.
Y te justifiqué, más que nunca y como siempre. Interna y externamente. Contra todos, contra mi propio juicio. Contra los pequeños apólogos de la moral y contra los protagonistas de ese partido-catástrofe. ¿Por qué? Porque conozco tu ambigüedad secreta. Sé que cuando tus terminales nerviosas y tu cerebro estallan aflora lo peor de vos, pero también lo mejor. Y cuando el ritmo de tu corazón te supera en velocidad, tu alma competitiva se eleva para hacer cosas dignas de una saga y concebir la tragedia de Nietzche.

Anoche me encontré una vez más sumergido en las profundidades de nuestros abismos con los ojos abiertos. Apreciando lo despreciable. Admirando sádicas actitudes de marqueses e intentando estudiar una de las tantas rivalidades de ningún tipo que cosechamos. Repasando esa dicotomía dionisíaca y apolínea, donde sepultamos fantasías y alter egos. Omitiendo los contrastes y escribiendo la mejor comedia moderna griega. Biografía memorable y toda compartida. 

Por eso nunca olvido nuestros clásicos de la primaria, ni el lateral. Ni cuando se prendieron las luces y fuiste a buscarla, poseído. Porque fue justo ahí, en medio de esa tormenta de agravios a mi madre, que emergió la profecía y el milagro concluyó su fase apóloga con la siguiente frase: "vayan todos, la puta madre". La camiseta número diez, la parábola  acompasada de tus piernas  y la resolución coreográfica de un centro artístico y apetitoso. El sonido del último impacto y ese instante petrificado previo  a la primera de tantas invitaciones que me hiciste. La sombra blanquecina dibujando un trayecto limpio y viajando con alas a mi cabeza. La única escala hacia esa red derrotada por el resto de la inmortalidad. Y no mucho más que eso. La imágen de Lucas Vega horrorizado. Salir corriendo, desesperado, y encontrarte en el único abrazo que no fue mudo para dedicarselo a los rivales de siempre con bailes y gestos obscenos, después de la montaña de alegría.
 
Ni vos ni yo lo hablamos mucho. Anoche no me hizo falta. Estaba sólo y moquee de lo lindo, de emoción. Me desperté de este sueño inalcanzable de encontrarnos una vez más en ese abrazo, teniendo la certeza de que lo único real se convertirá en algo real si el personaje confía en sí mismo y se atreve a desafiar los límites de su razón, como Dionísio y Apolo. Como aquella tarde en la canchita de San José, cuando conecté tu centro inquietante y ganamos con mi gol de cabeza.

miércoles, 27 de junio de 2012

COMO MI ABUELO Y AMADEO





La Cámara Civil ya los había instado por fallo. La obligación por decreto dictatorial no los convenció. La Ley 25.561 y el artículo primero del inciso “me ne frega” no pudo ser aplicable hasta ayer. ¿Por qué? Porque los morosos son gente de palabra, deudores asumidos sí, pero con códigos. Y si alguna vez dijeron: “te voy a pagar el día del arquero”, fue justamente para no entrar en el rigor de argumentos jurisprudenciales, ni demandas. Ayer fue el gran día. Los acreedores desesperanzados sin peso del juzgado recibieron su impensada tajada. Se conmemoró el día del arquero, en homenaje al natalicio de Amadeo Carrizo, y los burlados fueron resarcidos en fecha.

Apenas un día después y con el eufemismo del "nunca sucederá" superado, caí en la cuenta del cumple 80 de mi abuelo. Otro golero pintón como Amadeo. Que fue golero y no arquero; y que me heredó, por reflejo innato, el ingrato puesto de las acrobacias, los apodos disparatados y la voz demandante de comandante.
Todavía lo veo. Alto y amplio, como Amadeo. Los tres caños bosquejan su estampa en el Ateneo Cecchina, desactivando bombas de cuero a mano cambiada. Todavía lo creo. Imbatible y algo mas que un arquero a lo Amadeo. En cada recuerdo de Papá y en cada penal que supo atajar.
Todavía me veo. Admirando las canas en su pelo, perdiendo al pan-queso y descubriendo un mundo nuevo en ese inseguro lugar sin seguro. En esa cueva para arquero sin flecha y con guantes, donde vallan las guardas, guardan metas y la red enjuicia. Donde no hay anti-moros en la costa, ni judicialmente asediados. Donde las cuentas son claras y resulta sencillo pagar todo antes del día del arquero. Siempre y cuando manden goleros, como mi abuelo y Amadeo.

miércoles, 13 de junio de 2012

MÁS GRÁFICO IMPOSIBLE

La hemorragia de Ponzio en pleno partido

El domingo resolví una encrucijada tácita de mi vida. La frase "de algún culo va a salir sangre" (muy utilizada por mi Papá) siempre me resultó chocante y ambigua. La clara intención de significar "de alguna manera se va a resolver" no me bastaba. Tampoco la versión del dictamen fatalista, que se convierte en amenaza y posterior canchereada. Es decir, tamaña guarrada y semejante esfuerzo anal debían tener algo de literal en el receptor, en un tercero o, por lo menos, en mi Papá.  La idea más convincente y menos simpática es sencilla: alguien tiene que sufrir para que el nuevo cosmos se ordene. Y así fue. La fluxión hemorroidal de Ponzio alineó los planetas y ordenó el caos. River rompió el maleficio y por primera vez en mucho tiempo, tuvo culo. En cualquier otro partido, Vega iba a buscarla adentro, Funes Mori la tiraba a la Sívori y Sessa hacía un gol de arco a arco. Pero la suerte que atrajo el volante tampón, ejerciendo una suerte de rito umbandista y ofrendando su sangre, mediante una shockeante y bizarra hemorragia hemorroidal, le devolvió la legítima fortuna a los millonarios. Las partes íntima de un Ponzio que no actuó de Pilatos, fue leal al club de sus amores y esclareció, con gráfica brusquedad, mi interrogante duda oratoria. 

lunes, 11 de junio de 2012

RAFA, EL ANDROIDE

Tantos méritos y tantos logros desbordan las palabras y aguardan para coronar con léxico al máximo ídolo de París y del mundo. Las palabras se acumulan y no se animan a salir, pero la denuncia es un hecho. Hay que desenmascarar a la maravilla de Manacor.
La emoción y los gestos son una pantalla. Que no logre embaucarlos ese agotado rostro que se ahoga entre abrazos y miradas cómplices en lo profundo del Phillipe Chatrier por séptima vez consecutiva. Rafael Nadal es un androide.

Si bien aún conserva algunos vestigios místicos de organismo vital e imperfecto, Rafa ya no se esfuerza por ocultar su procedencia ni su accionar animatrónico.
No resulta descabellado imaginar a un grupo de pulcros científicos del Instituto Coreano para la Industria Tecnológica interactuando con la prueba piloto de Rafa Nadal, un humanoide antropomorfo capaz de imitar la apariencia humana, algunos aspectos de su conducta de manera autónoma y programado exclusivamente para jugar al tenis.

Tampoco sería irracional la teoría occidental de esta criatura. La de Frankestein o el moderno Prometeo con el maquiavélico tío Toni como sabio creador, riéndose exageradamente y ultimando detalles en la costura del cerebro de Rafa, el monstruo que se rebela contra los paradigmas del tenis y destruye a todos sus rivales como castigo por su hubris. Aunque cierra más lo científico. Concuerda el concepto de organismo cibernético, de cuerpo mejorado tecnológicamente con partes artificiales, entre las que podría destacarse el Brazo Manipulador Universal Programable. Un brazo multiarticulado, polivalente e infalible, desarrollado para destronar, ridiculizar y llenar de ira al ser humano de turno: sea Felipe el hermoso o el mejor tenista de la historia.

Las abrumadoras estadísticas avalan ésta última teoría. Sólo una animación de videojuego puede replicar lo que hicieron Sampras en Wimbledon y Agassi conquistando el Golden Slam. Y la prueba más fehaciente de que es un robot está en que logró ambos hitos en tiempo récord.

Tal vez esa ínfima parte humanitaria sea el escudo de los escépticos. La colaboración en el video de Shakira y los sentimientos evidenciados durante las avasallantes victorias sobre su amigo Mónaco y su compatriota Ferrer ponen en jaque la acusación. Que toma fuerza con Rafa, el hombre (?) políticamente correcto. Más emparentado con un antiguo guerrero sacado de relatos míticos que con Robocop. Juzgándose a sí mismo, con la mente extendida, los sentidos del alma y su raqueta. Destrozando lindes geográficos, geodésicos y naturales. Conquistando territorios. Rompiendo filosofías moralinas, generando pasión y odio. Trayendo lo imposible y resolviendo lo inesperado, que son dos cosas certeramente opuestas y complicadas de unificar.

La era que actualmente vivimos está relacionada con el progreso digital y el ciberespacio como segunda forma de vida, donde los límites convencionales de lo natural y artificial se han borrado. De ahí que como lectores-receptores no se avergüencen de esta visión futurística y dejen florecer sus dudas. Permitanse estudiar ese cuerpo a disposición del arte y observar el instinto asesino de T-X en Terminator, la inteligencia artificial del David de Spielberg y el corazón bicentenario del Andrew Martin interpretado por Robin Williams. Todo y más reunido en Rafa Nadal, un híbrido misterioso y sofisticado. Un verdadero cliché de la Ciencia Ficción. 

jueves, 7 de junio de 2012

A SOLAS CON UNO MISMO



                              Por Osvaldo Ardizzone


¡FELÍZ DÍA DEL PERIODISTA!


Cuando hayas perdido la sinceridad,
Cuando te vuelvas convencional y claudiques hasta de tus más queridas convicciones…
Cuando te elabores los argumentos para justificar tus miserias y, además las justifiques…
Cuando sacrifiques la amistad por el poder,
Cuando festejes el humor de los mediocres como la pobre copera lo hace con sus clientes…
Cuando te acostumbres a juzgar a los demás por la calidad de la ropa que visten…
Cuando mires con conscupicencia la mujer del amigo que te brinda la mesa, el techo y hasta el lecho…
Cuando juzgues despreciativamente a un borracho.
Cuando te erijas en juez inflexible de una prostituta.
Cuando te sientas respetuoso de la ley nada más porque pagas tus impuestos al día…
Cuando te inclines por lo que te conviene y no por lo que realmente sientas.
Cuando después de tres días consecutivos adviertas que ni una sola vez levantaste los ojos al cielo.
Cuando digas con la voz impostada del aforista que deben existir los pobres y los ricos, los triunfadores y los fracasados, los dirigentes y los dirigidos. Y agregues con la misma impostada presuntuosidad que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen…
Cuando te refieras a la gente y no te sientas incluido en ella.
Cuando pronuncies por primera vez la palabra negro con asco.
Cuando te sientas ufano y orgulloso de ser blanco.
Cuando llegues a gerente y además te sientas gerente.
Cuando a fuerzas de proclamar tus desprejuicios desemboques sin escrúpulos en el crimen.
Cuando dejes tus tarjetas en los velatorios para que nadie dude de tu puntualidad…
Cuando entones canciones de protesta porque está de gran moda cantarlas.
Cuando tus más queridos sueños literarios, cuando la fresca espontaneidad de tu primer soneto desemboquen en la prosa gris y árida de un memorándum ejecutivo.
Cuando asistas sin inmutarte a un desalojo.
Cuando proclames ante tus hijos tu brillante carrera de triunfador…
Cuando dejes de concurrir a los parques.
Cuando dejes de mirarle los ojos a las muchachas.
Cuando ya no te quede la posibilidad de un asombro ni un resto de candor, ni una lágrima para una pena ni el estremecimiento para un abrazo de hermano, ni el valor para jugarte en un gesto…
Cuando pierdas la facultad de arrepentirte.
Cuando seas incapaz de perdonar.
Cuando te sientas vacío para querer.
Cuando maquines por primera vez…
Entonces, ¿de qué te servirá el poder, de qué el dinero, de qué los amoríos fáciles, de qué las frases huecas, de qué tu vida?
Porque, entonces, con solo mirarte ante el espejo comprobarás que te has transformado en lo que se dice, comúnmente ¡una mierda!

miércoles, 6 de junio de 2012

OCHO AÑOS DESPUES

Repost homenaje a Gastón Gaudio
Hacía ocho años, El "Gato" vencía a Guillermo Coria y se coronaba campeón en Roland Garros. 
Este texto lo hice a mediados del 2008, cuando Samaniego ya le había colocado el cascabel a este intrincado y colérico micifuz. 



Que lejos queda Temperley cuando los gritos no se oyen desde Francia. Que lejos la avalancha en "La doble visera" cuando después del papelón te vapulearon, en tu propio país, tu hinchada y tus compatriotas. Distante esa paz al son de la electrónica y el funk cuando ya no sos el diez del mundo y estás sumido en una profunda depresión tenística. Allá el 2005 y sus efímeras condecoraciones. Acá estos 2008 insultos que propinó y propinará este felino en el siglo del cibercafé y la terapia.

Un personaje que hace tiempo se comió a su persona y con escarbadientes esparce restos del Gaudio versión "toda la vida jugando al tenis y no mejoré ni un poco", que no aprenderá jamás de los errores y tropezará demasiadas veces con la misma pelotita



Un gato que de felix no tuvo ni el bigote y que decidió ser predecible por ese cascabel que Samaniego le colocó en un apagar de sueños. Que rompió su short en Qatar, que no domó su ira contra la joven estrella europea en Montecarlo y que debió ponerle brillo zapatero al zar del tenis indoor en Shangai en aquella paliza antológica.

Con bronca y sin botas, este gatuno no admirará la sombra de su presente cautiverio ni creerá en el oráculo que ningún dios le baje desde el templo de Salomón. Ni aún creyéndose el cuento del miserable con verborragia pesimista borrará los recuerdos de esa inolvidable semana del aviador, en la que pudo batir la tierra en suelo galo, pincelar de revés el Phillippe Chatrier y llorar de alegría.



Nunca tuvo el alma de hielo ni la cabeza fría, y es por aquello que no alcanzó a reconciliarse con su carácter, ni a dejar de sufrir en cualquier superficie que le diera batalla. Por esto y otro par de malabares con su cabeza, la trayectoria del catedrático de la doctrina “que mal que la estoy pasando” quedará signada como el último tiro con soplido de cubilete. Generala o tachar la doble.

Una noche de éstas, como tantas otras en las que dio ventajas, pernoctará y contará ovejas de errores no forzados juzgando ese “game over” de drive que le costó su altar pagano y el despojo de su patrimonio deportivo. Y será la crónica de un retiro tan anunciado que valdrá su propio peso en oro. Así nomás se irá el micifuz de las cien mil y ningún sonrisas, entre insomnio, ronroneos y maullidos, sabiendo distinguir las dos caras que su raqueta le supo mostrar. Ésa en la que fue rey indiscutido del polvo y ésta en la que tiene que limpiarlo de su rostro cuando ese drop pegó en el fleje y la bomba de miedo se hundió para siempre de su lado y en su gorra, que finalmente se cayó.



Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso

jueves, 10 de mayo de 2012

RESIDUOS


  

Un hombre y una mujer se encuentran en el palier, cada uno con su bolsa de residuos. Es la primera vez que se hablan.
- Buen día.
- Buen día.
- Usted es del 610.
- Y usted del 612.
- Si.
- Todavía no lo conocía personalmente.
- Ajá.
- Disculpe mi indiscreción, pero he visto sus bolsas de residuos...
- ¿ Mis qué?
- Sus residuos.
- Ah.
- Note que nunca es mucho. Su familia debe ser chica..
- La verdad, soy yo solo.
- Hmmm. Vi también que usa mucha comida en lata.
- Es que tengo que hacerme la comida. Y cómo no se cocinar..
- Entiendo.
- Usted también...
- Tratame de vos.
- Vos también perdoná mi indiscreción, pero vi algunos restos de comida en tus bolsas. Champiñones, cosas por el estilo...
- Es que me gusta mucho cocinar. Hacer platos diferentes. pero como vivosola, a veces sobra...
- ¿ Usted... vos no tenés familia?
- Tengo, pero no aquí.
- En Espíritu Santo.
- ¿ Cómo sabés?
- Vi unos sobres en la basura. De Espíritu Santo.
- Sí. Mamá escribe todas las semanas.
- ¿ Ella es maestra?
- ¡ Qué increíble!¿ Cómo fue que adivinaste?
- Por la letra en el sobre. Me pareció letra de maestra.
- Usted no recibe muchas cartas. A juzgar por sus residuos...
- Y.. no.
- El otro día tenía un telegrama abollado.
- Sí.
- ¿Malas noticias?
- Mi padre. Murió.
- Lo siento mucho.
- Ya estaba muy viejito. Allá en el Sur. Hace tiempo que no nos veíamos.
- ¿ Fué por eso que volviste a fumar?
- ¿ Cómo sabés?
- De un día para otro empezaron a aparecer en tu basura etiquetas de cigarrillos.
- Es cierto. Pero conseguí dejar otra vez.
- Yo, gracias a Dios, nunca fumé.
- Ya sé. Pero he visto frasquitos de pastillas en tu basura.
- Tranquilizantes. Fue una etapa. Ya pasó.
- ¿ Te peleaste con tu novio, no es cierto?
- ¿ Eso también lo descubriste en la basura?
- Primero el ramo de flores con la tarjeta, arrojado afuera. Después, muchos pañuelos de papel.
- Sí, lloré bastante, pero ya pasó.
- Pero hoy todavía veo unos pañuelitos...
- Es que estoy un poco resfriada.
- Ah.
- Muchas veces veo revistas de palabras cruzadas en tus bolsas.
- Sí..., es que.. me quedo mucho en casa. No salgo mucho, sabés.
- ¿ Novia?
- No.
- Pero hace algunos días había una foto de una mujer en tus bolsas. Y muy bonita.
- Estuve limpiando unos cajones. Cosas viejas.
- Pero no rompiste la foto. Eso significa que, en el fondo, querés que ella vuelva.
- ¡ Vos ya estás analizando mis residuos!
- No puedo negar que me interesaron.
- Qué gracioso. Cuando examiné tus bolsas, pensé que me gustaría conocerte. Creo que fue por la poesía.
- ¡ No!¿ Vos viste mis poemas?
- Los ví y me gustaron mucho.
- ¡ Pero son malísimos!
- Si realmente creyeras que son malos, los habrías roto. Solamente estaban doblados.
- Si hubiera sabiado que los hibas a leer...
- No me los quedé porque, a fin de cuentas, estaría robando. A ver, no sé; lo que alguien tira a la basura, ¿ sigue siendo de su propiedad?
- Creo que no, la basura es dominio público.
- Tenés razón. A través d ela basura, lo particular se hace público. Lo que sobra de nuestra vida privada se integra en las sobras de los otros. Es comunitario, es nuestra parte más social. ¿ Será así?
- Bueno, ya estás profundizando demasiado con el tema de la basura.
Creo que...
- Ayer, en tus residuos...
- ¿ Qué?
- ¿ Me equivoco o eran cáscaras de camarones?
- Acertaste. Compré unos camarones grandes y los pelé.
- Me encantan los camarones.
- Los pelé, pero todavía no los comí. Quizás pordiíamos...
- ¿ Cenar juntos?
- Claro.
- No quiero darte trabajo.
- No es ningún trabajo.
- Se te va a ensuciar la cocina.
- No es nada. En seguida se limpia todo y se tiran los restos.
- ¿ En tu bolsa o en la mía?
(Por Luis Fernando Veríssimo)

viernes, 4 de mayo de 2012

LA SOLEDAD DEL BOXEADOR




 Nadie sabe mejor que un boxeador qué es la soledad. Solo al fin, único escudo de vida contra la topadora que amenaza con hacerlo papilla, quién puede decirle cómo es la noche a la hora de contar parientes ausentes, amigos esquivos, mujeres de humo o cronistas policiales devenidos en pontífices del humanismo.

No es necesario el témpano de un quirófano para hincarle las uñas a la soledad. El boxeador siempre responde al timbre cuando el banquito se esfuma, y ningún paracaidista con o sin micrófono podrá explicarle los sonidos del silencio, esos que él procesa en su interior como un líquido sin gusto mientras piensa en salvar el pellejo, ganar si puede, y conformar a los responsables del ruido, tan cómodos en la tribuna y tan lejos, tan inmensamente lejos de la soledad a secas que habita dentro del ring, a años luz de las butacas de primera fila.

Boxear tiene poco que ver con herir y mucho con ser herido, una de las formas más primitivas de comprobar que estamos vivos, que somos humanos, que se puede elegir el camino del sacrificio extremo, a veces cerca del delirio o de la ofrenda definitiva, a veces - las menos - golpeando las puertas de la gloria.

A pocos les interesa si un boxeador está fuera de peligro o si se repone para seguir luchando contra la pobreza y la marginación. A muchos les gustaría que lo enterrasen mojado con las lágrimas de diez mil cocodrilos con sangre de pato. Pero él ya pasó por ese trance. Porque sabe cómo es eso de sentirse solo.

(Enrique Martín) 

miércoles, 2 de mayo de 2012

VINDICACIÓN DE MATÍAS ALMEYDA

15 de Mayo 2011 (River 0 - Boca 2)

 
Labruna se tapaba la nariz al ingresar a la Bombonera. Eso era trash. Pero cuando expresar amor se convierte en sinónimo de violencia empiezan las confusiones. Quien se siente agredido porque otro besa una camiseta es un enfermo. Es casi como justificar una violación porque una mujer se puso una minifalda. No es Almeyda el problemático, es la dinámica semiológica del fútbol la que se apoya en una serie de supuestos erróneos. Una cosa es reconocer que dentro del sistema gestual de un partido la conducta de Almeyda genere una reacción ofensiva. Otra es compartirla. La pregunta es: ¿por qué los hinchas de cualquier equipo en vez de festejar un triunfo genial (como el que Boca lograba sobre River) se dedican a insultar a un jugador del equipo contrario? La gente que se preocupa más por las desgracias de los otros que por el porvenir de sí mismos arruina la vida. Ahí están, fijándose qué hacen sus ex novias, preguntando qué tan mal le va a algún tipo que no se bancan, etc.
El ataque de Almeyda está ampliamente justificado. Dejemos a los apólogos de la moral (ajena) considerar si estuvo bien o mal. Pensemos en el estado de su cerebro al momento de la expulsión. En sus terminales nerviosas. En el ritmo de su corazón. Se terminaba un partido muy parecido a una pesadilla. Perder 2 a 0 con el clásico rival y ser el capitán. Que tu arquero se haga un gol en contra. Que el árbitro no haya cobrado penales claros. Que Clemente Rodríguez te boludee. Que Funes Mori le quiera dar de volea y se la pase a un contrario. Que Ferrari nunca juega bien contra Boca. Que con ese resultado quedaban a un paso de la promoción. Que Palermo haga un gol histórico. Perder, aun con Boca jugando mal y con Riquelme cagándose de risa en el corner porque se acordó de la publicidad de las papas fritas. La situación se asemeja a lo que Roland Barthes describe, en Fragmentos de un discurso amoroso, como la figura de la "catástrofe". Almeyda, como el sujeto enamorado paradigmático del francés inteligente, debe haber pensado ¡¡¡"me lleva una ola poderosa, asfixiado de dolor; todo mi cuerpo, se resiste y se revuelve; veo, como, en un relámpago claro y frío, la destrucción a la que estoy condenado"!!!
 Por otro lado, despreciar la personalidad de Almeyda, es, a grandes rasgos y claramente, echar un velo sobre parte de la historia de la Humanidad, aquella de los que responden al llamado de Dionisos y mientras todos duermen la siesta, se sumergen en la oscuridad del abismo con los ojos abiertos. Sin Almeyda no existe el Marqués de Sade ni Nietzsche ni Rimbaud ni la generación Beat ni Eric Cantona ni Kinski ni Cristian U. ni Maradona ni Frank Begbie ni Janis Joplin ni Sofía Gala ni el Capitán Ahab ni Lennon ni Luca Prodan ni Miguel Abuelo ni Charly García después de 1994 ni Spinetta entre 1971 y 1973 ni Bukowski ni Virginia Woolf ni Daniel Johnston ni Fogwill ni Don Quijote ni Alejandra Pizarnik ni Tanguito ni Kate Moss ni Samid ni Juanita Viale.
Por último, reconozco que no pertenezco al gremio de los dionisíacos. Tardo bastante en animarme a dar el primer beso. En la Secundaria y en la Universidad siempre me senté al fondo. En los casamientos, mientras todos hacen el carnaval carioca, miro para otro lado. Sin embargo, secretamente, admiro a esos hombres y esas mujeres que transpiran la camiseta. Los que van al frente y se exponen al rechazo. Los que contestan la pregunta y se equivocan. Los que, tomados de la cintura, bailan entre su tía abuela y una prima lejana como si en ello se les fuera la vida. Sin estos tipos exagerados, insoportables, inquietantes, el mundo tendría menos gracia que un libro de Marcos Aguinis. Vaya mi reconocimiento, entonces, hacia Matías Jesús Almeyda. May the Force be with you.
 (Por Martin Zariello)

lunes, 23 de abril de 2012

EL ÚLTIMO CIGARRILLO


La acción del amor es algo complicada, más cuando la historia es historia y hay un asesinato de por medio. Intriga saber si esas caricias, que recuerda bajo los efectos de una sonrisa genuina y con los ojos eclipsados de pasión,  fueron tan reales como las nuestras o como la consumación de la mediática tragedia de Palermo. Hoy quisiera recordar, entrecerrar mis ojos, revolver el pasado y que éste último cigarrillo se apague con la verdad: él mató a Lucrecia, pero ¿ella lo amaba?
“Te mato porque te amo” se adecúa a éste hipotético caso del que pagaría por no participar. El accionar y los gestos del condenado muchachito ratifican la veracidad en sus sentimientos. Sin embargo,  el eje principal será Lucrecia.  Primero me quiero centrar en ella y en los adjetivos ocultos bajo su terminación de compañía, más tarde habrá tiempo para él.
Lucrecia era desgracia y poesía. Su belleza florecía proporcionalmente a la hipocresía de esa humildad falsa…escondida. Perseverante mujer de armas tomar y hombres besar, obtenía siempre lo que quería. Su armónica perfección y el usufructo económico provechoso del que gozaba por su reciente matrimonio gerencial no fueron los desencadenantes de su muerte, pero sí pistas claves.
Su fama de "femme fatale" y su alma seductora innata la arrastraron a amores descartables y noches eternas, que no resignó ni siquiera por su reciente y novedoso estado civil. Jamás abandonó las excusas para ejecutar esa nómade vida de pernocte, ni el rouge violeta rapaz con el que selló la boca de todos, incluso la de aquel otario y carente muchacho de pueblo: un potencial asesino.
La dama de hierro y el veneno sabor miel de sus besos se toparon con la inocencia cruda del cowboy de Ramallo y nació la trampa. Imposible, a posteriori, no rendirse ante la perfección de esa oda al buen gusto físico y espiritual, que sólo por piedad optaba por dejarle la cabeza a esos títeres a los que ya había conquistado.
Destino cruel y omnipotente cayó como una maldición sobre la luz que crecía y forjó en ella sentimientos "confusos", según textuales palabras de su agenda,  por el analfabeto de "linda sonrisa" al que conoció de rebote, cuando San Juan merendó con Boedo. Un azaroso cupido flechó a la despareja infortunada que conoció la clandestinidad de la ciudad por los espejos retrovisores. El karma de una fisura emparchada hizo efecto retardado en el corazón de la que tantos otros dinamitó y la evidencia, con el cuerpo del lunes puesto y el diario del martes muerto, habló por sí sola. Resultante sencilla de dilucidar, teniendo en cuenta todos los escritos en esa agenda y la sangre en las manos del forense, aunque lo sustancial de este acertijo criminal pasó la furtiva noche que Lucrecia y su amante comerían  fondue en "La Rosadita".
El vehemente pueblerino estaba extasiado. La calle le brindaba una calma única. Las sombras extensas, los vapores cloacales y hasta la asfixia estrecha de los paisajes cotidianos lo cubrían de un hálito de inmunidad impenetrable, lejos de su lúgubre cuartucho en  el Hostel de  San Telmo y de todo lo que debió sacrificar para conseguirlo.  Su destino cobraba un rumbo ascendente- decente  y  con su nueva libertad dobló en Fitz Roy hasta llegar a Honduras. El compilado electrónico, que programó por error en su mp4, cuajaba perfecto con la intensa espera que Lucrecia proponía, pero no con su paladar musical.  Esa espera fue el último atisbo de claridad  en su mente. A partir de allí se pausó en un extravío con la postal que le regaló la vida. Lucrecia en labios de otro. Lucrecia besando a su marido. Lucrecia besándome.
Mi taxi se alejaba mientras esa antigua navaja Remington Arms, que le había regalado su abuelo días antes de abandonar Ramallo, hacía estragos en el cuerpo de Lucrecia. Lo ulterior desfiló por todos los medios de comunicación. Las múltiples infidelidades, la personalidad oculta y la cantidad de veces que la navaja del campesino despechado profanó  el cuerpo de mi esposa fueron consenso y conciencia nacional.  El “loco de la navaja” nació en Ramallo y  se perpetuará en Devoto. Lucrecia ya no está y la colilla del último cigarrillo jadeando en el cenicero indica que llegó mi final. Aún así, con la dolorosa agenda en mis manos y el corazón roto, todavía me rehúso a admitir que ella también lo amaba. 

viernes, 23 de marzo de 2012

¡QUÉ LÁSTIMA, CATTAMARANCIO!

Por Roberto Fontanarrosa


—Va a venir el centro desde la punta derecha, es un infierno el área 18, arde el cuadro de rigor, Magrín entre los tres palos, empujándose Sabioli con García Mainetti. ¡Cuidado muchachos, cuidado muchachos! Si los ve el árbitro se van los dos para los vestuarios. Entraña serio peligro este tiro libre, sube Tomé, sube Romano, ahí también va Julio Esteban Agudelo en procura del centro, no respeta la distancia Omar Grafigna. ¡Qué cosa con Grafigna, siempre lo mismo! ¡Vamos Grafigna, un poco más atrás! Va a lanzar desde el flanco derecho Juan Carlos Marconi, el áspero marcador de punta de River Plate, se demora la maniobra. ¡Cabrini!
—¡Almaceri termina con el ruido de su motor! ¡Almaceri 348, el anticorrosivo líquido amigo del motor de su coche! ¡No lo olvide! Búsquelo en...
—¡Un momento, Cabrini! Vino el centro, saltó un hombre, un cabezazo, rebota el esférico, sale del área, surge Peñalba, otro golpe de cabeza, va al suelo Tomé, nuevamente Peñalba llega, cruza, pelea. ¡Un león, Peñalba! Salta Romano, cuidado, ahí está, le va a pegar... ¡Qué lástima, Cattamarancio!... Llegó, apuntó, midió, le metió un derechazo tremendo y la mandó apenas rozando una de las torres de iluminación, para ser más preciso la que da a espaldas de la Figueroa Alcorta.
—Se lo perdió Cattamarancio. Llegó muy bien a esa pelota alejada por Peñalba, le pegó de zurda y la tiró a las nubes. Lo habíamos dicho.
—Estaba el gol ahí.
—Estaba el gol.
—¡Qué bien, Peñalba! ¿No, Rodríguez Arias?
—Usted lo ha dicho, Ortiz Acosta. Excelente el uruguayo, un jugadorazo.
—¡Qué estampa, qué figura, qué manera de pararse en la cancha! ¿Sabe a quién me hace acordar, Rodríguez Arias? A aquél que fuera extraordinario fulback de Racing y nuestra selección... ahora su nombre no viene a mi memoria... ¿Cómo es que se llamaba? Qué hacía pareja con Alejo Marcial Benítez, el “Sapo” Benítez, la misma forma de pararse, hasta el mismo peinado tiene, vea...
—¿Saúl Mariatti, dice usted?
—No, no Cabrini. ¿Cómo era este muchacho? Que tantas veces luciera la blanquiceleste, averígüeme Cabrini; le digo más, atajaba Delfín Adalberto Landi para la institución de Avellaneda en esa época...
—Le averiguo, Ortiz Acosta.
—Y actíveme la comunicación con Petrogrado, Cabrini. En pocos minutos tendremos contacto con la ciudad soviética de Petrogrado, allá en la fría tundra del gran país socialista. En pocos minutos, señores. ¡Se nubló sobre el Monumental de Núñez, qué feo se ha puesto el día, cayeron las sombras sobre el estadio de River, pero el público no deja por eso de vivir intensamente esta fiesta del deporte porque el fútbol es la pasión argentina dominguera que nos aleja al menos por un día de los problemas cotidianos, porque no sólo ya el hombre de la casa disfruta de este espectáculo sino que también las mujeres y los niños, la familia argentina plena goza de esta fiesta hebdomanaria y porque, ¡se animó el partido, Rodríguez Arias!
—Usted lo ha dicho, Ortiz Acosta. Se fue River arriba empujado por el temperamento, la fuerza y la petulancia de Sebastián Artemio Tomé.
—Con la pelota Ignacio Surbián avanza el rubio mediovolante de la visita, cruza la línea demarcatoria de medio campo, pelotazo para el puntero derecho, no va a llegar, no va a llegar, no va a llegar y no llegó. No llegó Falduchi a esa pelota. Jugó un tiempo en Racing y luego pasó a Atlanta, si mal no recuerdo. El zaguero de la Academia cuyo nombre trato de recordar y luego pasó a Atlanta, si mal no recuerdo. El zaguero de la Academia cuyo nombre trato de recordar, luego de Racing pasó a militar en el conjunto bohemio, estoy casi seguro. Esa pelota se fue a la tribuna. Averígüeme Cabrini. Otra vez River en el ataque, ahí va Giménez, lo busca a López, pared para Giménez, se metió, se metió...
¡Qué fuerte salió Bermúdez! Va muy fuerte el misionero, algún día va a lastimar a alguien. Trabó abajo, le sacudió el tobillo al chico de la bandera roja, muy fuerte, muy fuerte el cuevero de San Lorenzo. Es para tarjeta.
—No tiene necesidad Bermúdez es un buen jugador. Lo habíamos dicho.
—Yo no sé qué le pasa a ese chico. Se enloquece en el campo de juego. Y es un muy buen muchacho fuera de la cancha. De buena familia, buenos padres, hogar bien constituido, madre comprensiva. Pero no sé, adentro se transforma... ¡Cabrini!
—¡A correr, a saltar, a “Monigote” no le van a ganar! Ropa para niños “Monigote”, la línea que lo aguanta todo. Otro producto diez puntos de la afamada marca.
—¡Un momento, Cabrini, que se va a ejecutar el tiro libre y hay sumo riesgo para la valla defendida por Guillermo Rubén Magrín, el muchacho de Tres Arroyos! Se forma la barrera con dos, tres, seis hombres, imponente esa barrera, una verdadera muralla, el balón descansa aparentemente tranquilo a unos... 23 metros del arco en línea casi recta al entrecejo del golquíper azulgrana.
—Lindo tiro para García Mainetti.
—Para García Mainetti o Giménez. Los dos le pegan bien. Por favor Cabrini, averígüeme. Este zaguero de Racing que le digo, también formó pareja con Anastasio Rico, un tres que pasó por Boca y que luego brillara tantos años en el fútbol colombiano.
—¿Pablo Eleuterio Mercante?
—No, Mercante no, no. ¿Cómo se llamaba este muchacho? ¿Ya está la comunicación con Petrogrado? ¿Ya está la comunicación con Petrogrado? ¿Ya la tenemos?
—Todavía no, Ortiz Acosta.
—Va a tirar García Mainetti, hay peligro, hay peligro, aroma de gol en el estadio, atención, atención... ¿Cómo se llamaba este muchacho que jugaba con Alejo Benítez? Me parece estar viéndolo, alto, rubio, venía de Excursionistas. ¿No tenemos la comunicación con Petrogrado? todavía no la tenemos, están haciendo esfuerzos los muchachos de la estación terreno de Balcarce, gracias muchachos, no es responsabilidad de ellos, hay peligro en este disparo, es problema de la estación receptora de Quito, Ecuador o tal vez del radioenlace de Ciudad del Cabo... ¿Ya lo tenemos, Cabrini?
—Un momento, Ortiz Acosta, nos informan desde...
—¡La pelota pegó en el palo, rebota, se salvó San Lorenzo, un bombazo, entra López, remata, pega en un hombre, cuidado, puede ser...! ¡Qué lástima, Cattamarancio! Llegó a la carrera ante ese rebote corto, le pegó de volea como venía y estremeció el Autotrol de un pelotazo...
—Entró bien Cattamarancio con el olfato clásico de los goleadores, se apuró a darle, le pegó con un fierro y abolló el cartel indicador.
—Lesionado Peñalba, Ortiz Acosta.
—Lesionado Peñalba, lesionado Peñalba. Quedó en el suelo Peñalba, atención esto puede ser importante, hombre fundamental en el esquema de San Lorenzo, está en el suelo, se toma la pierna...
—Pierna derecha...
—Pierna derecha, puede ser aductor, o gemelo, vamos a ver, averigüemé Cabrini, jurgo detenido, esperemos que no sea nada, corren los auxilios. Este muchacho que hacía pareja con Alejo Benítez, luego de revistar en Atlanta, pasó al Cúcuta de Colombia cuando era técnico Isidro Mendoza, el “Colorado” Mendoza. ¿Usted no lo recuerda, Rodríguez Arias?
—¿El Pardo Sabiña?
—No. No. Este era rubio, alto, buen físico. ¿Cómo se llamaba este muchacho? Parece mentira, pequeñas trampas que nos hace la memoria, sigue el juego, ataca San Lorenzo, se viene Grafigna, creo que el apellido empezaba con “hache”, un apellido polaco o algo así, se tiró a la punta, busca el desborde Manuel Carrizo, muy veloz, la tiró para adelante y a correr, si la alcanza hay peligro, cuidado, cuidado... ¿Tenemos la comunicación con Petrogrado, ya la tenemos? ¡Tenemos la comunicación con Petrogrado, ya la tenemos? ¡Tenemos la comunicación con Petrogrado, adelante don Urbano Javier Ochoa, desde Petrogrado, adelante don Urbano Javier Ochoa!
—...
—¿Qué pasa?... Algo pasa... No se oye... ¿Se cortó?
—¿Ortiz Acosta?... Sí... ¿Ortiz Acosta?
—¡Don Urbano Javier Ochoa, Ortiz Acosta le habla desde el estadio de River, están jugando River y San Lorenzo, 15 minutos del segundo período y empatan sin goles, señor Ochoa!
—Muy bien... yo estoy muy bien, pero...
—El pueblo argentino quiere saber, señor Ochoa, quiere que nos cuente, cómo ha sido hasta el momento ese raid que usted está llevando a cabo a lomo de dos caballos argentinos, dos caballitos argentinos como fueran aún en la memoria y el orgullo de todos nosotros. Y que nos cuente además, señor Ochoa, cómo ha sido ese viaje que tras cruzar el Estrecho de bering lo ha llevado a la tundra soviética, señor Ochoa...
—Bueno, Ortiz Acoste, yo estoy...
—Los argentinos, quiero adelantarle, señor Ochoa, y perdone que lo interrumpa, estamos muy pero muy orgullosos y asombrados de que en esta época de los vuelos interespaciales y las comunicaciones maravillosas que nos unen con todos los confines más remotos del planeta, un hombre, un gaucho nuestro, se lance a la aventura de unir San Antonio de Areco con Stalingrado...
—Bueno, señor Ortiz Acosta, yo...
—Un momento, amigo Ochoa, un momento, acá lo dejo con Peñalba, recio pero leal cuevero de San Lorenzo de Almagro, quien en estos momentos se encuentra lesionado al costado del campo de juego y a quien ya, ya, nuestro colaborador, Miguel Horacio Cabrini, le coloca los auriculares y lo deja conversando con usted. Explíquele a él las características de esos dos maravillosos caballos argentinos que lo están llevando a usted por todos los rincones del mundo proclamando a los hombres de buena voluntad el firme e indoblegable temple de los jinetes de nuestra tierra.
—Cómo no, señor Ortiz Acosta, pero yo...
—¿Cómo le va, señor Ochoa?
—Bien, bien, yo querría...
—Bueno, acá el partido se ha puesto un poco duro, yo recibí un golpe en la canilla, creo que fue el trabar con el ocho de ellos, no hubo mala intención, son cosas que suceden en el ardor del juego...
—Sí, por supuesto, amigo... ehh...
—Peñalba, Eber Virgilio Peñalba.
—Sí, amigo Peñalba, yo no tengo el gusto de haberlo visto jugar a usted porque cuando yo salí de San Antonio de Areco, hace ya de esto unos...
—¡Ochoa! ¡Don Urbano! Ortiz Acosta le habla... ¿Está muy frío allá?
—¿Acá? Bueno, señor Ortiz Acosta, el problema en estos momentos no es tanto el frío, usted sabe que...
—Porque yo recuerdo que cuando fuimos con la selección argentina, hace unos años, hacía realmente mucho pero mucho frío...
—Bueno, sí, es cierto, señor Ortiz Acosta, pero...
—Lo dejo de nuevo con Peñalba, señor Ochoa, explíquele a él, por favor, el efecto que ha causado ese clima tan duro, tan difícil de sobrellevar, en los dos caballitos argentinos que le están posibilitando a usted ingresar por la puerta grande de la historia de la hípica nacional.
—¿Cómo le va, señor Ochoa?
—Bien, amigo Peñalba, como le decía al amigo...
—No. No habla Peñalba, yo soy Escudero, el masajista de San Lorenzo. Peñalba ha vuelto a jugar y me pasó los auriculares...
—Mucho gusto, señor Escudero, yo...
—¡Don Urbano, don Urbano! Ortiz Acosta lo interrumpe, dígame usted con esa proverbial memoria del criollo de nuestra tierra que lo hace recordar hasta los más mínimos detalles ya sean históricos o geográficos, y ahí está el ejemplo siempre presente de los baqueanos, yo le quería preguntar, don Urbano, si usted no recuerda el nombre de aquel zaguero que hiciera pareja con Alejo Marcial Benítez en Racing, que luego fuera transferido a Atlanta, allá por el año...
—Bueno, amigo Ortiz Acosta, para serle sincero yo...
—Tal vez estoy abusando de su sapiencia, don Urbano...
—No, lo que pasa es que yo quería contarle algo que...
—¡A ver... ¡Un momentito, don Urbano, un momentito! Creo que ya tenemos comunicación con Tonopah, en el estado de Nevada, Estados Unidos de Norteamérica. Creo que ya la tenemos. Un momentito... ¡Sí, sí, adelante señor Santiago Collar desde Tonopah, Estados Unidos de Norteamérica, adelante!
—Buenas tardes, Ortiz Acosta.
—Buenas tardes, buenas tardes, amigo Collar, aunque para ustedes, calculo debe ser ya de noche en el gran país del norte! ¡Señor Collar, lo voy a poner en contacto con un gaucho argentino, un criollo de ley, que en estos momentos está cumpliendo un raid, una verdadera hazaña a lomo de dos caballos argentinos y que habla con usted desde la ciudad de Petrogrado en Rusia!
—Cómo no, señor Ortiz Acosta, será un placer para mí y además...
—Atención en Petrogrado, don Urbano Javier Ochoa, lo dejo conversando con el señor Santiago Collar, un relevante ingeniero argentino que se encuentra trabajando en los yacimientos carboníferos de Tonopah, Nevada, 150 metros bajo tierra. El ingeniero Collar es presidente de la “Peña Argentina Amigos de Radio Laboral” agrupación formada totalmente por mineros compatriotas nuestros que están trabajando allá en esas formidables vetas carboníferas y que se reúnen religiosamente, don Urbano, para escuchar los encuentros de fútbol que Radio Laboral les hace llegar hasta las oscuras profundidades del socavón. ¡Adelante, adelante ustedes, señor Santiago Collar, desde Tonopah!
—¿Cómo le va, señor Ochoa? Es para mí una gran emoción...
—Perdón. Escudero lo escucha, señor Collar, el masajista de San Lorenzo.
—Mucho gusto, señor Escudero, bueno, sería interesante si yo pudiera hablar con el señor Ochoa, allá en Rusia...
—¡Adelante, señor Ochoa desde Petrogrado, adelante!
—Bueno, amigo Ortiz Acosta, lo que yo quería comentarle desde acá, desde Petrogrado, es que está sucediendo algo extraño. La gente acá está muy asustada, ha habido varias explosiones atómicas, han caído misiles sobre muchas ciudades rusas, sa habla de un ataque nuclear norteamericano, y a decir verdad, señor Ortiz Acosta, yo también estoy bastante asustado, mis animales están nerviosos, no se sabe bien qué pasa...
—¡Qué pena, don Urbano, qué pena, qué pena que nos da todo esto que usted nos cuenta, realmente nos aflige como argentinos, esa situación que usted está viviendo ante la intemperancia que reina en algunas regiones del mundo por las cuales usted está transitando como verdadero símbolo de paz, tranquilamente!
—Sí, amigo Ortiz Acosta, se dice que el aire está contaminado...
—¡Un momentito, un momentito, don Urbano, que acá avanza River, puede haber peligro, se van en contraataque el conjunto de la banda roja, entró al área Menegussi, midió, tiró, la pelota cruza frente a los palos, llega el once, cuidado...! ¡Qué lástima, Cattamarancio! Solo frente a los palos la quiso reventar y en lugar de tocarla la fusiló sobre la bandeja alta...
—Es de no creer, Ortiz Acosta. Con todo el arco a su disposición, el wing izquierdo millonario la tiró a cualquier parte. Lo habíamos dicho.
—¡No quiera creer usted el gol que perdió Cattamarancio, amigo Collar, allá en Estados Unidos! ¡Adelante usted!
—Gracias Ortiz Acosta, yo quería aprovechar la posibilidad que tan gentilmente nos brinda su emisora, porque aquí a mi lado se encuentra ni más ni menos que el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Acá está sucediendo algo terrible, señor Ortiz Acosta, ha habido un ataque nuclear soviético, muchas de las grandes ciudades están destruidas, el presidente de los Estados Unidos, junto a algunos otros hombres de gobierno, se ha refugiado acá, junto a nosotros, bajo tierra, y me piden, dado que todos los otros medios de comunicación parecen estar inutilizados, si aprovechando la presencia de don Urbano en Rusia, no se podría hablar con Moscú y resolver esto, que parece haber sido un gran error.
—Por supuesto, no habrá problemas, señor Collar. Dígale al presidente que espere un momentito, enseguida estamos con él... ¡Cabrini!
—¡Un esplandor de frescura en la garganta “Marcador” el masticable que se anotó un golazo en el gusto del hincha argentino! ¡“Marcador” quita la sed, quita las ganas de fumar, baja la presión arterial!
—Enseguida estamos con el ingeniero Collar y el presidente de los Estados Unidos, apenas venga este tiro de esquina, una de las últimas posibilidades de empatar para la divisa azulgrana. ¡Qué pena, qué pena esto que nos cuentan tanto el ingeniero Collar como don Urbano Javier Ochoa desde el exterior!
¡Cómo hubiésemos querido no tener que escuchar estas cosas, estas muestras de intemperancia! ¡Tal vez así sepamos apreciar un poco más, señores, lo que estamos viviendo acá, en cancha de River, una verdadera fiesta popular en un marco de corrección y tranquilidad que no siempre sabemos valorar en la medida que se merece...
—¡Señor Ortiz Acosta, señor Ortiz Acosta! ¡Collar lo llama, por favor, Ortiz Acosta...
—Un momentito, amigo Collar, un momentito, viene el corner, ya lo vamos a conectar con Rusia, veremos la posibilidad de contactar a ambos presidentes, sería muy interesante una charla entre los presidentes de ambas instituciones, no sabemos si habrá tiempo porque acá sigue el partido a ritmo vertiginoso y la acendrada rivalidad de este clásico de todos los tiempos es un tema excluyente de cualquier otro, máxime cuando se trata de hechos tan desagradables como los que nos han contado, va a venir el corner, atención, en todo caso grabamos la emisión desde los EE.UU. y la pasamos mañana en nuestra polémica de los lunes, entra Marcilla...
—¡Ortiz Acosta, Ortiz Acosta!
—Sube también Julio Jorge Tolesco, hay un micrófono de campo abierto, es la última oportunidad quizás para San Lorenzo, vamos muchachos, se está poniendo muy fea la tarde, el cielo se ha puesto de un extraño color verde, un verde que nos hace acordar que tenemos un llamado desde cancha de Ferro, atención Ferro, cuando venga el corner estamos con ustedes, viene el corner, entra Tolesco, salta Cattamarancio...
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