jueves, 21 de junio de 2007

Carlos Monzón



"Los adjetivos se gastaron, perdieron efecto. Para idolatrarlo, sobreestimarlo, destrozarlo, envidiarlo...Creía en pocas cosas: en Dios, en esa camiseta de Colón, que un pibe desconocido le escondió en el cajón de su viaje, en su potencia mas fuerte que sus metacarpos, y en su sed sin adjetivos. Por eso escupía, ¿sin motivo?, cuatro veces por minutos".Fragmento extraído del Libro "Narices Chatas" de Enrique Martín.






Su carrera como boxeador comenzó como un gigante, de pie y mirando fijo a los ojos del vencido que apenas tocaba la lona evitaba, esquivaba su mirada para hacerle comprender que todo había terminado. ¿Será porque desde muy chico tuvo que lidiar con una las mas complicada de las peleas: La pobreza, que Monzón se dedicó al pugilismo?. No es certero, pero es probable, ya que abandonó sus estudios en tercer grado para rebuscarselas y llevar dinero a su humilde casa de San Javier, en el barrio de Barranquita, mientras que compañeros de su edad estudiaban o se reunían para jugar. Una infancia de subsistencia, de pobreza y plagada de inconvenientes. Nada de juegos ni juguetes. Todavía no boxeaba y la vida lo golpeaba, y lo volvía a golpear. Estaba perdiendo por puntos.
Para contrarestar la paliza que la vida le estaba propinando, se introdujo de lleno en el mundo del pugilismo, recorrió distintos gimnasios y comenzó a mantenerse, aunque con estilo callejero y por montos irrisorios, haciendo lo que mas le gustaba: boxear.
El destino lo unió con Amílcar Brusa, quien además de convertirse en su entrenador fue su amigo, su confidente y aconsejó a Monzón en todos los planos de su vida. Lo ayudó a conquistar a Zulema Encarnación Torres, uno de los amoríos del “Negro”. Poco tiempo le bastó a Brusa para que esa contundente, categórica, más bien feroz derecha se suba al ring del profesionalismo, había llegado el tiempo de pegar, valga la paradoja, un salto definitorio.
Vivía para entrenar, viajar, pelear y sostener a su familia, tanto es así que realizó 22 maratónicas peleas en 2 años y recorrió siete provincias. Por la continuidad y la intensidad perdió tres combates. Ninguno por nocaut.
Recién el 13 de Septiembre de 1966 logró su segunda meta importante, puesto que la primera era vivir del boxeo y ya la estaba superando con creces, y le arrebató el título argentino de los medianos a Jorge Fernández. Tiempo más tarde el mismo Fernández veía como Monzón le quitaba también la corona sudamericana. A estas alturas ya estaba casado con Mercedes Beatriz García, conocida popularmente como “Pelusa”.

Con dos flamantes coronas, ubicándose segundo del ránking mundial y con la ayuda de su nuevo manager “Tito” Lectoure, que le conseguía rivales extranjeros, el argentino soñaba con la corona mundial. Y pronto dejaría de ser un sueño, una fantasía para transformarse en una de las más grandes verdades. Monzón fue, es y será el mejor.
No pudieron frenarlo más, nunca más, luego de aquel 7 de noviembre de 1970, cuando en el Palazzo dello Sport, Roma, se convirtió en el cuarto campeón mundial de la historia del boxeo argentino, tras nockear, con un atroz e hipnotizante derechazo, plagado de recuerdos, de pobreza, de juguetes ausentes, de cultura omitida y de venganza, a Nino Benvenutti.
Recorrió el mundo entero aplastando rivales, representando a la perfección a los argentinos, con guapeza, dignidad y coraje. Dejó al pugilismo nacional en la cima de las cimas, ya que se retiró siendo campeón mundial, luego de catorce defensas consecutivas.
Hacia 1974, en pleno auge boxístico, tuvo un gran romance, que provocó la separación con su esposa, con la actriz y vedette Susana Gimenez, quien fomentó su participación en el cine, ya que le disgustaba la profesión de Monzón. Protagonizaron juntos el film “La Mary.
La vedette se borró, los orígenes no. Conoció a la modelo uruguaya Alicia Muñiz y se enamoró perdidamente.



Capitulo aparte:

“Domingo 14 de febrero de 1988. Seis y cinco de la mañana. Se escuchan fuertes gritos en una elegante casa del barrio parque La Florida, en Mar del Plata. Un hombre y una mujer se insultan. Después, la caída de un cuerpo desde el balcón. Luego, ruido de vidrios rotos, y la voz de un hombre que pide ayuda.El cuerpo caído es el de Alicia Muñiz, con fracturas múltiples de cráneo. Yace en el suelo, vestida sólo con un slip. El hombre que grita es Carlos Monzón, también caído. Alicia se mató, Alicia se murió, repite. A pocos metros de allí, duerme Maximiliano, de seis años, hijo de la pareja. Monzón fue acusado de homicidio. Luego de una pelea con su mujer, le apretó el cuello hasta que quedó casi inconsciente, y él la tiró por el balcón. Monzón siempre adujo inocencia. La muerte de Alicia fue un accidente, una fatalidad. Yo no la maté, le dijo varios años después a la revista Caras.La Justicia no le creyó. El 3 de julio de 1989, Monzón fue condenado a once años de prisión, acusado de haber asesinado a Alicia Muñiz. El encausado obró con plena conciencia de la criminalidad de su actuar, concluyó el juez Jorge Simón Isacch. Pero el mismo juez consideró que existían atenuantes: Estoy convencido que no mató fríamente; quizá fue potenciado por el alcohol. La modelo uruguaya Alicia Muñiz lo acusó muchas veces. Dijo que él le pegaba, que la humillaba, que la celaba. Cuando no aguantaba más se separaba de Monzón, pero siempre regresaba. Regreso fatal. También regresó ese sábado 13 de febrero”. Fragmento extraído de una nota de Clarín.

Fue condenado a 11 años de prisión por homicidio simple. Cuando se encontraba en la etapa final de su condena, comenzó a gozar de salidas restringidas para trabajar. Porsupuesto en un gimnasio en el que entrenaba a boxeadores amateurs.
Un accidente automovilístico el 8 de enero de 1995, en la provincia de Santa Fe le terminó ganando aquella pelea que lo azotó desde pequeño, la pelea con la vida. Carlos Monzón siendo el as de espadas de un truco tan argentino como él, jugando a ser campeón, jugando como no lo pudo hacer cuando era un borrego y no había un mango. Extendió sus brazos para unir Santa Fe con Roma, San Javier con París y Barranquita con Montecarlo




"El pibe de los astilleros" de Patricio Rey y sus redonditos de ricota




Fue unos meses a Caseros y su "strato" roja
se hizo el torbellino que hoy suena en la radio.
La ceniza no caía desde su cigarro
y estaba en sus ojos desarmándote.
Alquiló una rana rubia, tibia y haragana;
se moría de ganas de matarla.
Una linda damita de Concordia
el más bello fuselaje que jamás lustró.
Le hizo un par de promesas imprudentes
y así fue que de ellas se aburrió.
Las minitas aman los payasos y la pasta de campeón.
El pibe de los astilleros nunca se rendía
tuvo un palacete por un par de días.
Rapiñaba montado a los containers
el maldito amor que tanto miedo da.
Fue por una lluvia que realmente moje(que pusiera fin a su aventura).
Un final feliz para pimpollos allí estaba, al fin, acechándolo.
Ciertos reyes no viajan en camello;ellos andan el tranco del amor.
Esos tipos soplan con el viento, al rebaño y su temor.













miércoles, 20 de junio de 2007

Héctor Luis Silva


"Los ítems que maneja el vocabulario Puma son la Garra, el Sentimiento, el Coraje, la Camaradería, el Compañerismo, el Corazón y el Sacrificio, entre otras muchas virtudes nobles".

Pero el ser un verdadero Puma, en todo el sentido de la palabra, no abarca solamente ochenta minutos dentro del campo de juego, sino que ese es tal vez un momento culminante de meses y meses de preparación". Ariel Bartolini

Ahora, es verdad que no siempre se han complementado esas cualidades entre los componentes de nuestro seleccionado. Pero afortunadamente esas veces fueron las menos, porque en cambio, la historia Puma ha sido recorrida por figuras que han merecido tal denominación y el personaje de la fecha es uno de ellos. Un real y verdadero Puma con todas las letras.


El club platense "Los Tilos" vio como la pelota de rugby le arrancaba a aquel niño de ocho años una sonrisa y se apoderaba de él durante largas horas. Ese pequeño que manipulaba, sostenía y lanzaba todas las tardes una pelota ovalada creció y, con tan sólo dieciséis años, debutó como octavo en la Primera del club de su ciudad natal, pero nadie, ni Héctor Luis Silva mismo, aquel pícaro niño y adolescente con debut precoz, imaginaría que sería una de las máximas figuras del rugby argentino.

Su formidable talento lo llevó, ya hecho un hombre, a vestir, junto a su característica vincha blanca, la camiseta del seleccionado nacional, con la cual debutó el 12 de mayo de 1965 en la mítica gira que Los Pumas realizaron a Sudáfrica, donde ganaron 11 partidos de 16 disputados. En uno de esos encuentros, contra South Western Districts, se lesionó "Bove" Cazenave, y Silva tuvo que cubrir la plaza de fullback, puesto en el cual produjo una actuación descollante.

Cada pelota que pasó por él se transformó en una jugada de ataque y provocó en cada maniobra la zozobra de la defensa rival.

"Pochola", como se lo conocía popularmente, se convirtió en un referente de Los Pumas, aclamado dentro del rugby mundial y tanto así que en 1971 la Universidad sudafricana de Petroria le ofreció una beca para que se incorpore a su equipo, pero no aceptó y siguió en La plata, donde tiempo mas tarde se recibiría de veterinario.

Padre de Rafael, con quien comparte la pasión por la ovalada, Silva, fue desafectado del plantel nacional por un lapso de 6 años en 1972, ya que apareció su imagen en la televisión para beneficiar a "Los Tilos" justo en un momento complicado para el rugby.

En 1978, con su habilidad intacta, regresó a la selección para seguir brillando. Ese niño lleno de sueños, aquel adolescente con debut prematuro y ese hombre realizado se encontraron dentro de "Pochola" el 9 de Agosto de 1980, en el vestuario de Ferrocarril Oeste, tras el encuentro que disputaron Argentina y Resto del Mundo, y juntos cerraron una brillante trayectoria como jugador con la casaca albiceleste, que continuaría como técnico tres años mas tarde. Una pasión interminable. Un amor de los de antes, de los pocos. Hector Silva, un puma.


"En 1980 juega contra el Resto del Mundo. Marca un try de palomita debajo de los palos. Cuando llega al vestuario Informa que ese fue su ultimo try, que deja el Seleccionado. Se iba un "incunable". Al guardar los botines y cerrar el bolso dijo a manera de reflexión: "El verdadero jugador de Rugby nunca se retira del todo". Tres años mas tarde volvió a Los Pumas como entrenador, "el Hombre de la Vincha", Héctor Luis "Pochola" Silva." Párrafo extraído de enterate.com.ar
“Hay dos condiciones fundamentales para ser Puma: ser buena persona y buen jugador. Uno es Puma toda la vida.” Héctor Silva
Detalle a tener en cuenta: En la foto podrán observar el antes y el después. Detrás del Silva sin vincha podrán divisar en un cuadrito al hombre de la vincha, al puma Pochola.

lunes, 18 de junio de 2007

Daniel Delgado


Los amantes del fútbol sabemos que hay cuestiones básicas e ineludibles, que se convierten con el paso del tiempo y la suma de conocimientos en obviedades. Un caso de esos es preguntarse que jugador va a ser mas reconocido, si el que hace los pases o el que mete los goles. Sin lugar a dudas, el que hace los goles. Será porque la tabla de goleadores es mucho mas importante que la de asistencias, porque dirán que está en "racha" y saldrá en todos los medios, o simplemente porque quedará en el score y se mencionará que tal o cual jugador hizo un tanto a tal o cual minuto del juego. Bueno, por lo menos en la mayoría de los casos es así, pero en el de éste personaje no lo fue. Y me salió el tiro po la culata. Claro, él recibía los pases de alguien que iba a ser un poquito importante en la historia del fútbol: nada mas ni nada menos que el jugador mas grande de todos los tiempos.
Un arma con mucha "Pólvora"
Atento, expectante, con la vista clavada en el arco, como buen goleador, y con una tradicional, aunque más modesta de lo normal, cinta de capitán en su brazo, que resaltaba de su manchada camiseta rojiza, Daniel "Polvorita" Delgado, veía a "Pelusa", su compañero de innumerables partidos de fútbol y travesuras, convertir los últimos dos tantos que sellaban el 4-0 con el que "Los Cebollitas", filial del club Argentinos Juniors, obtenían los Juegos Evita 1974, ante el equipo de Misiones.
Treinta y tres años transcurrieron de aquel inolvidable encuentro. Es sabido lo que el destino le deparó a Diego Armando Maradona con su posterior consagración como el mejor jugador del mundo, pero pocos son los que conocen los pasos de aquel capitán y goleador de los legendarios "Cebollitas".
Tras ir escalando en las divisiones de Argentinos Juniors, con los "Cebollitas" ya desmembrados, Daniel Delgado fue cedido al club Argentino de Merlo por un corto lapso. Luego regresó y debutó en la Primera de Argentinos, promovido por Delem, el ex delantero de River y director técnico del "Bicho" en aquel entonces, pero frente a una posibilida única emigró a Europa con rapidez.
Su primer club del exterior fue el conjunto italiano Chievo Verona, en el cual se quedó hasta 1982, ya que después fue transferido al Nola, filial del Nápoli, equipo en el que se desempeñaba Maradona y donde, por fin, la vida volvió a unir a "Polvorita", ya convertido en "Pólvora" y a "Pelusa", ya el mejor, lejos, porque todos los lunes jugaban juntos en partidos que el club napolitano hacía a beneficio del Etiopia.
En 1985 jugó en Catanzaro, y poco después en Pescara. Es importante saber que no pudo jugar nunca en la primera división, porque le faltaban algunos papeles para concretar la ciudadanía. Es decir, talento le sobraba, era un gran jugador, muy astuto. Allí, en Pescara, una fractura de tibia y peroné le cortó la carrera a los 29 años de edad y volvió a Buenos Aires, tras 7 años de ausencia.
Su prematura despedida del fútbol, por aquella lesión, fue un trago amargo en la vida de Delgado, pero pese a eso, él se sentía pleno y felíz, porque había vuelto a recibir, en su paso por Italia, como aquel niño que jugaba en "Los Cebollitas", los pases de ese jugador de otro planeta. Lo importante es que ahora tendremos en cuenta que tras esas descomunales asistencias siempre hubo un gran receptor y goleador, un tipo humilde y genial, quien fiel a su apodo, propulsaba los proyectiles que "Pelusa" le tiraba con su mejor arma.

domingo, 17 de junio de 2007

Daniel Marcelo Schapira






Es menester para poder ahondarnos mas en el personaje de la fecha que se tenga en cuenta cierto contexto:


24 de Marzo de 1976. Fecha que eriza la piel y angustia el alma.


El Golpe Militar:


Todo terminó a la una de la madrugada del 24 de marzo de 1976 cuando el general José Rogelio Villarreal le dijo a Isabel Martínez de Perón: "Señora, las Fuerzas Armadas han decidido tomar el control político del país y usted queda arrestada".O todo comenzaba. Es cierto: el país no estaba bien. Había inflación, crisis sindical, violencia y una sensación de ingobernabilidad absolutamente real. Pero lo que se iniciaba esa fatídica madrugada sería peor. Asumía el control del país una Junta de Comandantes en Jefe integrada por el teniente general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Orlando Agosti. "Control del país" significó, entre otras cosas, disolución de los partidos políticos y del Congreso, anulación de la libertad de prensa y expresión, reemplazo de la Corte Suprema de Justicia, supresión de toda actividad política y sindical, entrega económica. Y, fundamentalmente, muerte. Una pena de muerte disfrazada para "quienes causaren daño a medios de transporte, de comunicaciones, usinas, instalaciones de gas o agua y otros servicios públicos; para los que contaminaren el agua, los alimentos y las medicinas; para los que causaren daños con explosiones o incendios; para los que sean sorprendidos infraganti y no acaten las intimaciones, o se enfrenten con las fuerzas de seguridad", pero en realidad significaba para todo el país que no acatara las órdenes, por más irracionales que fueran.
Comenzaba el mayor genocidio de la historia nacional. El terroriso de Estado ocupaba los sillones. El plan de exterminio estaba en marcha. La Argentina, los argentinos, nunca más serían los mismos.


Si por "X" motivo saltearon la lectura que se encontraba arriba, o prescindieron de algun párrafo, vuelvan a leerla, ya que es fundamental para situarnos en el contexto y el momento que vivía la argentina.


Ahora sin omitir información fundamental podemos comenzar a conocer más sobre éste personaje. Su anonimato no quita que sea de los mas jugosos a la hora de exprimir su vida.


"Los pueblos siempre recuerdan, pero una forma de ayudarlos (y ayudarnos) es describir como era el pasado cuando aún era presente. Recordar es vivir en el pasado, que es siempre una morada, y no hay olvido capaz de demolerla". Mario Benedetti

Daniel Schapira fue secuestrado el 7 de abril de 1977 por un grupo de tareas, cuando viajaba en un colectivo por San Juan y Boedo. Tenía 27 años.
Era profesor de tenis del club Macabi, estuvo tres veces entre los diez mejores del ránking nacional y hasta se enfrentó a Guillermo Vilas, que por aquel entonces era tan sólo un "zurdito marplatense con un revés muy enroscado". El partido lo ganó Vilas, pero Schapira tras el duelo aseguró que podría haberlo ganado. Y así fue, puesto que Daniel jugaba muy bien, era un fabuloso singlista y un doblista excepcional.
Al margen de su gran pasión, el tenis, nunca dejó de lado sus pensamientos e ideas. Por el año 1973 se lo vio en una marcha en contra del derrocamiento del gobierno democrático del chileno Salvador Allende en manos del dictador y genocida Augusto Pinochet.

Su gran nivel intelectual y sus avanzados conocimientos sobre Derecho, carrera que estudiaba, lo llevaron a intervenir en la cátedra de Derecho Constitucional. Luego estuvo en Córdoba, donde se desempeñó como un importante cuadro de la JUP (Juventud Universitaria Peronista) y allí en 1976 , en plena Dictadura, fue perseguido y recibíó tres balazos. Malherido logró escapar en tren a Buenos Aires, donde pese a ser intensamente buscado se comunicaba con su hermano, también tenista, para decirle que táctica debía utilizar ante tal o cual rival. Tiempo después fue secuestrado.
La historia es aún mas trágica y dolorosa. Ocho meses pasados de su secuestro nació su hijo, a quien se lo llamó Daniel, en honor a su padre. Schapira jamás se enteró que su esposa Andrea Yankilevich, la cual también fue secuestrada en Julio de 1978 y que aún continúa desaparecida, estaba embarazada. El bebé fue devuelto a su abuela materna. Hoy ese chico sigue con vida y milita en H.I.J.O.S.

Dani fue conducido a la ESMA donde se lo sometió a condiciones inhumanas de vida. Se lo torturó con golpes y descargas de corriente eléctrica para obligarlo a proporcionar información. Permanece desaparecido. Un torturador, que se hacía llamar "El Trueno", se jactaba en la ESMA de haber conseguido en Estados Unidos unos dardos con altas dosis de veneno que se tiraban con armas de fuego.

""Una mañana "El Trueno" eligió al azar uno de los centenares de huéspedes que se hacinaban en "Capucha". Lo hizo llevar al sótano y decidió hacer un experimento. El "conejito de Indias" fue Daniel Schapira. Daniel pensó que lo iban a fusilar cuando "El Trueno" le ordenó ponerse de cara a la pared. Estaba muy débil y aún no se había repuesto de las heridas de bala y las sesiones de picana. "El Trueno" apuntó cuidadosamente y luego le disparó con una pequeña pistola. Daniel se desplomó y durmió durante más de un día", prólogo del libro "Recuerdos de la muerte" de Miguel Bonasso.

Intelectual, leal, idealista y por sobre todas las cosas un tipo genial. Un tipo genial que ya no está. El tenis durante muchos años no le rindió un merecido homenaje a alguien como Daniel. Desde aquí yo, por mas humilde que sea, se lo rindo. Match point contra el olvido y grito con fuerza y voz firme: Daniel Schapira, !Presente!.




Recuerdos, poema de Rodrigo Carrillo


Busco
la hebra exacta
para comenzar
a desenredar
el ovillo de recuerdos
y olvidos
que dejan
maniatado el corazón

Busco
una aguja
para seguir
pinchándole
el pulgar a la nostalgia




jueves, 14 de junio de 2007

Roberto José Mouras

"Todavía hoy pienso que la vida de Mouras fue como ofrendada. Todavía hoy, cuando los fuegos de la vehemencia se sofocaron, ahogados. Y los gritos de la intemperancia, enronquecidos, perdieron volumen desvaneciéndose sordamente, para convertirse en una tristeza interminable como la necesidad del hombre pobre". Fragmento extraído de una nota de Alfredo Parga para el Diario La Nación.


El próximo 22 de noviembre se cumplirá el décimo quinto aniversario del fallecimiento del inolvidable Roberto José Mouras. Ese no será un día más para los fanáticos del Turismo Carretera y en especial para los hinchas de Chevrolet, ya que aquel día en plena carrera se mató una de las máximas figuras de la marca.


Piloto amante de la velocidad y los autos tuvo un estilo de manejo agresivo y arriesgado, sin embargo nunca quebró los códigos y la lealtad con los pilotos rivales.

En su prolífica carrera, Mouras vivenció variados accidentes y vuelcos, que causaron las contínuas destrucciones de los automóviles que conducía, pero gracias a su buena posición económica se podía dar el lujo de reponerlos con facilidad.

La gran cantidad de incidentes de los que salió ileso y el coraje que impuso en cada una de sus peligrosas pero emotivas maniobras impartieron la sensación de que era un ser inmortal, perpetuo y magnánimo, que había comenzado hacía tiempo a instalarse en el corazón de los fanáticos del Turismo Carretera, sin distinción alguna de marcas.

Es por esto que ni el mayúsculo pesimista imaginó que aquel 22 de noviembre de 1992 en el circuito de Lobos, cuando, con su Chevy, se disputaba la punta de la carrera contra la Dodge del “chueco” José María Romero, la parca se interpondría en su camino a la gloria y se lo llevaría, pero catastróficamente así fue.

El “toro”, como lo apodaban, en su afán de ganar, exigió en exceso su Chevrolet a través de constantes bloqueos, que provocaron minutos después el estallido de uno de sus neumáticos, lo que desató el trágico accidente, puesto que, con una de sus llantas destrozada, no pudo mantener el control de la Chevy que se estrelló contra un talud de tierra y tras múltiples vuelcos, su coche se desplomó en la ruta 205.

Así se apagaba, a los 44 años, la vida de un grande, uno de los últimos ídolos del Turismo Carretera, quien ya no saludaría al público a través de la diminuta ventanilla del Chevrolet azul número 9, ya no subiría nunca más a un podio e increíblemente, ya no estaría.

El oriundo de Carlos Casares era un tipo de esos que tenían perfil bajo: respetuoso, introvertido e incapaz de crear polémica, gestar conflictos o emitir frases venenosas y plagadas de mala intención en sus declaraciones. Será por eso, y por cómo amaba el automovilismo deportivo, que fue, es y será la imagen de Chevrolet y a su vez, el piloto al que todos quería vencer pero el cual todos disfrutaban ver ganar, porque Roberto Mouras también se apoderó del cariño de los fanáticos de Ford y Dodge.

A 15 años de su muerte, pese a que aún el dolor se hace presente y los recuerdos siguen intactos, ya no es tiempo de fortalezas ni debilidades, de frialdades ni sensibilidades, ni siquiera de llantos o sollozos, porque el próximo 22 de noviembre, a modo de respeto, tal vez de homenaje, habrá un silencio. Un silencio como el que se generó aquel día de 1992, cuando se fue para no volver.

No está más presente quien pone el cuerpo sino quien se hace extrañar, y hoy a Roberto José Mouras se lo extraña y eso, si lo hace inmortal y perpetuo, porque es el mismo recuerdo lo que lo mantendrá por siempre vivo.






En el año 1976 le construyen un auto totalmente nuevo, su armado demanda muy poco tiempo, gracias a los orfebres Wilke-Pedersoli y a todo su equipo.
El ingeniero Joseph consigue el auspicio de Hiram Walker (Old Smuggler) ,por eso el auto era totalmente dorado con logos en verde oscuro, igual que la etiqueta de la bebida. Ahí nace el recordado
"7 de Oro" .









"SIETE"


SE ESCRIBE CON S DE“SIMPLE”… PUES LO FUISTE AUN SIENDO GRANDE.
SE ESCRIBE CON S DE“SOLIDARIDAD”… PUES SABEMOS QUE ASÍ FUISTE.
SE ESCRIBE CON S DE“SOBRIEDAD”… PORQUE ASI TE MANEJASTE EN LA VIDA.
SE ESCRIBE CON S DE“SENTIMIENTO”… PORQUE TE QUEREMOS DE VERDAD.
SE ESCRIBE CON S DE“SILENCIO”… PORQUE ASI LLORAMOS TU MUERTE.
SE ESCRIBE CON S DE“SIEMPRE”… PORQUE NO TE OLVIDAREMOS.
SE ESCRIBE CON S DE“SIMPLEMENTE”… PORQUE ASI SERAS POR SIEMPRE:“EL TORO MOURAS”

miércoles, 13 de junio de 2007

Oscar Natalio Bonavena



Que el tiempo pasa es algo trillado y que se asume, valga la paradoja, con el mismo paso del tiempo, sin embargo el verdadero problema no es que el tiempo pasa, sino lo que le pasa a uno con el tiempo. Y justamente con el paso del tiempo éste inigualable personaje, porque realmente fue y será un personaje único, fue despertando en mí mucho interés y quisiera compartirlo también con ustedes.

Hace más de treinta años, ¿treinta años? puff como pasa el tiempo jaja (leer arriba), exactamente el 22 de Mayo de 1976, Ross Bryner, enviado por Joe Comforte, le quitó la vida en Mustang Ranch, un cabaret de Reno, Nevada al exponente más grande del boxeo argentino de pesos pesados, junto a Luís Ángel Firpo, tras dispararle en el pecho con una escopeta a treinta metros de distancia. Aquel matón a sueldo mató a Oscar Natalio Bonavena, se llevó a “Ringo”, nos robó, bien digo, porque era bien nuestro, al Gigante de Parque Patricios, cuando tan solo tenía 33 años, alguien dirá rápida y estúpidamente ¡”La edad de Cristo”!. Lo que Ross Bryner, por orden de nadie, ni siquiera del mafioso Joe Comforte, nos puede arrebatar: es su recuerdo, el cual se adjunta con toda su historia. Una gran historia.
“Ringo” era un tipo de barrio, sentimental y bonachón. El argentino en su máxima expresión. Un típico argentino, pero “argento, argento de alma”: de raviolada los domingos al mediodía y a la tarde a la cancha a ver a Huracán, su Huracán, de su amado Parque Patricios. De la mano de su inmortal carisma marcó la historia del pugilismo nacional, fue ídolo popular y se transformó en un mito argentino, pese a no haber logrado nunca un título mundial (obtuvo dos argentinos y un sudamericano).
Se enfrentó a fenómenos locales, como “Goyo” Peralta, al que venció por knockout en un Luna Park colmado y en su contra. Batalló con gigantes del mundo como Muhammad Alí, en un duelo que conmocionó al mundo entero, en el que buscó, peleó y luchó con su habitual “guapeza” frente a todo el Madison Square Garden.
"...El choque contra Muhammad Alí en el Madison de Nueva York, el 7 de diciembre de 1970. Los 79.3 puntos de rating de Canal 13 sólo fueron superados 20 años después por los 82 del partido Italia-Argentina del Mundial de 1990...”, Fragmento extraído de una nota de Horacio Pagani en el diario Clarín. Aquella inolvidable noche, Bonavena recibió una paliza pero guapeó, metió los golpes que pudo y aguantó estoicamente hasta el último round en el que cayó tres veces y se decretó el nocaut. También lo sufrió Joe Frazier, conocido como “El Rocky negro”, quien tras haber subestimado el duelo lo pudo vencer sólo por puntos. Frazier tocó la lona en dos oportunidades.
Contra todo y todos se enfrentó por su país, el mismo que hoy a más de tres décadas de su partida, con orgullo, lo recuerda.
No fue solo un gran boxeador, ni mucho menos un personaje pintoresco. Quizás el emergente social de una época y parte de nuestra identidad. Al igual que en otros momentos
lo fueron o lo son, Gardel, Evita, el Mono Gatica, Minguito, el Negro Olmedo, Rodrigo, Maradona y muchos, muchos otros, con diferencias y matices.
Ringo Bonavena de Parque Patricios a New York. Quemero de ley. Nunca lo vamos a olvidar, y siempre, en algún rincón de la quema se oirá su canción, aquel himno, que lo perpetúa mas que su propia estatua: “somos del barrio, del barrio de la Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena.

“No tenía la mirada apacible, su hablar no era sereno ni su sombra reposada. Más bien era desvergonzado, picapleitos, machista y fanfarrón. Tampoco era lo que se dice comedido y serio. Más bien chiquilín y prepotente. Pero era bueno. Con todo lo que implica la palabra bondad. Un reo inculto. Un mersa. Un self-made-man. Un alborotador. Un impuro. Pero bueno. Y buen boxeador, quizá como pocos o ninguno. No sé si el mejor, porque tenía pié plano. No fue campeón del mundo por poco, pero estuvo cerca”.
“Tenía una bocaza clara y transparente, hasta se animó a cantar el “Pío-pío” en la televisión. ¿Pero era él? Un poco era nosotros, o cachitos de nosotros, de los que no pudimos salir de Parque Patricios, de los que nunca pudimos pechearle a los de arriba, de los que jamás pudimos salvarnos para ninguna cosecha por más que hicimos fuerza. Por más que lo deseamos, no pudimos ni podremos”.
“Seguro que cuando llegó allá arriba, con el pecho anegado de claveles rojos, San Pedro habrá querido sacarse una foto de recuerdo antes de llenarle la ficha celestial y hacerlo pasar a la bienaventuranza de un Paraíso lo más parecido a Las Vegas. Porque San Pedro -según dicen los chismosos serafines- es un poco cholulo y se desvive por los pescados grandes que de vez en cuando le manda La Parca. Y él, seguro, habrá bajado alardeando de la cupé Torino, no se habrá sacado los descomunales anteojos espejados ni el mersón sombrero texano, y le habrá gritado desenfadadamente, abriendo sus enormes brazotes de buenazo: “¡Pedrito viejo y peludo nomás!” Para estupor de la gilada que no nació en La Quema ni lo esperó el avión presidencial, por si ganaba”.
Fragmentos de “Libro de Alabanzas”, de Horacio Sacco


Poema a Ringo

Cómo voy a recordarte que no sea de esta manera
Con tu risa de atorrante, de atorrante pero buena
Con tu espalda de gigante, ancha como un mar sin tregua
y tu mano franca, franca para el pobre siempre abierta

Como voy a recordarte que no sea de esta manera
Como puedo imaginarte sin habano y sin galera
sin domingos de ravioles amasados por la vieja
y después del beso tierno a ver al Globo en la Quema!!

Cómo voy a recordarte que no sea de esta manera
Si un frío mayo, ahí tan frío como tu ausencia
diste duro tu gran pelea, la de la vida, la que no espera

Cómo voy a recordarte que no sea de esta manera
Qué sin vos Ringo, las calles están grises como niebla
Si un payaso tembloroso se acurruca en cada puerta
y la hinchada ya no canta ni la Quema está de fiesta.
La tristeza creció tanto que me abraza como hiedra

Cómo voy a recordarte Ringo!! que no sea de esta manera

martes, 12 de junio de 2007

Neri Raúl Cardozo


"Me van a tener que disculpar. Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones convenidas por todos"..."Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente con la lógica"..."Si uno quiere ser un tipo coherente debe medir su conducta, y la de sus semejantes, siempre con la misma e idéntica vara. No puede hacer excepciones"... "Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento". Estos fragmentos del cuento "Me van a tener que disculpar" que Eduardo Sacheri le dedica a Diego Armando Maradona calzan justo con mis sentimientos, pero por otro personaje un tanto menos mayúsculo. Sembrará discordia, lo sé. Me van a tener que disculpar. Admito que no es un personaje consagrado, ni magnánimo, por lo que no merecería estar primerísimo primero, pero por ser dueño de éste blog me voy a dar un pequeño gustito. No quería hacerlo sin antes pedirles unas meritorias disculpas. Acompañenme en este camino y conozcamos un poco más de este personaje.


Boca Juniors padecía la ira de un Independiente ávido de éxitos que precisaba con apremio de un triunfo. Un tanto y el dominio absoluto del pleito le otorgaban al cuadro de avellaneda un manantial de confianza, cuando promediaban los 35 minutos del período inicial. Juan Román Riquelme, quien acaparaba toda la atención por su flamante regreso al cuadro "xeneize", era abolido por los volantes rivales y no lograba conectar con un deslucido Rodrigo Palacio, ni con un tosco Martín Palermo.

Riquelme paró la pelota, un quiebre, un freno y la redonda al vacío , al completo vacío. La imagen se quedó con el cuero rodando por la gramilla, al parecer, sin destinatario alguno. Sorpresa. Una estrella fugaz azul y oro tomó la redonda que parecía resignada a salir por la línea de banda y la transportó varios metros hasta dejarla incrustada en la red. ¿Es un avión?.¿Es una liebre?. ¿Es una flecha?. ¿Acaso es Superman?. No, es Neri Cardozo, quien segundos después del formidable tanto, posó su efigie de cara a la hinchada, su hinchada, la cual aún no comprendía lo sucedido. Se archiva en todas la mentes una estampa, cual Paul, no San Vicente, sino Claudio Paul, Claudio Paul Caniggia en el gol a los brasileros en el Mundial del `90.

Amasijo de raudeza y perspicacia, amalgama de talento y perseverancia, el humilde joven mendocino, de tan solo 21 años, demostró con altanería, guapeza y destellos de "fútbol champagne" que es merecida la reciente convocatoria de Alfio Basile para el seleccionado argentino. Aquel niño tímido que debutó de la mano del "Virrey" Bianchi en el 2004 hoy descolla domingo tras domingo. La hora de despegar llegó y dejenlo, porque él, él sabe volar.


El partido que se menciona: Independiente- Boca del pasado torneo. Ganó Boca 3-1 con un monumental, valga la paradoja, gol de Martín Palermo desde la mitad de cancha. Independiente siguió y sigue, sin intención de ofender a algún hincha rojo y sin querer ser un "diablo", cuac ja, ávido de éxitos.

Es un hecho también que el nivel de Neri Cardozo bajó mucho desde la temporada pasada hasta la actualidad. Sus ultimas actuaciones se tornaron decepcionantes. Pese a todo esto, es una debilidad futbolística que me la permito. Me van a tener que disculpar.

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