martes, 25 de diciembre de 2007

Juan Gilberto Funes



Fue por los 80´. Sí, en esa mismísima época, en la que Meteoro, Mazinger "Z", Astroboy y Los Thundercats divagaban por la jovial mente de algunos niños que estaban abandonando el super bólido, el mensú, los muñecos topi y las muñecas Fluorella sabor. Cuando la mayoría de los púber, con las Adidas New York, un buen pantalón desflecado, el típico sweter punto inglés y el infaltable reloj calculadora, se deleitaban en los cines con "Los Bicivoladores", "El pájaro canta hasta morir", "Muchacho lobo" y "Reto al destino". ¿No te acordás todavía? Vamos, si en pleno jolgorio quinceañero, en esa tanda medio retro, habrás escuchado "Murmullo descuidado" de "Wham" y esa mirada cómplice entre tus viejos te hizo entender todo. Si los habrás escuchado "tirar para arriba" con Miguel Mateos. ¿Te acordaste ya? No hay más líneas para explicártelo. Capaz este personaje ayude. No a vos, pero cuando le tires el apellido a tu papá o a tu tío lo van a tener ahí en la punta de la lengua, queriendo soltarlo, a punto. Buscando ese placer en el recuerdo de semejante tipo. Un centrodelantero solidario que estaba en boca de todos, del fútbol, de la contundencia, de la perseverancia, del gol. Un goleador de alta escuela, de una de las escuelas extintas. Un verdadero atacante. El sinónimo más preciso del centroforward: Juan Gilberto Fúnes.






Aquel indeleble torso ensanchado y algo redondeado. Ese gollete corto, voluminoso y sin papada con esas inconfundibles y morrudas piernas. Inolvidable. Pasó hace un tiempo por acá, ¿ lo viste?. Fue el mismo que se llevaba todo a la rastra con una desmesurada potencia y que si bien habitaba el plano césped, tenía un pelaje oscuro, era venerado por una hinchada fervorosa, más bien una tribu, y estaba constantemente acechado por defensores furibundos, cuasi cazadores, no fue un animal. En realidad sí lo fue. Fue algo similar a un búfalo. Uno indomable dentro del área chica, de tres cuartos para adelante, siempre para adelante. Al frente y a correr. A correr y a la red. Una bestia, un rumiante mamífero patán y bandido, bandido del gol. Ni bisonte, ni buey: búfalo.
Un tipo que a pura polenta, sin pajaritos, pero con alas se llevó el mundo consigo. Con su brío, su auge, su tozudez y su coraje dejó recuerdos inalterables y permanentes. Fulgurantes destellos de argucia, de granujería, de un hambre voraz para romper esquemas y transformar su sagacidad en tanto, en anotación, en número. En número y a sumar. ¿Cuántos van?.




Por haber sido lo que fue, ese afable tipo nacido en la cuna del cuero redondo que mamó jugo de gol y comió papilla de valor, que no se olvidó del fango que tragó ni de cuanto le costó lavar esa casaca estirada de Gimnasia de Mendoza que llevó con orgullo. Por todo eso, San Luís aún tiene seca la garganta.
Siendo un pichón anónimo que siquiera había jugado en la primera categoría, Funes emigró al fútbol de Colombia donde se hizo divinidad a fuerza de su simpleza, de su explosión. De su juego explosivo y de aquellos zambombazos sorpresivos, porque "Rambo" no era sólo goles, sino que además era solidario y federal con sus compañeros. Fue el tanque en la guerra, el objetivo de la misión secreta y el trabajo en equipo. Un centrodelantero diferente, adepto al juego sencillo, claro y sencillo, que tuvo su período de adecuación al balompié colombiano, tanto es así que vivió rachas negativas, pero de la mano de Eduardo Manera, quien se hizo cargo de la dirección técnica del Millonarios, encontró su posición justa. Arrancando desde atrás y con pelota dominada. Allí y así nació el verdadero búfalo, el indómito. Tiempo después y tras increíbles temporadas en el equipo de Bogotá, River Plate lo repatrió para las semifinales de la Copa Libertadores, allá por 1986; y todo lo que sucedió después es historia sabida. La figurita fácil del álbum: La final contra el América de Cali. Falcioni despatarrado y Fúnes con la pelambrera al viento, festejando. Porque el búfalo había domado la esférica en el semicírculo del área y ya se había acomodado. Aguantó la marca del pobre de Luna y giró. Giró, domesticó a Valencia y sacudió la red, ahí, rasante y bajo, ahí, junto al poste izquierdo de Falcioni que se había estirado y mucho, ahí y ya era ídolo, ahí... y River ya era Campeón de América.
Sintió el hambre y el barro, sudó e hizo la plancha. Tomó café en Bogotá, se vistió de héroe en Cali, se encontró de un día para otro en suelo nipón, desplegó su ritmo en la península balcánica siendo un helénico más y se disfrazó de cretense y minoico para clavar la redonda en el arco del triunfo una y mil veces. Más estará su nombre siempre grabado en todo lugar que haya sentido su vigor.
Un corazón de andar cansino le echó la falta y con 29 de mano perdió el partido sin entrar a las buenas. Perdió mal y con sed del bueno, un bueno imposible. Fue aquel soplido y no del viento que lo dejó afuera de todo. Con un pie en La Bombonera, una esposa, un hijo y miles de gritos atragantados. Una insuficiencia cardíaca lo frenó en seco, en el momento justo (donde el siempre supo estar). En el momento justo, bien digo, justo cuando sus latidos se detuvieron por obra de esa estrecha
válvula.

Fue un 11 de enero de 1992 que el "9" tomó su alma y la elevó a los topetazos. Aguantó de espaldas y con el corazón en la mano todo lo que pudo. La muerte le hizo marca personal durante un tiempo y finalmente se llevó al arremetedor, al bandido de goles y de sueños, sueños frustrados, inconclusos. Desvanecidos.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Mario Ortíz


Llegó el momento de brindarle un merecido espacio a ellos, a estos otros, tal vez no tan reconocidos, pero muy completos, personajes atestados, atiborrados y sabrosos, para masticar y tragar, si es que llegan a poder.
Hay historias que por distintos componentes calan hondo en los sentimientos de los individuos. Cuantiosas las incógnitas, los interrogantes, tantos que se yuxtaponen y hasta saturan. ¿Cuan grande habrá sido la tortura durante su fugaz existencia?
(calculo que inmensa, inacabable) ¿Qué clase, género, espécimen de fanático, masoquista y apasionado por demás se atrevería a tanto a cambio de tan poco, de algo tan irrisorio y efímero?
Participó de un cruento e inhumano juego de mesa en el que no tenía ficha. La única que atesoraba la endosó a una quimera. A una utopía que lo sosegó, lo aletargó y lo durmió no precisamente en el ring.
La negra historia de Mario Ortiz, el cirujano.
"Para triunfar en el boxeo se necesitan tres cosas. Primero hambre, segundo hambre y tercero hambre". Jack Dempsey ( Ex campeón mundial completo)
No se trata de un bisturí, ni de las tijeras curvas o rectas. No, no son las pinzas mosquito, ni siquiera es el clamp bulldog. Sí, te digo, te digo que son dos instrumentos y corresponden a un cirujano, pero no son quirúrgicos. Allá están, si todavía se ven. Son los dos livianos brazos del carismático boxeador mendocino Mario Ortiz. Un noqueador nato, sus golpes cortan. Te corta y date por operado, a la lona.
Si todavía está ahí: en guardia, inmutable y firme, con sus diminutos pies, tamaño escarpin, apoyados sobre el ring y atisbando de reojo sus huesos, cohibiendo y reprimiendo el gimoteo, el llanto, jugando a tener blindaje, a tener un lorigón, una armadura pero a cuerpo pelado. Como no recapitularlo si aún cualquier tragadero se deshidrata con aquel fatídico desenlace.
Todo era ventura en la ajetreada, pero exitosa vida de Ortiz. Que importaba esa pequeña fractura del quinto metacarpiano izquierdo en el quinto round, que iba a importar si hacía minutos se había convertido en el flamante campeón nacional peso liviano. Había intervenido quirúrgicamente a Nicolás Arkuzyn, allá por abril de 1977.
¿ Cómo iba a amainar el carnaval de box por una fractura del radio derecho, por septiembre de 1977, cuando despachó, una noche de luna, no llena, sino de Luna Park, en un festival de raudeza y coraje al uruguayo Gualberto Valdéz con una sola mano desde el primer round?. Tras el combate se enteró del diagnóstico sospechoso. De la lesión reveladora. Sí, reveladora.
Fue titiritero de una marioneta intrincada y colérica: su mismísimo ego y al igual que Pinocho dejó un cuento, pero sin final feliz, un cuento que eriza la piel, un cuento horrendo, un cuento sin una letra, sin un símbolo, signo o grafema de ficción.
A partir de la fractura, con el lechado yeso, una lámina metálica en el brazo incluida y muchísimo dolor, todo cambió en la vida de Ortiz. Logró recuperarse de la lesión, pero en una sesión de footing para recuperar su peso y poder combatir de nuevo sufrió la rotura del tendón de aquiles. Un nuevo calvario, una nueva rehabilitación. No se dio por vencido y el 23 de Junio intervino sin
anestesia a Epifanio Pavón en tan sólo seis vueltas.
¿Quien podía pensar que un mes después sería internado de urgencia en el hospital Mitre de Mendoza y se le extraería de la columna vertebral un tumor, un nódulo de tristeza que ya le había paralizado las dos piernas? Todos. Las pistas fueron muchas. Repetido el sistemático ejercicio de las agujas por un par de días, uno de sus tocayos lo vaticinó: Cáncer en los huesos.
Un año después de una de las epopeyas mas recordadas que haya vivido la manzana Corrientes-Lavalle- Bouchard- Madero, más precisamente el 11 de septiembre, murió.
Inflamado de coraje y de corticoide, de ganas y de miedos guardó, archivó en su corazón, blando pero irrompible, antítesis absoluta de sus débiles huesos, las imágenes de sus 30 nocauts, su intocable e inmaculada corona nacional y la proeza ante Valdez.
Siendo esclavo de un inmodificable destino lanzó golpes a la vida, golpes que quedaron sepultados en el aire, golpes que aún se escuchan y escucharán por todos los rincones de cualquier cuadrilátero. Golpes secos y extraviados, golpes muertos y perdidos que por no haber impactado contra algo flotaran en la nada y harán eco de un mundo de sueños desvanecido en menos de 400 días.
Del hospital al ring, del ring al dolor, al sufrimiento, al achaque, al padecimiento, al ring de nuevo, a la barbarie, hasta el horror. Un rojizo par de guantes se disgrega en sangre, en hemorragia, se evapora en cáncer. Epitelioma, carcinoma y cefaloma. Cáncer y fin del cirujano, un cirujano de 24 efímeros eneros, curado de espantos y enfermo de ira, de chao, de adiós.

martes, 9 de octubre de 2007

Sergio Daniel Martínez Alzuri


Desde chico conté con una particularidad algo peculiar, porque además de ser amante del fútbol y porsupuesto del club del que soy hincha, siempre fui fanático de algún que otro jugador en especial.
Ahora, esto no resultaría para nada extravagante ni atípico, ya que es colectivo y usual simpatizar en mayor o menor dimensión por tal o cual jugador.
Sin embargo, y aquí lo particular, me incliné y, debo admitirlo, aún me inclino por los jugadores que alguna vez exhibieron un descollante y superlativo nivel, pero que con el tiempo no han logrado sustentarlo.
¿Por qué? Porque lo tomo como un pasatiempo, un divertimento extra que me posibilita el fútbol y cada domingo admiro, respaldo, aliento y sufro con ese contrariado jugador. En algunas oportunidades, las menos, cuando retoman el nivel dejo de seguirlos y comienzo, sin perder la simpatía por este, a focalizar en otro. Si el jugador no sólo reúne esta característica sino que además es portador de un buen apodo sin dudas, ni titubeos será uno de los elegidos. Y es que es así, no hay nada más gratificante que oír a un cronista enunciar, vocalizar y hasta deletrear un buen apodo, ese mote que tiene que ir si o si escoltado del apellido, tienen que complementarse, ser ideales y que cuando el player convierta y el estallido de gol sea inminente estés allí, expectante, a la espera de todo lo que pueda prolongarse el grito para permitirte escucharlo una vez mas y ésta vez todo de corrido: Apodo, nombre, segundo si lo hay, y apellido.
"Tiene que llenar la boca, atragantarla, que se lo pueda masticar, escupir..."Tiene que venir de abajo, carraspeado, desde el fondo mismo del esternón, tiene que llegar como un jadeo, lastimarte, tiene que ser lleno, digamos macizo, nutrido, eso, nutrido".
Sin más preambulos, el personaje del día fusiona estas dos quisquillosas condiciones y por ello fue, es y será uno de mis preferidos. Traigan el pan que la manteca está en la mesa...



Gol. Regocijo, regodeo, deleite y vehemencia en la tribuna local. En un santiamén el festejo amaina y al compás del: Uruguayo, Uruguayo! Se reanuda el juego. Él, el factor desencadenante, el autor del tanto ya no se encumbraba hacia el alambrado como en las gloriosas y pretéritas épocas, ya no gritaba, no festejaba con galantería, ni siquiera pateaba carteles como supo hacerlo en algún que otro partido, sino que ubicaba el índice en el morro y demandaba silencio, procuraba callar a los fanáticos, ansiaba callar a todos. Guardaba bronca, mucha bronca. Y es que pese a la dicha de su presente no se olvidaba de los murmuros, de los silbidos, de la desaprobación, ni de los insultos, no ignoraba nada.
Sergio Daniel Martinez Alzuri se inició jugando al baby fútbol en el club Vesubio Centella. A los 11 años ya se hallaba en las inferiores del Defensor Sporting, tan sólo con 16 había debutado en la primera división de aquel cuadro y pocos meses después fue transferido a Peñarol, donde no sólo crecio en prestigio y experiencia, sino además en posibilidades ya que fue su gran vidriera. Así, con esa chapa, con esa apesadumbrada mochila, cayó en Boca hacia 1992. Gozó de temporadas espléndidas, muy buenas, buenas, regulares y algunas, las de sequía en la red, deplorables, pero siempre buscó, peleo por su hueco y se ganó un lugar. Pese a que fue colgado (no tenido en cuenta) por Carlos Salvador Bilardo, repudiado por un significativo sector de los hinchas, siguió entrenando, amaestrandose a sí mismo, con la misma grandeza. Con las mismas ganas. Será por eso, por su coraje, el de apopiarse de un compromiso mayúsculo y no haberlo esquivado, será por eso que cuando "manteca" demostró, que cuando la racha se extendió y se hizo presente en un aluvión de goles, tanto es así que quedó séptimo en la tabla general de goleadores en la historia de Boca con 87 tantos y segundo detrás de Martín Palermo en la lista de la era moderna (década del 60 en adelante), no hubo adulación, zalamería, ni cántico que alcanzara, no había modo de manifestar la aflicción y el arrepentimiento.






Luego de su dilatada estadía en el club de la ribera, Martínez pasó al Deportivo La Coruña, pero por distintas lesiones no pudo tener continuidad, su físico estaba muy deteriorado, desgastado, es por esto que el equipo español contrató a Sebastián Washington "Pomada" Abreu, quien, para que vayan mamando el método de elección, cumple con creces los dos minuciosos requisitos. En el ocaso de su carrera engatusó, embelesó y enamoró, con su principal arma de seducción, su gran encanto: los goles, a los hinchas de Nacional.









Con su selección, la uruguaya, disputó cuatro Copa América (Brasil 1989,Chile 1991, Uruguay 1995 y Bolivia 1997) y hasta se dio el lujo de formar parte del plantel en la Copa Mundial de 1990, en Italia. Nos dejó sin goles en 2001, ya que aquel año se retiró jugando para Nacional.
Sin vacilaciones fue uno de los distintos, un superior, uno de los mejores delanteros del fútbol uruguayo, pero fue mucho más para los argentinos. Motivos: varios.Tal vez por aquel gol decisivo que le hizo de penal a Brasil en la Copa América 95, ese que dejó afuera a los cariocas y que gritó todo el país, quizás por su envidiable orientación, su sangre, su frialdad en la definición y por dar un verdadero ejemplo, cuando luchó ante la adversidad y revirtió su situación en un club complicadísimo como lo es Boca Juniors, o capaz por la sencilla razón de tener un apodo suntuoso e ideal.









Por a, por b o por c fue aborrecido y venerado. Despreciado e idolatrado. Siempre cara o ceca.
Ejemplo de muchos, hasta del mismísimo Juan Román Riquelme, fue la boca llena de gol en cada picado entre amigos, fue el mas imitado, fue el olfato, la raza, el paradigma de los atacantes, el toque final, el oportunismo en pinta, la chispa y la velocidad.
¿Cómo olvidar esa melena, esa pelambrera castaña? ¿cómo no extrañar ese pañuelo rojizo que flameaba cuando agitaba su mano izquierda?. Imposible.
Porque no fue casualidad que el texto haya comenzado con aquella palabra inicial, puesto que él, el que perdona pero no olvida, el implacable o simplemente "Manteca" fue sinónimo de gol, más bien el hombre gol. Porque dejó ese sí sé qué de goleador y un sello, un sello propio en la historia del fútbol. Porque como buen hechicero, hechicero de arqueros, dejó algo mágico, algo que atesora todo fanático de Boca Juniors, sino preguntenle a Guillermo Barros Schelotto, al que le dejó su historia: La 7.

Periodista: - ¿Qué cara ponen los defensores cuando te ven con pelota dominado en el área?
Martínez:- No los miro, sólo pienso en meterla.






lunes, 17 de septiembre de 2007

Gustavo Eberto



Había una vez un ángel. Uno de esos elegidos desde muy jovenes que son arrancados de todo para cumplir con sus funciones. Voluntarioso, trabajador, respetuoso y responsable, de esos especiales que hablan bajito y pausado, sútiles y tenues: armónicos. Un ángel guardían, guardián de los tres postes.

Cuenta la historia... que entre el barro y la lluvia, una blanca sonrisa volaba de izquierda a derecha y de derecha izquierda atrapando, atenazando y descolgando pelotazos debajo del horizontal. Aquella reluciente sonrisa era de "Anguila", el menudo, pero inmenso en acción, arquero del humilde club Banco Provincia que esa tarde había deslumbrado a Víctor Civarelli y al preparador físico Alfredo Altieri, los enviados de Boca Juniors que fueron a Corrientes para detectar talentos. Lo escogieron entre 400 postulantes.


El joven portero, de tan sólo 15 años, era muy tímido, pero cuando pisaba la grande y se revolcaba en la chica se transformaba por completo, porque se divertía y jugaba a ser como sus máximos idolos, Navarro Montoya y Ángel, valga la paradoja, David Comizzo.


Con apenas 15 años y tras varios intentos frustrados en otros clubes, entre ellos: Gimnasia y Esgrima de La Plata, River Plate y Racing Club de Avellaneda, el 17 de Enero de 1999 llegó al club "xeneize".


De la mano del "Virrey" Carlos Bianchi se acercó a la primera división como la joven promesa que venía pisando fuerte detrás de Wilfredo Caballero, pero su gran "explosión" fue en el Sudamericano Sub-20 de Uruguay, cuando todavía ni siquiera había debutado en el equipo de la ribera. Atajó solo 2 partidos en Boca y con mucho tiempo de diferencia entre ellos (2oo3 y 2005).


En el 2006 fue cedido a Talleres de Córdoba, en donde jugó algunos encuentros y fue figura preponderante del conjunto cordobés. El tiempo no le permitió demostrar todo lo que tenía para ofrecer. Quería volver a Boca y poder ya con experiencia y más roce, afianzarse allí, pero ya estaba todo estipulado, había sido elegido, lo precisaban arriba.


Fiel a su tozudo estilo, se resistió a irse y luchó con valor, coraje y paciencia durante un año y medio contra la dañina y dolorosa enfermedad que padecía: Cáncer. Nunca se dio por vencido ni bajó los brazos. Nació para ser arquero y murió para ser un ángel.

Cuenta la historia...que en los días de lluvia, esos en los que hasta al trabajador más incorrompible le cuesta despertarse, esos en los que el cansancio puede mas que el mismísimo sacrificio y en los que cualquiera pagaría lo que fuere por cerrar los ojos sin culpa alguna.
Es en esos días y en ese preciso momento que se abrirá paso por los cielos, entre la niebla y las nubes, con un alegre chamamé de fondo -su música preferida- el guardián de los tres postes, un laburante incansable, quien con la cara embarrada, muy embarrada de tanto entrenar se tomará un buen mate, extenderá una sonrisa cómplice y sencilla, les dará los buenos días y pedirá que le pateen una vez mas la pelota para poder embolsarla y esconderla bajo la palma de su guante izquierdo, donde la ocultará para siempre. Había, hay y habrá una vez un ángel. Un ángel guardián. Un ángel guardián con nombre y apellido: Gustavo Eberto.

"Detrás de un buen equipo, siempre tiene que haber un gran arquero, un pilar donde depositar la confianza cuando la mano viene pesada como anoche ante los uruguayos. Y eso es lo que logró Gustavo Eberto con un par de intervenciones brillantes, especialmente en el primer tiempo, cuando los chicos de Tocalli no hacían pie en el Centenario y los Charrúas amenazaban con golear". ( 17 de Enero de 2003, Sudamericano Sub-20 Uruguay 1 - Argentina 1)


jueves, 30 de agosto de 2007

Alberto Demiddi

Generalmente cuando se habla de exitismo en el deporte, los argentinos nos sentimos tocados, porque es así, somos así. Tenemos esa imperiosa necesidad, tanto como hinchas o como simples espectadores, de que nuestros deportistas sean los mejores en todo. Es claro que si un compatriota nuestro no alcanza el máximo escalafón, sea cual sea la disciplina en la que participe, se lo tilda de fracasado sin rodeos y como mínima medida. El personaje del día de hoy es el caso inverso, puesto que él era el exitista, el resultadista. Porque él mismo se exigía y se autocastigaba. Un verdadero quisquillo adepto al duro concepto en el que si no se gana, nada sirve.


“Malishev picó en punta sorprendiendo al argentino, que tuvo una salida lenta. Quiere alcanzarlo como sea antes de los mil metros…pero no puede. Afloja un poco, para rearmarse y tratar de pasarlo al final. Momento del Sprint, de la culminación: Parece que lo alcanza, está cada vez mas cerca, pero lamentablemente suena la chicharra y señoras y señores se terminó el sueño argentino”, relataba, cuasi resignado y con su tonada de voz tan particular, José María Muñoz





Ni las medias rojas, ni la medallita de Rómulo y Remo amamantados por la loba, ni siquiera el descomunal esfuerzo que conllevaría una fatiga muscular alcanzaron porque salió segundo, porque no pudo batir al campeón mundial, porque Demiddi había ganado la medalla de plata, había logrado un segundo puesto en los Juegos Olímpicos de Munich 1972 y se convertía en uno de los únicos deportistas argentinos, junto a Humberto Selvetti, aunque más tarde se sumaría Carlos Espínola, en obtener preseas en distintos juegos, ya que había obtenido la de bronce en México 1968, pero el llanto se le tornó inevitable, insostenible. ¿Por qué? Porque él era así, porque para él salir segundo era perder, porque tenía esa personalidad mezcla de timidez, sensibilidad y solidaridad con un carácter fuerte, atrevido y hasta definido por él mismo como jodido.
Porque la “máquina”, como lo apodaban los rivales, siempre lograba los objetivos que se proponía y se había propuesto salir primero, ser el número uno, el mejor entre los mejores y se había decepcionado a él mismo. Porque durante el sonido de aquella aturdidora chicharra del final, Demiddi recordó todo el esfuerzo para llegar a Alemania, la lucha ante la adversidad, ante las desventajas de medios y posibilidades técnicas con las que debió enfrentarse, los dos meses de licencia que le había concedido la empresa en la que trabajaba, porque fue un deportista netamente amateur, que trabajó siempre. Por todo eso rompió en llanto, por eso las lágrimas, por eso la desazón y todo el dolor

A Demiddi no le costaba ningún deporte, ya que tenía esa garra, ése corazón tan característico de los argentinos, sumado a una fabulosa destreza natural que le permitió destacarse en cualquier deporte que realizaba. Fue un gran atleta y brilló, al igual que su padre, en la natación, tanto es así que se consagró campeón nacional de 400 metros libres en dos oportunidades cuando apenas promediaba los 18 años.

Nunca hubo un desquite contra Malishev. El ruso se quedó con aquella victoria y no corrió más contra él, ya que por esas épocas el retiro lo estaba apurando al argentino.
Finalmente dos años después de aquella competencia, la más frustrante de su basta carrera plagada de éxitos se retiró. Fue entrenador del Club Regatas La Marina y no sólo conquistó más de la mitad de los triunfos que el club posee en su haber hasta el momento sino que además siempre aportó la mayor cantidad de remeros a la selección nacional.

Pese a muchas ofertas, nunca aceptó ni quiso ser entrenador del seleccionado nacional, puesto que no sentía que los dirigentes hubieran hecho algún esfuerzo para que el remo fuera más allá de la simple participación en un torneo internacional.A los 56 años y tras una larga agonía falleció de cáncer, el 25 de Octubre del 2000. Alberto Demiddi fue campeón sudamericano, panamericano, europeo y mundial. Izó la bandera nacional con orgullo y desplegó su inigualable capacidad por todo el mundo. Desde el río Paraná hasta Porto Seguro, desde Saint Catherine hasta Hanley, desdeTokyo hasta las mismísimas aguas del Támesis.
Será recordado por siempre como el Capitán, el piloto, el maestre, el marinero y hasta como el único tripulante de su propio barco. No hay lugar a objeciones: arriba será como lo fue abajo, un luchador incansable que recorrerá una y mil veces las nubes subido a su bote para demostrar, fiel a su recio estilo, que tanto en la tierra, o mejor dicho en el agua, como en el cielo sigue siendo el número uno del remo mundial. O tal vez simplemente lo haga para encontrar a Malishev.

lunes, 13 de agosto de 2007

La maldición

Hasta la fecha había hecho posteos de distintos personajes, personajes que siempre fueron personas. Hoy vamos a tener un personaje algo diferente, ya que el protagonismo del día de hoy no está en una persona, ni en muchas, sino en una historia, una gran historia, casi una leyenda del fútbol nacional.


Maldición:

"Desgracia que se considera un castigo impuesto por una fuerza sobrenatural"
"Palabra que se dirige a alguien o a algo como manifestación de aversión o enojo y que traerá un deseo de que le venga algún daño".


"Dicho de una persona o un conjunto de personas que teniendo la autoridad o una relación sobre la persona u objeto, podrá o podrán desear el mal".

En fin, creyentes o no, acá va una historia maldita.






River y los 18 años sin títulos






"Que veinte años no es nada". Así afirmaba en su estribillo el famoso tango "Volver" de Carlos Gardel, pero cualquier hincha de River Plate, sí River Plate, uno de los clubes más grandes del fútbol argentino por historia, comprendió que 20 años, y en este caso 18, también son y mucho, ya que entre 1957 y 1975 el conjunto de Núñez no consiguió ningún campeonato. Fue durante aquellos años de sequía cuando se creó toda una leyenda futbolera, un verdadero mito: La maldición de los 18 años sin títulos.



Si de "Volver" hablamos habría que remontarse a 1975, cuando un Ángel, y no me refiero a un espíritu celeste criado por Dios, sino a Ángel Labruna, integrante de la recordada "máquina" de la década del 40 de River, quien sí con mucho espíritu, pero no celeste, más bien rojo y blanco llevó a River Plate, tras 18 años áridos de títulos, a lo más alto y así pudo "Volver", volver a ser campeón.



La historia de la "maldición" comienza luego del tricampeonato que River obtuvo en 1957, porque a partir de allí la mala suerte los seguiría durante largos años, a pesar de las buenas campañas.



En diciembre de 1962 se enfrentó por la penúltima fecha de un emotivo torneo ante el líder de la tabla y su eterno rival, Boca Juniors. El partido fue vibrante, ya que Boca abrió la cuenta con un gol de Paulo Valentim y dejaba así afuera de la lucha del campeonato a su archirrival, pero a cinco minutos del final, el árbitro, Nai Foino, cobró penal para River y el arquero "xeneize" Antonio Roma se adelantó y contuvo el disparo de Vladem Lázaro Ruiz Quevedo, o a secas Delem.



Las quejas por parte de los jugadores "blanquirrojos" no tardaron en llegar, pero Foino convalidó el penal y Boca se alzó como campeón en la fecha siguiente.



La seguidilla negativa se prolongó en 1965 y 1966, ya que en los torneso de ambos años quedó en la segunda posición, pero la desazón sería aún mayor, porque también perderían la final de la Copa Libertadores 1966 y cargarían con el mote de "gallinas", que los acompañó de allí en más, tras ir ganando 2-0 y perder por 4-2 frente a Peñarol de Uruguay.



En 1968 y 1969 se presentarían tres nuevas oportunidades para cortar la racha. La primera contra Vélez Sarsfield, en el Viejo Gasómetro, pero se frustró cuando el árbitro del partido, Guillermo Nimo, no cobró una mano clara del defensor de Vélez Luís Gallo, que impidió el gol de River, la segunda y la tercera fueron en las finales del Metropolitano y el Nacional 1969, aunque estas posibilidades se esfumaron rápido, ya que se vio superado, en forma amplia, por Chacarita Juniors en el Metro y por Boca en el Nacional, de modo que otra vez a "volver con la frente marchita".



En 1975, cinco años después de finalizar la década más negra de su historia, River Plate, cortaría la desesperante maldición, con la llegada de Ángel Labruna, y obtendría el título Metropolitano y el Nacional.



Don Ángel, como se lo conoce popularmente, cambió por completo la moral de un equipo decaído y se transformó en padre ejemplar de los jugadores que conformaban el plantel, entre los que se destacaban Ubaldo Fillol, Norberto Alonso, Roberto Perfumo, Reinaldo Carlos Merlo, Carlos Morete, Daniel Passarella y Juan José Lopez, entre otros.




River dominó el Metropolitano con gran facilidad en la primera rueda, pero en la segunda los fantasmas de la "maldición" aparecerían en el partido contra Independiente, cuando fuera expulsado y posteriormente sancionado por seis fecha el "Beto" Alonso, máxima figura del equipo, por agredir a un juez de línea. La ausencia de Alonso fue clave en el declive del equipo en las consiguientes fecha, pero frente a San Lorenzo regresó el ídolo en todo su esplendor y alejó, de manera temporaria, a los fantasmas, ya que convirtió dos goles que le dieron a River una victoria fundamental, esencial.




Cuando la coronación del equipo de Núñez era inminente, porque restaba solo una fecha ante Argentinos Juniors y River era puntero, se realizó una huelga en Futbolistas Agremiados y los jugadores profesionales no se presentarían. Argentinos siempre se caracterizó por tener una gran cantera y sacar jugadores juveniles- Maradona- muy poderosos. Otra vez los fantasmas, los miedos, la desesperación, el rigor...la maldición.




El partido fue muy parejo, demasiado. No obstante el juvenil Rubén Bruno sentenció el encuentro cuando metió un gol, ése gol, el gol, el del campeonato, el que cortó aquella racha, el del adiós maldición, el del título, el de River Campeón, el que afirmó que ahora ya no duele, que lo cante Gardel nomás.




Para Chona y Ale con afecto.






martes, 24 de julio de 2007

Mirko Saric




¿El principio del fin?.¿El fin del principio?. No sé, pero se me tornó completamente ineludible comenzar el posteo de otra forma, es decir, voy a dar inicio al posteo por el fin, valga la paradoja, de este inolvidable personaje.




"Mirko Saric se suicidó en su casa del Bajo Flores. Se ahorcó colgando una sábana de una barra de gimnasia. Se reponía de una grave lesión. Sufría depresión y estaba asistido psicológicamente".
Bajada extraída del Diario Página/12. Abril del 2000.






A saber:


El caso tiene elementos que lo sitúan en el campo deportológico y otros que lo ubican en el campo psicopatológico. Mirko era un adolescente que vivía con su familia de origen: el suicidio es la segunda causa de muerte en adolescentes, luego de los accidentes de tránsito (él había tenido uno pocos días antes) y es más común en varones. Mirko estaba lesionado gravemente: había sido operado en enero y tenía la lesión más grave e incierta que puede tener un futbolista, la misma que Martín Palermo: ligamentos cruzados de la rodilla; ocho o nueve meses, con suerte. El lesionado se siente excluido y puede caer en una severa depresión: "Pensé que tenía que largar todo", había confesado Mirko luego de la lesión.La personalidad de Mirko se presenta como débil, frágil, sensible, con muchos altibajos en su ánimo: lejos de la fortaleza psíquica necesaria para sobrevivir en este deporte, y con un cuadro aparente de conflictiva familiar. Luego de su muerte, su hermana se quejó públicamente de que el club no se había ocupado de los aspectos psicológicos de su hermano, quien había empezado hacía una semana tratamiento con una psicóloga que le buscó y le pagó su familia (luego de haber dejado el tratamiento psiquiátrico por miedo a que los medicamentos fuesen leídos como doping). Todo el que no juega –suplente, expulsado, lesionado– se siente excluido, pero el lesionado vive además con la incertidumbre de su futuro. Eso era terrible para un chico que ya había jugado 52 partidos en Primera y que había sido "bajado" a tercera, luego de haber llegado a valer 10 millones de dólares.


29 años son lo que hubiese cumplido el 6 de junio pasado Mirko Saric, pero no pasó. Una familia entera ya no festeja hace siete años la fecha de su cumpleaños, a una familia entera le duele ver cualquier partido de fútbol, una familia destrozada ni siquiera grita goles, y menos de San Lorenzo, porque él, que era quien habitualmente asistía a los goleadores, ya no está mas.
Desde muy pequeño, Mirko mostró sus cualidades y fanatismo por el fútbol, por lo que sus padres Ante e Ivana, ambos de origen croata, lo llevaron a jugar a las infantiles de San Lorenzo de Almagro, y luego de realizar, con muchísimo sacrificio, todas las divisiones inferiores y de destacarse en la reserva del club debutó, el 19 de febrero de 1998, en la primera.

En 1999 y a partir de la llegada de Oscar Ruggeri al mando del "Ciclón" surgió como uno de las promesas mas importantes del equipo, tanto es así que su pase fue llegado a tasar en 10 millones de dólares y era uno de los preferidos de José Nestor Pekerman en el seleccionado juvenil argentino Sub-20. Sin embargo algunos actos de indisciplina y su inexperiencia, por el poco rodaje en la máxima categoría, le restaron chances y a mitad de temporada no sólo perdió la titularidad en los cuervos, fue relegado al banco de suplentes, y no fue citado a los juveniles, sino que además tiempo después fue bajado a la tercera división. Demasiado para un chico de 20 años.
Buscó, luchó, peleó, alcanzó su nivel y regresó a la primera división, pero iba a ser por un corto lapso, puesto que unos meses después, en un partido ante River Plate, sufrió la rotura de los ligamentos de su rodilla que lo iba a dejar inactivo por mas de 9 meses. Nadie imaginó que aquel encuentro iba a ser el último que jugaría, pero lamentablemente así lo fue. Nunca más pisó una cancha para un partido profesional.
"Alto, flaco, fachero, tranquilo y muy pacífico", así lo definieron la mayoría de sus amigos. Un tipo humilde, de esos que en las peleas intentan mediar y separar, de esos sensibles que no tienen verguenza de emocionarse con alguna película o de decirle a sus seres queridos cuanto los amaba, un pibe realmente bárbaro y principalmente un jugadorazo, que pese a su altura, desplegaba, en base a su notoria clase y su extrema calidad, un gran fútbol.
El acelere que produce la vida diaria impide, a veces, escuchar a aquellos que realmente lo necesitan, ya que si bien Mirko era muy introvertido e incapaz de molestar a alguno de sus compañeros con sus problemas, tal vez con un gesto, una seña o una mirada de dolor pidió ayuda y dio una señal, un alerta, un llamado de atención, del que nadie se percató.
De total conocimiento es el desenlace de Saric. No dejó ningun sobre con ningun papel, con ninguna carta, solo se fue. Lo que si dejó es una lágrima por cada pase, un sollozo por cada gambeta, un lamento eterno por cada gol e infinidad de preguntas alrededor de aquella decisión de abandonar todo, de partir. Tus padres, hermanos y amigos aún te sueñan, la pelota aún te llora, San lorenzo aún te extraña, el fútbol te añora y el carril izquierdo, tu carril, ese que recorriste una y mil veces, ese que te dio todo y que conocías de memoria te recordará por siempre.

jueves, 21 de junio de 2007

Carlos Monzón



"Los adjetivos se gastaron, perdieron efecto. Para idolatrarlo, sobreestimarlo, destrozarlo, envidiarlo...Creía en pocas cosas: en Dios, en esa camiseta de Colón, que un pibe desconocido le escondió en el cajón de su viaje, en su potencia mas fuerte que sus metacarpos, y en su sed sin adjetivos. Por eso escupía, ¿sin motivo?, cuatro veces por minutos".Fragmento extraído del Libro "Narices Chatas" de Enrique Martín.






Su carrera como boxeador comenzó como un gigante, de pie y mirando fijo a los ojos del vencido que apenas tocaba la lona evitaba, esquivaba su mirada para hacerle comprender que todo había terminado. ¿Será porque desde muy chico tuvo que lidiar con una las mas complicada de las peleas: La pobreza, que Monzón se dedicó al pugilismo?. No es certero, pero es probable, ya que abandonó sus estudios en tercer grado para rebuscarselas y llevar dinero a su humilde casa de San Javier, en el barrio de Barranquita, mientras que compañeros de su edad estudiaban o se reunían para jugar. Una infancia de subsistencia, de pobreza y plagada de inconvenientes. Nada de juegos ni juguetes. Todavía no boxeaba y la vida lo golpeaba, y lo volvía a golpear. Estaba perdiendo por puntos.
Para contrarestar la paliza que la vida le estaba propinando, se introdujo de lleno en el mundo del pugilismo, recorrió distintos gimnasios y comenzó a mantenerse, aunque con estilo callejero y por montos irrisorios, haciendo lo que mas le gustaba: boxear.
El destino lo unió con Amílcar Brusa, quien además de convertirse en su entrenador fue su amigo, su confidente y aconsejó a Monzón en todos los planos de su vida. Lo ayudó a conquistar a Zulema Encarnación Torres, uno de los amoríos del “Negro”. Poco tiempo le bastó a Brusa para que esa contundente, categórica, más bien feroz derecha se suba al ring del profesionalismo, había llegado el tiempo de pegar, valga la paradoja, un salto definitorio.
Vivía para entrenar, viajar, pelear y sostener a su familia, tanto es así que realizó 22 maratónicas peleas en 2 años y recorrió siete provincias. Por la continuidad y la intensidad perdió tres combates. Ninguno por nocaut.
Recién el 13 de Septiembre de 1966 logró su segunda meta importante, puesto que la primera era vivir del boxeo y ya la estaba superando con creces, y le arrebató el título argentino de los medianos a Jorge Fernández. Tiempo más tarde el mismo Fernández veía como Monzón le quitaba también la corona sudamericana. A estas alturas ya estaba casado con Mercedes Beatriz García, conocida popularmente como “Pelusa”.

Con dos flamantes coronas, ubicándose segundo del ránking mundial y con la ayuda de su nuevo manager “Tito” Lectoure, que le conseguía rivales extranjeros, el argentino soñaba con la corona mundial. Y pronto dejaría de ser un sueño, una fantasía para transformarse en una de las más grandes verdades. Monzón fue, es y será el mejor.
No pudieron frenarlo más, nunca más, luego de aquel 7 de noviembre de 1970, cuando en el Palazzo dello Sport, Roma, se convirtió en el cuarto campeón mundial de la historia del boxeo argentino, tras nockear, con un atroz e hipnotizante derechazo, plagado de recuerdos, de pobreza, de juguetes ausentes, de cultura omitida y de venganza, a Nino Benvenutti.
Recorrió el mundo entero aplastando rivales, representando a la perfección a los argentinos, con guapeza, dignidad y coraje. Dejó al pugilismo nacional en la cima de las cimas, ya que se retiró siendo campeón mundial, luego de catorce defensas consecutivas.
Hacia 1974, en pleno auge boxístico, tuvo un gran romance, que provocó la separación con su esposa, con la actriz y vedette Susana Gimenez, quien fomentó su participación en el cine, ya que le disgustaba la profesión de Monzón. Protagonizaron juntos el film “La Mary.
La vedette se borró, los orígenes no. Conoció a la modelo uruguaya Alicia Muñiz y se enamoró perdidamente.



Capitulo aparte:

“Domingo 14 de febrero de 1988. Seis y cinco de la mañana. Se escuchan fuertes gritos en una elegante casa del barrio parque La Florida, en Mar del Plata. Un hombre y una mujer se insultan. Después, la caída de un cuerpo desde el balcón. Luego, ruido de vidrios rotos, y la voz de un hombre que pide ayuda.El cuerpo caído es el de Alicia Muñiz, con fracturas múltiples de cráneo. Yace en el suelo, vestida sólo con un slip. El hombre que grita es Carlos Monzón, también caído. Alicia se mató, Alicia se murió, repite. A pocos metros de allí, duerme Maximiliano, de seis años, hijo de la pareja. Monzón fue acusado de homicidio. Luego de una pelea con su mujer, le apretó el cuello hasta que quedó casi inconsciente, y él la tiró por el balcón. Monzón siempre adujo inocencia. La muerte de Alicia fue un accidente, una fatalidad. Yo no la maté, le dijo varios años después a la revista Caras.La Justicia no le creyó. El 3 de julio de 1989, Monzón fue condenado a once años de prisión, acusado de haber asesinado a Alicia Muñiz. El encausado obró con plena conciencia de la criminalidad de su actuar, concluyó el juez Jorge Simón Isacch. Pero el mismo juez consideró que existían atenuantes: Estoy convencido que no mató fríamente; quizá fue potenciado por el alcohol. La modelo uruguaya Alicia Muñiz lo acusó muchas veces. Dijo que él le pegaba, que la humillaba, que la celaba. Cuando no aguantaba más se separaba de Monzón, pero siempre regresaba. Regreso fatal. También regresó ese sábado 13 de febrero”. Fragmento extraído de una nota de Clarín.

Fue condenado a 11 años de prisión por homicidio simple. Cuando se encontraba en la etapa final de su condena, comenzó a gozar de salidas restringidas para trabajar. Porsupuesto en un gimnasio en el que entrenaba a boxeadores amateurs.
Un accidente automovilístico el 8 de enero de 1995, en la provincia de Santa Fe le terminó ganando aquella pelea que lo azotó desde pequeño, la pelea con la vida. Carlos Monzón siendo el as de espadas de un truco tan argentino como él, jugando a ser campeón, jugando como no lo pudo hacer cuando era un borrego y no había un mango. Extendió sus brazos para unir Santa Fe con Roma, San Javier con París y Barranquita con Montecarlo




"El pibe de los astilleros" de Patricio Rey y sus redonditos de ricota




Fue unos meses a Caseros y su "strato" roja
se hizo el torbellino que hoy suena en la radio.
La ceniza no caía desde su cigarro
y estaba en sus ojos desarmándote.
Alquiló una rana rubia, tibia y haragana;
se moría de ganas de matarla.
Una linda damita de Concordia
el más bello fuselaje que jamás lustró.
Le hizo un par de promesas imprudentes
y así fue que de ellas se aburrió.
Las minitas aman los payasos y la pasta de campeón.
El pibe de los astilleros nunca se rendía
tuvo un palacete por un par de días.
Rapiñaba montado a los containers
el maldito amor que tanto miedo da.
Fue por una lluvia que realmente moje(que pusiera fin a su aventura).
Un final feliz para pimpollos allí estaba, al fin, acechándolo.
Ciertos reyes no viajan en camello;ellos andan el tranco del amor.
Esos tipos soplan con el viento, al rebaño y su temor.













miércoles, 20 de junio de 2007

Héctor Luis Silva


"Los ítems que maneja el vocabulario Puma son la Garra, el Sentimiento, el Coraje, la Camaradería, el Compañerismo, el Corazón y el Sacrificio, entre otras muchas virtudes nobles".

Pero el ser un verdadero Puma, en todo el sentido de la palabra, no abarca solamente ochenta minutos dentro del campo de juego, sino que ese es tal vez un momento culminante de meses y meses de preparación". Ariel Bartolini

Ahora, es verdad que no siempre se han complementado esas cualidades entre los componentes de nuestro seleccionado. Pero afortunadamente esas veces fueron las menos, porque en cambio, la historia Puma ha sido recorrida por figuras que han merecido tal denominación y el personaje de la fecha es uno de ellos. Un real y verdadero Puma con todas las letras.


El club platense "Los Tilos" vio como la pelota de rugby le arrancaba a aquel niño de ocho años una sonrisa y se apoderaba de él durante largas horas. Ese pequeño que manipulaba, sostenía y lanzaba todas las tardes una pelota ovalada creció y, con tan sólo dieciséis años, debutó como octavo en la Primera del club de su ciudad natal, pero nadie, ni Héctor Luis Silva mismo, aquel pícaro niño y adolescente con debut precoz, imaginaría que sería una de las máximas figuras del rugby argentino.

Su formidable talento lo llevó, ya hecho un hombre, a vestir, junto a su característica vincha blanca, la camiseta del seleccionado nacional, con la cual debutó el 12 de mayo de 1965 en la mítica gira que Los Pumas realizaron a Sudáfrica, donde ganaron 11 partidos de 16 disputados. En uno de esos encuentros, contra South Western Districts, se lesionó "Bove" Cazenave, y Silva tuvo que cubrir la plaza de fullback, puesto en el cual produjo una actuación descollante.

Cada pelota que pasó por él se transformó en una jugada de ataque y provocó en cada maniobra la zozobra de la defensa rival.

"Pochola", como se lo conocía popularmente, se convirtió en un referente de Los Pumas, aclamado dentro del rugby mundial y tanto así que en 1971 la Universidad sudafricana de Petroria le ofreció una beca para que se incorpore a su equipo, pero no aceptó y siguió en La plata, donde tiempo mas tarde se recibiría de veterinario.

Padre de Rafael, con quien comparte la pasión por la ovalada, Silva, fue desafectado del plantel nacional por un lapso de 6 años en 1972, ya que apareció su imagen en la televisión para beneficiar a "Los Tilos" justo en un momento complicado para el rugby.

En 1978, con su habilidad intacta, regresó a la selección para seguir brillando. Ese niño lleno de sueños, aquel adolescente con debut prematuro y ese hombre realizado se encontraron dentro de "Pochola" el 9 de Agosto de 1980, en el vestuario de Ferrocarril Oeste, tras el encuentro que disputaron Argentina y Resto del Mundo, y juntos cerraron una brillante trayectoria como jugador con la casaca albiceleste, que continuaría como técnico tres años mas tarde. Una pasión interminable. Un amor de los de antes, de los pocos. Hector Silva, un puma.


"En 1980 juega contra el Resto del Mundo. Marca un try de palomita debajo de los palos. Cuando llega al vestuario Informa que ese fue su ultimo try, que deja el Seleccionado. Se iba un "incunable". Al guardar los botines y cerrar el bolso dijo a manera de reflexión: "El verdadero jugador de Rugby nunca se retira del todo". Tres años mas tarde volvió a Los Pumas como entrenador, "el Hombre de la Vincha", Héctor Luis "Pochola" Silva." Párrafo extraído de enterate.com.ar
“Hay dos condiciones fundamentales para ser Puma: ser buena persona y buen jugador. Uno es Puma toda la vida.” Héctor Silva
Detalle a tener en cuenta: En la foto podrán observar el antes y el después. Detrás del Silva sin vincha podrán divisar en un cuadrito al hombre de la vincha, al puma Pochola.

lunes, 18 de junio de 2007

Daniel Delgado


Los amantes del fútbol sabemos que hay cuestiones básicas e ineludibles, que se convierten con el paso del tiempo y la suma de conocimientos en obviedades. Un caso de esos es preguntarse que jugador va a ser mas reconocido, si el que hace los pases o el que mete los goles. Sin lugar a dudas, el que hace los goles. Será porque la tabla de goleadores es mucho mas importante que la de asistencias, porque dirán que está en "racha" y saldrá en todos los medios, o simplemente porque quedará en el score y se mencionará que tal o cual jugador hizo un tanto a tal o cual minuto del juego. Bueno, por lo menos en la mayoría de los casos es así, pero en el de éste personaje no lo fue. Y me salió el tiro po la culata. Claro, él recibía los pases de alguien que iba a ser un poquito importante en la historia del fútbol: nada mas ni nada menos que el jugador mas grande de todos los tiempos.
Un arma con mucha "Pólvora"
Atento, expectante, con la vista clavada en el arco, como buen goleador, y con una tradicional, aunque más modesta de lo normal, cinta de capitán en su brazo, que resaltaba de su manchada camiseta rojiza, Daniel "Polvorita" Delgado, veía a "Pelusa", su compañero de innumerables partidos de fútbol y travesuras, convertir los últimos dos tantos que sellaban el 4-0 con el que "Los Cebollitas", filial del club Argentinos Juniors, obtenían los Juegos Evita 1974, ante el equipo de Misiones.
Treinta y tres años transcurrieron de aquel inolvidable encuentro. Es sabido lo que el destino le deparó a Diego Armando Maradona con su posterior consagración como el mejor jugador del mundo, pero pocos son los que conocen los pasos de aquel capitán y goleador de los legendarios "Cebollitas".
Tras ir escalando en las divisiones de Argentinos Juniors, con los "Cebollitas" ya desmembrados, Daniel Delgado fue cedido al club Argentino de Merlo por un corto lapso. Luego regresó y debutó en la Primera de Argentinos, promovido por Delem, el ex delantero de River y director técnico del "Bicho" en aquel entonces, pero frente a una posibilida única emigró a Europa con rapidez.
Su primer club del exterior fue el conjunto italiano Chievo Verona, en el cual se quedó hasta 1982, ya que después fue transferido al Nola, filial del Nápoli, equipo en el que se desempeñaba Maradona y donde, por fin, la vida volvió a unir a "Polvorita", ya convertido en "Pólvora" y a "Pelusa", ya el mejor, lejos, porque todos los lunes jugaban juntos en partidos que el club napolitano hacía a beneficio del Etiopia.
En 1985 jugó en Catanzaro, y poco después en Pescara. Es importante saber que no pudo jugar nunca en la primera división, porque le faltaban algunos papeles para concretar la ciudadanía. Es decir, talento le sobraba, era un gran jugador, muy astuto. Allí, en Pescara, una fractura de tibia y peroné le cortó la carrera a los 29 años de edad y volvió a Buenos Aires, tras 7 años de ausencia.
Su prematura despedida del fútbol, por aquella lesión, fue un trago amargo en la vida de Delgado, pero pese a eso, él se sentía pleno y felíz, porque había vuelto a recibir, en su paso por Italia, como aquel niño que jugaba en "Los Cebollitas", los pases de ese jugador de otro planeta. Lo importante es que ahora tendremos en cuenta que tras esas descomunales asistencias siempre hubo un gran receptor y goleador, un tipo humilde y genial, quien fiel a su apodo, propulsaba los proyectiles que "Pelusa" le tiraba con su mejor arma.

domingo, 17 de junio de 2007

Daniel Marcelo Schapira






Es menester para poder ahondarnos mas en el personaje de la fecha que se tenga en cuenta cierto contexto:


24 de Marzo de 1976. Fecha que eriza la piel y angustia el alma.


El Golpe Militar:


Todo terminó a la una de la madrugada del 24 de marzo de 1976 cuando el general José Rogelio Villarreal le dijo a Isabel Martínez de Perón: "Señora, las Fuerzas Armadas han decidido tomar el control político del país y usted queda arrestada".O todo comenzaba. Es cierto: el país no estaba bien. Había inflación, crisis sindical, violencia y una sensación de ingobernabilidad absolutamente real. Pero lo que se iniciaba esa fatídica madrugada sería peor. Asumía el control del país una Junta de Comandantes en Jefe integrada por el teniente general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Orlando Agosti. "Control del país" significó, entre otras cosas, disolución de los partidos políticos y del Congreso, anulación de la libertad de prensa y expresión, reemplazo de la Corte Suprema de Justicia, supresión de toda actividad política y sindical, entrega económica. Y, fundamentalmente, muerte. Una pena de muerte disfrazada para "quienes causaren daño a medios de transporte, de comunicaciones, usinas, instalaciones de gas o agua y otros servicios públicos; para los que contaminaren el agua, los alimentos y las medicinas; para los que causaren daños con explosiones o incendios; para los que sean sorprendidos infraganti y no acaten las intimaciones, o se enfrenten con las fuerzas de seguridad", pero en realidad significaba para todo el país que no acatara las órdenes, por más irracionales que fueran.
Comenzaba el mayor genocidio de la historia nacional. El terroriso de Estado ocupaba los sillones. El plan de exterminio estaba en marcha. La Argentina, los argentinos, nunca más serían los mismos.


Si por "X" motivo saltearon la lectura que se encontraba arriba, o prescindieron de algun párrafo, vuelvan a leerla, ya que es fundamental para situarnos en el contexto y el momento que vivía la argentina.


Ahora sin omitir información fundamental podemos comenzar a conocer más sobre éste personaje. Su anonimato no quita que sea de los mas jugosos a la hora de exprimir su vida.


"Los pueblos siempre recuerdan, pero una forma de ayudarlos (y ayudarnos) es describir como era el pasado cuando aún era presente. Recordar es vivir en el pasado, que es siempre una morada, y no hay olvido capaz de demolerla". Mario Benedetti

Daniel Schapira fue secuestrado el 7 de abril de 1977 por un grupo de tareas, cuando viajaba en un colectivo por San Juan y Boedo. Tenía 27 años.
Era profesor de tenis del club Macabi, estuvo tres veces entre los diez mejores del ránking nacional y hasta se enfrentó a Guillermo Vilas, que por aquel entonces era tan sólo un "zurdito marplatense con un revés muy enroscado". El partido lo ganó Vilas, pero Schapira tras el duelo aseguró que podría haberlo ganado. Y así fue, puesto que Daniel jugaba muy bien, era un fabuloso singlista y un doblista excepcional.
Al margen de su gran pasión, el tenis, nunca dejó de lado sus pensamientos e ideas. Por el año 1973 se lo vio en una marcha en contra del derrocamiento del gobierno democrático del chileno Salvador Allende en manos del dictador y genocida Augusto Pinochet.

Su gran nivel intelectual y sus avanzados conocimientos sobre Derecho, carrera que estudiaba, lo llevaron a intervenir en la cátedra de Derecho Constitucional. Luego estuvo en Córdoba, donde se desempeñó como un importante cuadro de la JUP (Juventud Universitaria Peronista) y allí en 1976 , en plena Dictadura, fue perseguido y recibíó tres balazos. Malherido logró escapar en tren a Buenos Aires, donde pese a ser intensamente buscado se comunicaba con su hermano, también tenista, para decirle que táctica debía utilizar ante tal o cual rival. Tiempo después fue secuestrado.
La historia es aún mas trágica y dolorosa. Ocho meses pasados de su secuestro nació su hijo, a quien se lo llamó Daniel, en honor a su padre. Schapira jamás se enteró que su esposa Andrea Yankilevich, la cual también fue secuestrada en Julio de 1978 y que aún continúa desaparecida, estaba embarazada. El bebé fue devuelto a su abuela materna. Hoy ese chico sigue con vida y milita en H.I.J.O.S.

Dani fue conducido a la ESMA donde se lo sometió a condiciones inhumanas de vida. Se lo torturó con golpes y descargas de corriente eléctrica para obligarlo a proporcionar información. Permanece desaparecido. Un torturador, que se hacía llamar "El Trueno", se jactaba en la ESMA de haber conseguido en Estados Unidos unos dardos con altas dosis de veneno que se tiraban con armas de fuego.

""Una mañana "El Trueno" eligió al azar uno de los centenares de huéspedes que se hacinaban en "Capucha". Lo hizo llevar al sótano y decidió hacer un experimento. El "conejito de Indias" fue Daniel Schapira. Daniel pensó que lo iban a fusilar cuando "El Trueno" le ordenó ponerse de cara a la pared. Estaba muy débil y aún no se había repuesto de las heridas de bala y las sesiones de picana. "El Trueno" apuntó cuidadosamente y luego le disparó con una pequeña pistola. Daniel se desplomó y durmió durante más de un día", prólogo del libro "Recuerdos de la muerte" de Miguel Bonasso.

Intelectual, leal, idealista y por sobre todas las cosas un tipo genial. Un tipo genial que ya no está. El tenis durante muchos años no le rindió un merecido homenaje a alguien como Daniel. Desde aquí yo, por mas humilde que sea, se lo rindo. Match point contra el olvido y grito con fuerza y voz firme: Daniel Schapira, !Presente!.




Recuerdos, poema de Rodrigo Carrillo


Busco
la hebra exacta
para comenzar
a desenredar
el ovillo de recuerdos
y olvidos
que dejan
maniatado el corazón

Busco
una aguja
para seguir
pinchándole
el pulgar a la nostalgia




jueves, 14 de junio de 2007

Roberto José Mouras

"Todavía hoy pienso que la vida de Mouras fue como ofrendada. Todavía hoy, cuando los fuegos de la vehemencia se sofocaron, ahogados. Y los gritos de la intemperancia, enronquecidos, perdieron volumen desvaneciéndose sordamente, para convertirse en una tristeza interminable como la necesidad del hombre pobre". Fragmento extraído de una nota de Alfredo Parga para el Diario La Nación.


El próximo 22 de noviembre se cumplirá el décimo quinto aniversario del fallecimiento del inolvidable Roberto José Mouras. Ese no será un día más para los fanáticos del Turismo Carretera y en especial para los hinchas de Chevrolet, ya que aquel día en plena carrera se mató una de las máximas figuras de la marca.


Piloto amante de la velocidad y los autos tuvo un estilo de manejo agresivo y arriesgado, sin embargo nunca quebró los códigos y la lealtad con los pilotos rivales.

En su prolífica carrera, Mouras vivenció variados accidentes y vuelcos, que causaron las contínuas destrucciones de los automóviles que conducía, pero gracias a su buena posición económica se podía dar el lujo de reponerlos con facilidad.

La gran cantidad de incidentes de los que salió ileso y el coraje que impuso en cada una de sus peligrosas pero emotivas maniobras impartieron la sensación de que era un ser inmortal, perpetuo y magnánimo, que había comenzado hacía tiempo a instalarse en el corazón de los fanáticos del Turismo Carretera, sin distinción alguna de marcas.

Es por esto que ni el mayúsculo pesimista imaginó que aquel 22 de noviembre de 1992 en el circuito de Lobos, cuando, con su Chevy, se disputaba la punta de la carrera contra la Dodge del “chueco” José María Romero, la parca se interpondría en su camino a la gloria y se lo llevaría, pero catastróficamente así fue.

El “toro”, como lo apodaban, en su afán de ganar, exigió en exceso su Chevrolet a través de constantes bloqueos, que provocaron minutos después el estallido de uno de sus neumáticos, lo que desató el trágico accidente, puesto que, con una de sus llantas destrozada, no pudo mantener el control de la Chevy que se estrelló contra un talud de tierra y tras múltiples vuelcos, su coche se desplomó en la ruta 205.

Así se apagaba, a los 44 años, la vida de un grande, uno de los últimos ídolos del Turismo Carretera, quien ya no saludaría al público a través de la diminuta ventanilla del Chevrolet azul número 9, ya no subiría nunca más a un podio e increíblemente, ya no estaría.

El oriundo de Carlos Casares era un tipo de esos que tenían perfil bajo: respetuoso, introvertido e incapaz de crear polémica, gestar conflictos o emitir frases venenosas y plagadas de mala intención en sus declaraciones. Será por eso, y por cómo amaba el automovilismo deportivo, que fue, es y será la imagen de Chevrolet y a su vez, el piloto al que todos quería vencer pero el cual todos disfrutaban ver ganar, porque Roberto Mouras también se apoderó del cariño de los fanáticos de Ford y Dodge.

A 15 años de su muerte, pese a que aún el dolor se hace presente y los recuerdos siguen intactos, ya no es tiempo de fortalezas ni debilidades, de frialdades ni sensibilidades, ni siquiera de llantos o sollozos, porque el próximo 22 de noviembre, a modo de respeto, tal vez de homenaje, habrá un silencio. Un silencio como el que se generó aquel día de 1992, cuando se fue para no volver.

No está más presente quien pone el cuerpo sino quien se hace extrañar, y hoy a Roberto José Mouras se lo extraña y eso, si lo hace inmortal y perpetuo, porque es el mismo recuerdo lo que lo mantendrá por siempre vivo.






En el año 1976 le construyen un auto totalmente nuevo, su armado demanda muy poco tiempo, gracias a los orfebres Wilke-Pedersoli y a todo su equipo.
El ingeniero Joseph consigue el auspicio de Hiram Walker (Old Smuggler) ,por eso el auto era totalmente dorado con logos en verde oscuro, igual que la etiqueta de la bebida. Ahí nace el recordado
"7 de Oro" .









"SIETE"


SE ESCRIBE CON S DE“SIMPLE”… PUES LO FUISTE AUN SIENDO GRANDE.
SE ESCRIBE CON S DE“SOLIDARIDAD”… PUES SABEMOS QUE ASÍ FUISTE.
SE ESCRIBE CON S DE“SOBRIEDAD”… PORQUE ASI TE MANEJASTE EN LA VIDA.
SE ESCRIBE CON S DE“SENTIMIENTO”… PORQUE TE QUEREMOS DE VERDAD.
SE ESCRIBE CON S DE“SILENCIO”… PORQUE ASI LLORAMOS TU MUERTE.
SE ESCRIBE CON S DE“SIEMPRE”… PORQUE NO TE OLVIDAREMOS.
SE ESCRIBE CON S DE“SIMPLEMENTE”… PORQUE ASI SERAS POR SIEMPRE:“EL TORO MOURAS”

miércoles, 13 de junio de 2007

Oscar Natalio Bonavena



Que el tiempo pasa es algo trillado y que se asume, valga la paradoja, con el mismo paso del tiempo, sin embargo el verdadero problema no es que el tiempo pasa, sino lo que le pasa a uno con el tiempo. Y justamente con el paso del tiempo éste inigualable personaje, porque realmente fue y será un personaje único, fue despertando en mí mucho interés y quisiera compartirlo también con ustedes.

Hace más de treinta años, ¿treinta años? puff como pasa el tiempo jaja (leer arriba), exactamente el 22 de Mayo de 1976, Ross Bryner, enviado por Joe Comforte, le quitó la vida en Mustang Ranch, un cabaret de Reno, Nevada al exponente más grande del boxeo argentino de pesos pesados, junto a Luís Ángel Firpo, tras dispararle en el pecho con una escopeta a treinta metros de distancia. Aquel matón a sueldo mató a Oscar Natalio Bonavena, se llevó a “Ringo”, nos robó, bien digo, porque era bien nuestro, al Gigante de Parque Patricios, cuando tan solo tenía 33 años, alguien dirá rápida y estúpidamente ¡”La edad de Cristo”!. Lo que Ross Bryner, por orden de nadie, ni siquiera del mafioso Joe Comforte, nos puede arrebatar: es su recuerdo, el cual se adjunta con toda su historia. Una gran historia.
“Ringo” era un tipo de barrio, sentimental y bonachón. El argentino en su máxima expresión. Un típico argentino, pero “argento, argento de alma”: de raviolada los domingos al mediodía y a la tarde a la cancha a ver a Huracán, su Huracán, de su amado Parque Patricios. De la mano de su inmortal carisma marcó la historia del pugilismo nacional, fue ídolo popular y se transformó en un mito argentino, pese a no haber logrado nunca un título mundial (obtuvo dos argentinos y un sudamericano).
Se enfrentó a fenómenos locales, como “Goyo” Peralta, al que venció por knockout en un Luna Park colmado y en su contra. Batalló con gigantes del mundo como Muhammad Alí, en un duelo que conmocionó al mundo entero, en el que buscó, peleó y luchó con su habitual “guapeza” frente a todo el Madison Square Garden.
"...El choque contra Muhammad Alí en el Madison de Nueva York, el 7 de diciembre de 1970. Los 79.3 puntos de rating de Canal 13 sólo fueron superados 20 años después por los 82 del partido Italia-Argentina del Mundial de 1990...”, Fragmento extraído de una nota de Horacio Pagani en el diario Clarín. Aquella inolvidable noche, Bonavena recibió una paliza pero guapeó, metió los golpes que pudo y aguantó estoicamente hasta el último round en el que cayó tres veces y se decretó el nocaut. También lo sufrió Joe Frazier, conocido como “El Rocky negro”, quien tras haber subestimado el duelo lo pudo vencer sólo por puntos. Frazier tocó la lona en dos oportunidades.
Contra todo y todos se enfrentó por su país, el mismo que hoy a más de tres décadas de su partida, con orgullo, lo recuerda.
No fue solo un gran boxeador, ni mucho menos un personaje pintoresco. Quizás el emergente social de una época y parte de nuestra identidad. Al igual que en otros momentos
lo fueron o lo son, Gardel, Evita, el Mono Gatica, Minguito, el Negro Olmedo, Rodrigo, Maradona y muchos, muchos otros, con diferencias y matices.
Ringo Bonavena de Parque Patricios a New York. Quemero de ley. Nunca lo vamos a olvidar, y siempre, en algún rincón de la quema se oirá su canción, aquel himno, que lo perpetúa mas que su propia estatua: “somos del barrio, del barrio de la Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena.

“No tenía la mirada apacible, su hablar no era sereno ni su sombra reposada. Más bien era desvergonzado, picapleitos, machista y fanfarrón. Tampoco era lo que se dice comedido y serio. Más bien chiquilín y prepotente. Pero era bueno. Con todo lo que implica la palabra bondad. Un reo inculto. Un mersa. Un self-made-man. Un alborotador. Un impuro. Pero bueno. Y buen boxeador, quizá como pocos o ninguno. No sé si el mejor, porque tenía pié plano. No fue campeón del mundo por poco, pero estuvo cerca”.
“Tenía una bocaza clara y transparente, hasta se animó a cantar el “Pío-pío” en la televisión. ¿Pero era él? Un poco era nosotros, o cachitos de nosotros, de los que no pudimos salir de Parque Patricios, de los que nunca pudimos pechearle a los de arriba, de los que jamás pudimos salvarnos para ninguna cosecha por más que hicimos fuerza. Por más que lo deseamos, no pudimos ni podremos”.
“Seguro que cuando llegó allá arriba, con el pecho anegado de claveles rojos, San Pedro habrá querido sacarse una foto de recuerdo antes de llenarle la ficha celestial y hacerlo pasar a la bienaventuranza de un Paraíso lo más parecido a Las Vegas. Porque San Pedro -según dicen los chismosos serafines- es un poco cholulo y se desvive por los pescados grandes que de vez en cuando le manda La Parca. Y él, seguro, habrá bajado alardeando de la cupé Torino, no se habrá sacado los descomunales anteojos espejados ni el mersón sombrero texano, y le habrá gritado desenfadadamente, abriendo sus enormes brazotes de buenazo: “¡Pedrito viejo y peludo nomás!” Para estupor de la gilada que no nació en La Quema ni lo esperó el avión presidencial, por si ganaba”.
Fragmentos de “Libro de Alabanzas”, de Horacio Sacco


Poema a Ringo

Cómo voy a recordarte que no sea de esta manera
Con tu risa de atorrante, de atorrante pero buena
Con tu espalda de gigante, ancha como un mar sin tregua
y tu mano franca, franca para el pobre siempre abierta

Como voy a recordarte que no sea de esta manera
Como puedo imaginarte sin habano y sin galera
sin domingos de ravioles amasados por la vieja
y después del beso tierno a ver al Globo en la Quema!!

Cómo voy a recordarte que no sea de esta manera
Si un frío mayo, ahí tan frío como tu ausencia
diste duro tu gran pelea, la de la vida, la que no espera

Cómo voy a recordarte que no sea de esta manera
Qué sin vos Ringo, las calles están grises como niebla
Si un payaso tembloroso se acurruca en cada puerta
y la hinchada ya no canta ni la Quema está de fiesta.
La tristeza creció tanto que me abraza como hiedra

Cómo voy a recordarte Ringo!! que no sea de esta manera

martes, 12 de junio de 2007

Neri Raúl Cardozo


"Me van a tener que disculpar. Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones convenidas por todos"..."Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente con la lógica"..."Si uno quiere ser un tipo coherente debe medir su conducta, y la de sus semejantes, siempre con la misma e idéntica vara. No puede hacer excepciones"... "Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento". Estos fragmentos del cuento "Me van a tener que disculpar" que Eduardo Sacheri le dedica a Diego Armando Maradona calzan justo con mis sentimientos, pero por otro personaje un tanto menos mayúsculo. Sembrará discordia, lo sé. Me van a tener que disculpar. Admito que no es un personaje consagrado, ni magnánimo, por lo que no merecería estar primerísimo primero, pero por ser dueño de éste blog me voy a dar un pequeño gustito. No quería hacerlo sin antes pedirles unas meritorias disculpas. Acompañenme en este camino y conozcamos un poco más de este personaje.


Boca Juniors padecía la ira de un Independiente ávido de éxitos que precisaba con apremio de un triunfo. Un tanto y el dominio absoluto del pleito le otorgaban al cuadro de avellaneda un manantial de confianza, cuando promediaban los 35 minutos del período inicial. Juan Román Riquelme, quien acaparaba toda la atención por su flamante regreso al cuadro "xeneize", era abolido por los volantes rivales y no lograba conectar con un deslucido Rodrigo Palacio, ni con un tosco Martín Palermo.

Riquelme paró la pelota, un quiebre, un freno y la redonda al vacío , al completo vacío. La imagen se quedó con el cuero rodando por la gramilla, al parecer, sin destinatario alguno. Sorpresa. Una estrella fugaz azul y oro tomó la redonda que parecía resignada a salir por la línea de banda y la transportó varios metros hasta dejarla incrustada en la red. ¿Es un avión?.¿Es una liebre?. ¿Es una flecha?. ¿Acaso es Superman?. No, es Neri Cardozo, quien segundos después del formidable tanto, posó su efigie de cara a la hinchada, su hinchada, la cual aún no comprendía lo sucedido. Se archiva en todas la mentes una estampa, cual Paul, no San Vicente, sino Claudio Paul, Claudio Paul Caniggia en el gol a los brasileros en el Mundial del `90.

Amasijo de raudeza y perspicacia, amalgama de talento y perseverancia, el humilde joven mendocino, de tan solo 21 años, demostró con altanería, guapeza y destellos de "fútbol champagne" que es merecida la reciente convocatoria de Alfio Basile para el seleccionado argentino. Aquel niño tímido que debutó de la mano del "Virrey" Bianchi en el 2004 hoy descolla domingo tras domingo. La hora de despegar llegó y dejenlo, porque él, él sabe volar.


El partido que se menciona: Independiente- Boca del pasado torneo. Ganó Boca 3-1 con un monumental, valga la paradoja, gol de Martín Palermo desde la mitad de cancha. Independiente siguió y sigue, sin intención de ofender a algún hincha rojo y sin querer ser un "diablo", cuac ja, ávido de éxitos.

Es un hecho también que el nivel de Neri Cardozo bajó mucho desde la temporada pasada hasta la actualidad. Sus ultimas actuaciones se tornaron decepcionantes. Pese a todo esto, es una debilidad futbolística que me la permito. Me van a tener que disculpar.

Powered By Blogger