miércoles, 2 de mayo de 2012

VINDICACIÓN DE MATÍAS ALMEYDA

15 de Mayo 2011 (River 0 - Boca 2)

 
Labruna se tapaba la nariz al ingresar a la Bombonera. Eso era trash. Pero cuando expresar amor se convierte en sinónimo de violencia empiezan las confusiones. Quien se siente agredido porque otro besa una camiseta es un enfermo. Es casi como justificar una violación porque una mujer se puso una minifalda. No es Almeyda el problemático, es la dinámica semiológica del fútbol la que se apoya en una serie de supuestos erróneos. Una cosa es reconocer que dentro del sistema gestual de un partido la conducta de Almeyda genere una reacción ofensiva. Otra es compartirla. La pregunta es: ¿por qué los hinchas de cualquier equipo en vez de festejar un triunfo genial (como el que Boca lograba sobre River) se dedican a insultar a un jugador del equipo contrario? La gente que se preocupa más por las desgracias de los otros que por el porvenir de sí mismos arruina la vida. Ahí están, fijándose qué hacen sus ex novias, preguntando qué tan mal le va a algún tipo que no se bancan, etc.
El ataque de Almeyda está ampliamente justificado. Dejemos a los apólogos de la moral (ajena) considerar si estuvo bien o mal. Pensemos en el estado de su cerebro al momento de la expulsión. En sus terminales nerviosas. En el ritmo de su corazón. Se terminaba un partido muy parecido a una pesadilla. Perder 2 a 0 con el clásico rival y ser el capitán. Que tu arquero se haga un gol en contra. Que el árbitro no haya cobrado penales claros. Que Clemente Rodríguez te boludee. Que Funes Mori le quiera dar de volea y se la pase a un contrario. Que Ferrari nunca juega bien contra Boca. Que con ese resultado quedaban a un paso de la promoción. Que Palermo haga un gol histórico. Perder, aun con Boca jugando mal y con Riquelme cagándose de risa en el corner porque se acordó de la publicidad de las papas fritas. La situación se asemeja a lo que Roland Barthes describe, en Fragmentos de un discurso amoroso, como la figura de la "catástrofe". Almeyda, como el sujeto enamorado paradigmático del francés inteligente, debe haber pensado ¡¡¡"me lleva una ola poderosa, asfixiado de dolor; todo mi cuerpo, se resiste y se revuelve; veo, como, en un relámpago claro y frío, la destrucción a la que estoy condenado"!!!
 Por otro lado, despreciar la personalidad de Almeyda, es, a grandes rasgos y claramente, echar un velo sobre parte de la historia de la Humanidad, aquella de los que responden al llamado de Dionisos y mientras todos duermen la siesta, se sumergen en la oscuridad del abismo con los ojos abiertos. Sin Almeyda no existe el Marqués de Sade ni Nietzsche ni Rimbaud ni la generación Beat ni Eric Cantona ni Kinski ni Cristian U. ni Maradona ni Frank Begbie ni Janis Joplin ni Sofía Gala ni el Capitán Ahab ni Lennon ni Luca Prodan ni Miguel Abuelo ni Charly García después de 1994 ni Spinetta entre 1971 y 1973 ni Bukowski ni Virginia Woolf ni Daniel Johnston ni Fogwill ni Don Quijote ni Alejandra Pizarnik ni Tanguito ni Kate Moss ni Samid ni Juanita Viale.
Por último, reconozco que no pertenezco al gremio de los dionisíacos. Tardo bastante en animarme a dar el primer beso. En la Secundaria y en la Universidad siempre me senté al fondo. En los casamientos, mientras todos hacen el carnaval carioca, miro para otro lado. Sin embargo, secretamente, admiro a esos hombres y esas mujeres que transpiran la camiseta. Los que van al frente y se exponen al rechazo. Los que contestan la pregunta y se equivocan. Los que, tomados de la cintura, bailan entre su tía abuela y una prima lejana como si en ello se les fuera la vida. Sin estos tipos exagerados, insoportables, inquietantes, el mundo tendría menos gracia que un libro de Marcos Aguinis. Vaya mi reconocimiento, entonces, hacia Matías Jesús Almeyda. May the Force be with you.
 (Por Martin Zariello)

No hay comentarios:

Powered By Blogger